Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (6)

 

2. Recepción y formación a la vida monástica
 
«Movido por el amor de Dios, Pacomio buscó hacerse monje. Le señalaron a cierto anacoreta llamado Palamón, y se fue a vivir con él en la soledad. Llegado al lugar, golpeó la puerta. Asomándose desde arriba de la puerta, el anciano le dijo: “¿Qué quieres?”, pues era rudo en su forma de hablar. Pacomio le respondió: “Te ruego, padre, haz de mí un monje”. Le dijo Palamón: “No puedes: porque no es un asunto sencillo el servicio de Dios. Muchos que vinieron no lo soportaron”. Pacomio le dijo: “Pruébame en ese servicio y ve”. El anciano habló de nuevo: “Primero experimenta tú mismo por un tiempo, y después vuelve de nuevo aquí. Porque yo tengo una ascesis rigurosa: en verano ayuno cada día, en invierno como cada dos días. Por la gracia de Dios, como sólo pan y sal. No tengo costumbre de usar aceite y vino. Paso en vela, como me lo enseñaron, la mitad de la noche en oración y meditación de la palabra de Dios, y a menudo incluso toda la noche”. Habiendo escuchado estas palabras del anciano, el joven se sintió todavía más fortalecido en su espíritu para soportar todo esfuerzo con Palamón, y le dijo: “Creo que, con el auxilio de Dios y tus oraciones, soportaré todo cuanto me has dicho”. Entonces, abriendo la puerta, Palamón le hizo entrar y le vistió con el hábito de los monjes.
 
Juntos practicaban la ascesis y se consagraban a la oración. Su trabajo era hilar y tejer bolsas hechas de pelo; fatigándose en el trabajo, no en favor de ellos mismos, sino recordando a los pobres, como dice el Apóstol (cf. Ga 2,10). En las vigilias el anciano si veía que pesaba el sueño sobre ellos, iban los dos a la arena del médano. Y allí transportaban arena en canastas de un lugar a otro, cansando el cuerpo para velar en la oración; mientras el anciano decía: “Vigila, Pacomio, para que no te tiente Satanás y te perjudique” (cf. Mt 26,41). Viendo la obediencia de Pacomio en todo y su progreso en la perseverancia, el anciano se alegraba a causa de su salvación.
 
… (Pacomio) no sólo soportaba de buen grado el esfuerzo de la ascesis exterior, sino que también se aplicaba a guardar la conciencia pura para cumplir la ley de Dios, aguardando la esperanza mejor del cielo (cf. Col 1,5).
 
Cuando empezó a leer o recitar de corazón las palabras de Dios, no lo hacía de forma desordenada como la mayoría, sino que se esforzaba por retenerlas cada una totalmente, con humildad, mansedumbre y verdad, como dice el Señor: Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29)» (Primera Vida Griega de san Pacomio¸6. 9).