Inicio » Content » DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"
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Jesucristo alimenta a la multitud

Siglo X

Marfil ofrecido por el emperador Otón I (936-973) al monasterio Saint-Maurice de Magdeburg (Alemania), posiblemente en 968

“En el desierto nuestro Señor multiplicó el pan y en Caná convirtió el agua en vino. De ese modo los habituaba a su pan y a su vino, hasta el tiempo en que les daría su cuerpo y su sangre. Les hacía gustar un pan y un vino perecederos, para excitar en ellos el deseo de su cuerpo y de su sangre vivificantes. Con liberalidad les daba esos pequeños regalos, para que se dieran cuenta que su don supremo sería gratuito. Él se los daba gratuitamente, aunque bien hubieran podido pagarlos, para que comprendieran que no les exigiría pago por el don que no tiene precio; porque aunque ellos pudiesen pagar el pan y el vino, jamás podrían pagar su cuerpo y su sangre.

No solamente nos ha colmado gratuitamente con sus dones, sino que nos ha mimado afectuosamente. Nos dio gratis esos pequeños regalos para atraernos, a fin de que vayamos y recibamos gratuitamente ese don tan grande que es la Eucaristía. Los pequeños pedazos de pan y el vino que ofrece son dulces al paladar, pero el regalo de su Cuerpo y de su Sangre es provechoso para el espíritu. Él nos atrajo al palacio por medio de estos dones agradables, a fin de conducirnos a aquello que da vida a las almas. Escondió dulzura en el vino que hizo, para mostrarles a las invitados qué magnífico tesoro se oculta en su sangre vivificante”[1].

 


[1] San Efrén de Nisibi, Diatesaron, XII,1 (SCh 121 [Paris 1966], pp. 213-214. Efrén nació en Nisibi (o Nísibe) de padres cristianos hacia el año 306. Creció bajo la tutela del obispo Jacobo (303-338), que estuvo presente en el concilio de Nicea. Con él fundó la escuela teológica de Nisibi. Efrén, una vez diácono, fue su principal animador bajo los sucesores de Jacobo, Babu (desde el 338), Vologese (346-349) y Abrahán (desde el 361). Hacia 363 Efrén tuvo que trasladarse a Edesa, en donde siguió con su obra de predicación, de enseñanza y de controversia hasta la muerte que le sobrevino en el 373 según la crónica de Edesa. Varios estudiosos han demostrado que sería anacrónico hacer de Efrén un monje o un anacoreta. No era más que un «hijo del pacto», o sea, miembro plenamente de la comunidad cristiana o, mejor dicho, de su élite, habiendo consagrado su vida a Cristo en la abstinencia y en la virginidad.