Inicio » Content » LÍNEAS DE TRANSMISIÓN DE LA DEVOCIÓN A SANTA GERTRUDIS EN IBEROAMÉRICA (continuación)

3. Influencia de la segunda corriente en Iberoamérica

Así como la Revolución Francesa y la Ilustración produjeron en Europa un corte con la tradición cristiana anterior, así también en América, el embate del racionalismo que penetró en nuestro continente a través de los movimientos independentistas, implicó un cierto resquebrajamiento del espíritu de la primera evangelización, aunque sus raíces más hondas han permanecido.

Este dato nos entronca con la segunda corriente difusora de la figura de santa Gertrudis, que hemos señalado: en el siglo XIX, en pleno racionalismo, renace con nuevo impulso esta devoción, en el ámbito monástico europeo, llegando a ser propuesta como emblema del movimiento litúrgico que se propaga contemporáneamente. Así es como la figura de santa Gertrudis se difunde nuevamente en Brasil y en el Río de la Plata a comienzos del siglo XX.

3.1. En Brasil

Retomemos la historia del monacato benedictino brasileño, establecido desde el siglo XVI. La introducción de las ideas independentistas trajo una consecuencia nefasta para las órdenes religiosas en el Brasil, que vieron clausurados sus noviciados en 1762 y en 1855. El monacato brasileño estaba condenado a la asfixia, cuando en 1889 se declaró la independencia de la Corona.

La restauración del monacato en Brasil se produce con la ayuda de la floreciente Congregación de Beurón, cuya línea monástica se nutre en sus orígenes de la linfa de Solesmes, con la que guarda estrechos lazos[1]. En 1896 van Caloen restauraba la vida monástica en Olinda, y en 1899, en la proto-abadía de Bahía.

En este período -que coincide con la restauración y revitalización de la vida católica en Brasil después de la independencia-, los benedictinos tuvieron una actuación notable, sobre todo en el campo intelectual y en la promoción del movimiento litúrgico. Destacan figuras como Dom Miguel Kruse (1864-1929), abad del Monasterio de Sâo Paulo y fundador de la Facultad de Filosofía y Letras de Sao Bento; Dom Tomás Keller (1904-1962), y Dom Marthino Michler (1901-1989), y también el célebre liturgista francés Gaspar Lefevre (1880-1966) que perteneció a la Congregación benedictina brasilera de 1906 a 1919[2].

En el contexto de este amplio apostolado litúrgico, vuelve a darse una nueva difusión a la figura de santa Gertrudis, en la perspectiva del ideal monástico-litúrgico de Beurón. Existen en la Abadía de San Sebastián de Bahía dos pinturas de santa Gertrudis de Verisimo de Freitas que datan de este período[3].

Pinturas de santa Gertrudis, obras de Veríssimo Freitas del Monasterio de S. Sebastián de Bahía. Brasil.               

En 1911 se funda el primer monasterio benedictino femenino en Brasil: la abadía de Santa María de Sâo Paulo. La iniciativa de esta fundación pertenece a Dom Miguel Kruse, quien por intermedio de la Congregación Brasilera, solicitó a la Abadía de Ntra. Sra. de la Consolación de Stanbrook el patrocinio de la fundación y la formación de las primeras candidatas brasileñas en Inglaterra, mientras la Abadía de Sâo Paulo les construía el Monasterio en tierra brasileña.

El Monasterio de Stanbrook se había formado con las vocaciones inglesas que habían dejado su patria para llevar la vida monástica en Francia, y que durante la revolución francesa debieron retornar a su patria, donde reiniciaron la vida monástica que habían aprendido. Una de las primeras vocaciones inglesas fue una sobrina de Tomás Moro, que recibió el nombre de M. Gertrudis More. Este dato demuestra que la devoción a santa Gertrudis está presente en Stanbrook desde sus orígenes. En 1871 la precaria comunidad inglesa pudo volver a tender lazos con Santa Cecilia de Solesmes; las monjas recibieron la formación de Dom Gueranger y llegaron a consolidarse como comunidad monástica en Inglaterra. Así, por la vía de Stanbrook, la tradición de Solesmes pasó a las monjas de Brasil.

Igualmente, la devoción a santa Gertrudis está presente desde el inicio en la Abadía de Sâo Paulo, centrada en el culto litúrgico. Signo elocuente de esta orientación, es el nombre de la primera monja benedictina brasileña que llegará a ser la primera Abadesa de la nueva comunidad: M. Gertrudis Cecilia da Silva Prado (1878-1944), cuyo nombre de bautismo era Ana Abiah da Silva Prado[4].

Las crónicas del Monasterio de Santa María[5], nos narran con detalle el ingreso de la postulante Ana Abiah en el monasterio de Stanbrook, el 14 de septiembre de 1907; era la  primera candidata brasilera que recibían en Inglaterra en vistas a la futura fundación, siendo abadesa la Madre Abadesa Cecilia Heywood.

Dice la crónica que la primera postulante llegó en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, entrando durante el recreo de la noche, según el ceremonial de entonces, y que recibió el nombre de Hermana Gertrudis. Dice además que le gustó mucho el nombre nuevo porque comprendía el privilegio que significaba tener el nombre de esta gran santa que a ella ya le gustaba, y el nombre de la venerable Abadesa Gertrudis d’Aurillac Dubois, antecesora de la M. Cecilia Inés Heywood.

De esta mención de la Historia de Santa María, podemos extraer tres consecuencias de peso: en primer lugar, se atestigua la tradición de perpetuar el nombre de Gertrudis en la comunidad de Stanbrook, nombre que, como vimos, está presente desde la primera generación. Esto demuestra la importancia que atribuían a santa Gertrudis como figura inspiradora del ideal monástico; esta tradición pasará a la casa hija de Brasil, dentro de la transmisión de la vida monástica.

En segundo lugar, pero en estrecha relación con lo anterior, cabe notar el interés por imponer el nombre de Gertrudis a la primera candidata brasileña, que será cabeza de la futura fundación. Este nombre indica todo un programa de vida monástica: vivir el ideal de la Abadía de Santa Cecilia de Solesmes, cuyo modelo inspirador se encuentra en santa Gertrudis de Helfta. Un párrafo de las primitivas Constituciones de Santa Cecilia de Solesmes, refleja este ideal con palabras que evocan las actitudes litúrgicas de santa Gertrudis, narradas en el Heraldo:

“Siendo el objeto de su existencia el homenaje prestado a Dios por la oración de la Iglesia, se unirán en el Oficio Divino a las intenciones de esta Madre común, que son la gloria de Dios, la renovación anual de los misterios de nuestra salvación y la exaltación de la santísima Virgen y de los santos. El vínculo que une el sacrificio de alabanza al del altar, les hará cada vez más amables este empleo de sus vidas, y se prepararán cuidadosamente a ofrecerlo al soberano Señor, de un modo que pueda atraer la mirada de su divina Majestad. Se esforzarán en dar una expresión total de su religión a las ceremonias del coro, a la señal de la Cruz, a las inclinaciones, a las genuflexiones, a las pausas y a la ejecución piadosa de la melodía celestial del canto de la Iglesia, uniéndose a los santos ángeles, cuyo noble ministerio comparten”[6].

Finalmente la crónica deja constancia de que la nueva postulante comprendía lo que significaba tener el nombre de una santa tan grande. Este dato indica que Ana Abiah ya había conocido a santa Gertrudis en Brasil -probablemente a través de la formación recibida de su padre espiritual, el Abad Miguel Kruse- y ya la veneraba como ideal de vida monástica. Con ello se demuestra la difusión de esta devoción en Brasil, a comienzos del siglo XX, por irradiación de las abadías benedictinas masculinas, sobre todo de Sâo Paulo, en el contexto de su apostolado litúrgico.

3.2. En el Río de La Plata

Por lo que se refiere al Río de la Plata, la segunda corriente difusora del culto a Santa Gertrudis, se introduce a través de las casas benedictinas fundadas por la línea de Solesmes: principalmente, la Abadía de San Benito de Buenos Aires, fundada por Silos; y también la Abadía de la Santísima Trinidad de Las Condes, fundada primero por Solesmes y asumida más tarde por la Archiabadía de Beurón.

En la primera mitad del siglo XX la Abadía de San Benito en Buenos Aires ejerció una inmensa obra formativa en el terreno cultural y litúrgico, y principalmente preparó al pueblo de Dios para la renovación litúrgica que se plasmaría en el Concilio Vaticano II.  En torno a la Comunidad fue surgiendo un grupo cada vez más numeroso de oblatos seglares y de asociaciones de fieles para fines específicos: catecismos, hijas de María, apostolado de la oración, academia benedictina de maestras y profesoras, hogares obreros, asociación de escritoras católicas, seminario catequístico, y desde 1931, la Acción Católica en todas sus ramas[7].

Imagen de santa Gertrudis (Talla policromada en madera. Siglo XVIII) Monasterio de Silos (Fotografía: Cistercium).

La enseñanza del canto gregoriano, con clases impartidas por el P. Nicolás Rubín, y la formación de Coros que permitían la participación de los laicos en el Oficio divino, fue una de las primeras obras de los Padres Benedictinos al instalarse en Belgrano. Cada coro estaba bajo el patronazgo de algún santo benedictino, así como s. Hildegardis, s. Gertrudis, s. Mectildis. A nivel de formación litúrgica, desde 1921 se editaba la hoja mensual Pax, que en 1935 fue reemplazada por la Revista Litúrgica Argentina. Dentro del contexto de esta labor formativa, hay que ubicar la difusión de la figura de santa Gertrudis y Santa Mectildis en Buenos Aires.

Un signo de esta difusión es una medalla de santa Gertrudis que se conserva en la Abadía de Santa Escolástica y que perteneció a la Hna. María Angela Morandi, una de las primeras en entrar a la Abadía. En su dorso, la medalla tiene una imagen del Sagrado Corazón con la inscripción: Apostolado de la oración, Parroquia de San Benito.

Medalla de santa Gertrudis del Apostolado de la Oración, Parroquia de San Benito (Bs. As.),

actualmente en la Abadía S. Escolástica, Argentina.

Otro signo de la difusión de la devoción a santa Gertrudis en Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX es la imagen que se conserva en el Monasterio Nuestra Señora de los Ángeles de Azul, procedente de la familia materna del Abad Bernardo Olivera.

Imagen de santa Gertrudis (Siglo XX, yeso, 35 cm), Monasterio Trapense de Azul - Argentina.

La Abadía de San Benito en Buenos Aires jugó también su rol en la edición de las obras de santa Gertrudis en castellano. Durante la segunda mitad del siglo pasado, las únicas traducciones al español fueron las de los monjes de Silos, que se reeditaron en Argentina, en 1932, 1946 y 1947:

- Libro de la Gracia Especial o Revelaciones de santa Mechtildis. Ediciones del Monasterio de San Benito de Buenos Aires, 1942. Esta obra de recopilación de relatos y testimonios de la vida mística de s. Matilde, se considera parte del Corpus Gertrudiano, ya que por motivos de crítica interna, la redacción final se le atribuye a santa Gertrudis.

- Ejercicios Espirituales de santa Gertrudis, Nebreda Hermenegildo (traductor), Friburgo, 1907. Reedición: Buenos Aires, Ediciones Difusión, 1946;

- Embajador de la Divina Piedad. Revelaciones de santa Gertrudis la Magna, Virgen de la Orden de San Benito, Timoteo Ortega (traductor), Primera Edición: Silos, Buenos Aires, Editorial Benedictina, 1932; Reedición: Buenos Aires, Editorial Benedictina, 1947.

Portada del Libro: Embajador de la Divina Piedad. Revelaciones de Santa Gertrudis la Magna,

Virgen de la Orden de San Benito (Bs. As. 1932).

Tres de estas cuatro ediciones cuentan entre los escasos veinte títulos publicados en el Monasterio (Editorial san Benito)[8], lo que indica la importancia que se le daba a la obra en la comunidad. 

En este clima de irradiación de la espiritualidad litúrgica y benedictina floreció la primera vocación benedictina femenina en la Argentina, la H. Elena Santangelo, así como también, el primer grupo de jóvenes que, bajo la conducción del P. Azcárate, se preparó para formar el núcleo fundador del monasterio de Santa Escolástica.

Retrato de Sor Gertrudis de Ntra. Sra. de Luján.

Fotografía de Don Andrés Azcárate.

Las cartas de Elena Santangelo (Sor Gertrudis de Ntra. Sra. de Luján) con motivo de su toma de hábito en el monasterio de San Benito de Estella, atestiguan la vigencia de la devoción a santa Gertrudis en el círculo de oblatas seglares de Buenos Aires, del que ella procedía:

“He tenido una gran alegría: como entré en clausura el 17 de mayo y el postulantado es solo de seis meses, recibiré el santo hábito el día de santa Gertrudis, en que se cumplen dichos seis meses... Celebran quí  la festividad de nuestra santa con mucha solemnidad; así que, con todo esto que te digo, comprenderás bastante, pues creo recordarás mi predilección por santa Gertrudis; probablemente ese mismo nombre me pongan en religión, ya que todas las circunstancias parece que lo favorecen. Y entonces, habiendo una Gertrudis, muy natural es que quiera la Comunidad una Matilde...”[9].

Imagen de santa Gertrudis (talla policromada, Siglo XVIII) Monasterio de Estella (Fotografía: Cistercium).

Un testimonio de una hermana de comunidad al recibir a la nueva postulante, evidencia que Elena Santangelo conocía a santa Gertrudis como modelo de santa benedictina, ya desde antes de entrar al Monasterio:

“Al entrar en el locutorio y verla, nuestra impresión fue profunda… Al acercarme a ella le dije: ‘Elena, he pedido en la comunión a Jesús, que por intercesión de N. S. Padre, la haga émula de santa Gertrudis’.

‘Solo a eso he venido; tenía en mi patria otras muchas Ordenes religiosas, pero quiero ser santa benedictina y estoy aquí con el único fin de conseguirlo’ –me contestó con una sonrisa que no olvidaré”[10].

Su vocación era la alabanza divina. Se ofreció en sacrificio por el pueblo de Buenos Aires y por la fundación de una comunidad de monjas benedictinas en la Argentina. El Señor tomó su ofrenda y la consumó llamándola a Sí el 31 de marzo de 1934. De esa manera quedó colocada la primera piedra viva del Monasterio de Santa Escolástica.

El P. Abad Azcárate había proyectado realizar la fundación en Argentina con monjas formadas en San Benito de Estella. Pero el estallido de la guerra civil española frustró esta idea y debió recurrir a la Abadía de Sâo Paulo en Brasil, para patrocinar la fundación. En 1941 llegó el grupo fundador formado por argentinas, brasileñas y una alemana, bajo la guía de la M. Plácida de Oliveira.

Desde el primer momento, en la incipiente comunidad de Santa Escolástica, está presente la devoción a santa Gertrudis, recibida según la línea de Solesmes. Una de las obras a las que M. Plácida dedicó sus desvelos en su corto período como superiora, fue la consagración de la Iglesia Regina Pacis de la Abadía. Dicen los testimonios que el mosaico central, los bajorrelieves de los capiteles y los vitrales, se diseñaron bajo sus indicaciones. Dos de los tres vitrales del ábside de la Iglesia, fueron dedicados a santa Gertrudis y al Sagrado Corazón de Jesús[11].

Vitral del ábside de la iglesia Regina Pacis, Abadía S. Escolástica, Argentina.

También en la Comunidad de Santa Escolástica se cultivó la tradición de perpetuar el nombre de santa Gertrudis, en honor de la santa y de la Abadesa fundadora. Así, han llevado este nombre: la hermana Gertrudis María Ricci, una de las primeras en entrar a la Abadía y hermana Gertrudis María Paradisi, que vive actualmente.

Otro signo de la presencia de esta devoción desde la primera hora en la naciente comunidad, es una talla de madera de santa Gertrudis, obra del artista brasileño L. Pescosta, que la M. Gertrudis da Silva Prado regaló al grupo fundador, con ocasión de la profesión solemne de las cinco fundadoras argentinas, el 21 de noviembre de 1943.

Talla de madera (L. Pescosta, Brasil 1942) de la Abadía S. Escolástica, Argentina.

De este modo, la devoción a santa Gertrudis en cuanto modelo de espiritualidad litúrgica y de santa benedictina, vivida en la comunidad de Santa Escolástica, se transmitirá sucesivamente a las casas nacidas de ese tronco fundacional, centradas todas en la alabanza divina.

Otro centro de irradiación de la devoción a las santas de Helfta en Argentina, fue el instituto de la Benedictinas de la Epifanía (hoy unido a las Misioneras benedictinas de Tutzing). Esta fundación nativa, nació en el seno de los círculos de oblatas seglares de la abadía de San Benito, con la finalidad de dedicarse a la formación humana y al apostolado litúrgico, en el ambiente urbano. Ya en su primer arraigo en Santa Fe, las hermanas crearon un coro dedicado a s. Mectildis, con el fin de difundir el canto gregoriano en las parroquias[12]. Al grupo fundador del instituto se uniría la H. Helena Martínez cuando se trasladaron a Buenos Aires.

El libro “Habla el Amor”[13] de la H. Helena Martínez publicado doce años después de su muerte, consistente en un extracto y adaptación de los textos de las místicas de Helfta, constituye un testimonio singular del arraigo de la devoción a santa Gertrudis y del estudio de su obra, en el Instituto de las Benedictinas de la Epifanía, y aún antes, durante la primera mitad del siglo XX, en el círculo de oblatas seglares de la Abadía de San Benito de Buenos Aires, del que ellas procedían. En este ambiente se formó espiritualmente la H. Helena Martínez, hija espiritual del P. Abad Azcárate, que fuera oblata por 30 años, antes de ingresar a la naciente comunidad de las Benedictinas de la Epifanía[14].

Fotografía de la Hna. Helena Martínez.

Portada del Libro: “Habla el Amor. Extracto y adaptación de textos de Santa Gertrudis y Santa Mectildis” (Bs. As. 1984).

La vida espiritual y apostólica de la H. Elena Martinez -de quien se reunió un legajo tendiente a solicitar la apertura de su proceso diocesano de beatificación[15]- puede considerarse un fruto eximio y un testimonio patente del apostolado litúrgico y formativo desarrollado por Dom Andrés Azcárate en Buenos Aires entre 1920 y 1960, como ya lo había sido antes, la vida de la primera benedictina argentina, sor Gertrudis de Nuestra Señora de Luján.

Evaluando la influencia de la segunda corriente difusora de la devoción a santa Gertrudis en Iberoamérica, cabe destacar el hecho de, que tanto en Brasil como en Argentina, esta devoción se difunde a través del apostolado litúrgico de las abadías masculinas, en el marco del movimiento litúrgico y del ideal monástico de Solesmes-Beurón; apostolado que en ambos casos daría un fruto eximio y perenne, en la implantación de la vida benedictina femenina, tanto en su modalidad puramente contemplativa, como apostólica. Desde su origen las dos primeras abadías benedictinas de monjas de Brasil y Argentina, está signadas por la figura de santa Gertrudis, como ideal vida monástica y de espiritualidad litúrgica y serán centros de irradiación de esta devoción a sus fundaciones.

 

4. Síntesis final

Constituye un hecho notable que las dos corrientes históricas de la difusión de la devoción a santa Gertrudis hayan tenido su influencia en el Nuevo Mundo, en coincidencia con las dos corrientes evangelizadoras que operaron en el Continente.

No menos notable resulta el hecho de que en 1609, por segunda vez en el mundo, la Iglesia haya concedido la celebración de su fiesta al Monasterio de la Concepción de México, tan distante de Europa y de Alemania, a solo diez años de primera edición de sus obras en España (1599) y sesenta años antes de su inscripción en el Martirologio Romano (1670). Del mismo tenor resulta su patronazgo sobre las Indias Occidentales y su veneración como copatrona de Hispanoamérica en Perú, junto con Santa Rosa de Lima, teniendo en cuenta que se trataba de una monja alemana del siglo XIII, perteneciente a una Orden no autorizada a implantarse en el Nuevo Mundo.

Apoyar, por tanto, la causa del doctorado de santa Gertrudis en América Latina y el Caribe, significa, no solamente hacer honor a su figura y a su doctrina eminente, sino también, reconocer su presencia en la Evangelización de nuestro continente, como huella de gran tradición espiritual de la Edad Media, recibida a través de la España colonizadora, y rendir así homenaje a tantos predecesores nuestros en la fe y en la vida monástica, vidas sembradas en el surco de la evangelización, como grano que muere y fructifica... Y en nuestro medio rioplatense, significa rendir homenaje a la inmensa labor apostólica del P. Abad Azcárate y a figuras a él ligadas, precursoras todas de la vida monástica y litúrgica en la Argentina.

H. Ana Laura Forastieri

Monasterio de la Madre de Cristo

Hinojo - Argentina

 


[1] Los primeros años de Beuron serían una réplica de Solesmes. El mismo espíritu presidió las dos fundaciones. Las constituciones de la Congregación de Beurón toman mucho de las de Santa Cecilia de Solesmes. En 1864 Mauro Wolter tradujo los Ejercicios de Santa Gertrudis de la versión de Dom Gueranger. Gracias a él, la renovación de la piedad católica suscitada por Gueranger produjo sus frutos en Alemania. Esta congregación también será difusora y promotora del movimiento litúrgico. Cfr. García M. Colombás, ob. cit., tomo VIII: El Siglo XIX, pp. 233-275.

[2] Cfr. Cristiano J. Matos: Evangelización y presencia benedictina en el Brasil, Cuadernos Monásticos 96/97 (1991) 41-47, en particular: La revitalización católica (1921-1961) pp. 66-68.

[3] Cfr. fotografías publicadas en: Paulo Rocha, Timoteo Amoroso, Clarival Valladares y Waldeloir Rego: 400 anos do mosteiro de Sao Bento da Bahia, Brasil 1982, pp. 125 y 126.

[4] Cfr. Cristiano J. Matos: Evangelización y presencia benedictina en el Brasil, Cuadernos Monásticos 96/97 (1991) 41-47, en particular p. 65.

[5] Cfr. Historia de Santa María Crónica de la Abadía de Santa María de Sâo Paulo narrada por una monja. Agradezco a la Comunidad de Santa Escolástica el aporte de estos datos.

[6] Párrafo citado en: García M. Colombás: La tradición benedictina. Ensayo histórico. Tomo VIII: El siglo XIX,  Zamora, 1999, Ed. Monte Casino, p. 214.

[7] Cfr. Mauro Matthei: Implantación del Monacato Benedictino Cisterciense en el Cono Sur. En Cuadernos Monásticos 52 (1980) 21-128; Mectildis C. Santangelo: Dom Andrés Azcárate O.S.B: Primer Abad de San Benito de Buenos Aires. En Cuadernos Monásticos 58 (1981) 259-284; Ernesto J. A. Maeder: El Abad Azcárate y la Revista Litúrgica Argentina. Una labor precursora (1935-1969). En Cuadernos Monásticos 159 (2006) 485-492.

[8] Cfr. Mauro Matthei: Implantación del Monacato Benedictino Cisterciense... En Cuadernos Monásticos 52 (1980) p. 49.

[9] Carta del 22 de mayo de 1927 a su hermana Matilde. En: Abadía de Santa Escolástica: La Primera Benedictina Argentina: Sor Gertrudis de Nª Sª de Luján (Elena Santangelo) Monja de la Abadía de Estella 1900-1934, Bs. As., 1959, p. 63-64. El deseo o la premonición de Sor Gertrudis se cumplió, aunque no en San Benito de Estella: en 1939, su hermana Matilde, con el nombre de S. Mectildis, entraba en la Abadía de Sâo Paulo, Brasil y llegaría a ser la segunda Abadesa de Santa Escolástica.

[10] Ib., Idem., p. 68.

[11] Cfr: Mauro Matthei: Implantación del Monacato Benedictino Cisterciense... En Cuadernos Monásticos 52 (1980) p. 78.

[12] Cfr. Benedictinas de la Epifanía: Una nueva fundación benedictina. En Cuadernos Monásticos 12 (1970) 224-230.

[13] Helena Martínez, Benedictina de la Epifanía: Habla el Amor. Selección y adaptación de textos de las obras de Santa Gertrudis y Santa Mectildis, Buenos Aires, Subiaco Asociación Cultural, 1985.

[14] Cfr. Mauro Matthei: Implantación del Monacato Benedictino Cisterciense... En Cuadernos Monásticos 52 (1980) pp. 98-101.

[15] Cfr. Mauro Matthei: Implantación del Monacato Benedictino Cisterciense... En Cuadernos Monásticos 52 (1980) p. 99.