Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 178

Editorial

Como bien sabemos, al comenzar a vivir iniciamos un dinamismo de proyecciones insospechadas, abierto a todos los desarrollos: físico, intelectual, afectivo, volitivo, espiritual, que se verifica en unión y en dependencia de quienes nos rodean. Nos descubrimos como seres inteligentes, viviendo con otros y con un entorno sociocultural; nos hacemos cargo de que somos personas, deseosas de relacionarnos y de alcanzar innumerables bienes y ante todo el Bien por excelencia; también descubrimos nuestras ambivalencias, debilidades e impotencias. La búsqueda de este Bien como exclusivo Absoluto y la permanente apertura a Su Obrar es lo que nos define como monjes. En este número el P. A. Veilleux, desde su sabiduría ya decantada y luminosa, nos invita a responder libremente al movimiento del fuego de Jesús: a ese dinamismo intrínseco que constituye la vida humana podemos responder no anteponiendo nada al amor de Cristo, desde nuestra real precariedad, bajo la guía de la Regla de san Benito y del abad, para que caminemos todos juntos, incluido el abad, en el seno de la comunidad, con el corazón dilatado por las sendas luminosas del Evangelio. A su vez, el P. B. Bonowitz nos lleva de la mano para comprender mejor a san Bernardo como teólogo existencial, que nos advierte que ese dinamismo al que respondemos desde nuestra interioridad, puede desembocar ya en una vida en presencia de Dios y que ahonda en Su proximidad y semejanza permitiéndole obrar desde la verdad de lo que somos; ya por el contrario, en una vida en ausencia de Dios, que busca insaciablemente autoafirmarse y que se distancia inexorablemente cada vez más de la única Fuente capaz de plenificar y ofrecer paz verdadera. De este riesgo, nadie queda ni está exento y, mucho menos, los monjes. El P. S. Zañartu Undurraga, jesuita chileno, con la solidez de su ahondar en la historia de la Iglesia, nos revela por qué declinó la profecía cristiana en el siglo II; hoy en ese camino nos continúan iluminando el Espíritu Santo y el Magisterio de la Iglesia. En la sección Fuentes, ya nos adentramos en el Libro II de las Consultaciones de Zaqueo y Apolonio. Estos diálogos reflejan inquietudes que muy bien podemos encontrar hoy en un mundo que se ha tornado muy pagano y en el que tenemos que dar testimonio de nuestra fe, asumiendo el riesgo de vivirla sin temor, pues no nos apoyamos en nosotros mismos.

SUMARIO

Editorial

RB 72: El camino monástico a la vida eterna

Benito habla de dos formas de celo. Como todos sabemos, la palabra “celo” deriva del griego zelos, que designa algo que arde. Es fuego. Benito habla de dos formas de fuego: una que puede arrastrarnos hacia abajo y otra que puede elevarnos. Estemos muy atentos a las palabras que usa. Yo creo que la mayoría de nosotros, cuando leemos este texto, pensamos casi siempre a partir del punto donde estamos ahora: en el medio –sobre la tierra–, desde el cual vamos, después de nuestra muerte, al infierno o al cielo, de acuerdo con el tipo de celo que hemos practicado. Esto no es lo que dice Benito. Él habla de un camino que va, ya sea de Dios (arriba) al infierno, o del infierno a Dios. Nosotros estamos siempre en un camino –en uno de estos dos caminos. Nunca estamos en un punto fijo desde el cual podemos ir hacia arriba o hacia abajo, como una consecuencia de nuestros actos (nuestro celo).

Artículo

Leyendo el comentario de san Bernardo al capítulo 7 de la RB en el tratado De gradibus

S. Bernardo tiene como objetivo nuestra conversión: nuestra conversión de la soberbia a la humildad y, más específicamente, dentro del contexto monástico, tiene por objetivo nuestra perseverancia en la humildad, no obstante las presiones interiores que intentan seducirnos para que la dejemos. Si tenemos dudas de la seriedad esencial de su empeño, deberíamos pensar en el penúltimo párrafo de su tratado, cuando describe al monje que llegó hasta el fin del camino de la soberbia como espiritualmente muerto –tan muerto que la Iglesia no se atreve a orar por él en público, tan muerto que la única cosa que resta entre él y la perdición eterna es el tiempo.

Artículo

Principales razones del declinar de la profecía cristiana en el siglo II

Hubo, por tanto, un declinar de la profecía cristiana en el s. II, después de su comienzo primaveral. ¿Cuáles serían las causas? El profeta del A. T., tomado por el Espíritu, contrastaba fuertemente con el público a quien se dirigía. Era para ellos la voz absoluta de Dios. En el cristianismo, en cambio, todos los cristianos reciben el Espíritu y son eventuales profetas, como interpreta Pedro la efusión de Pentecostés según la profecía de Joel. Entre los carismas, uno de ellos es discernir los espíritus.

Artículo

Consultaciones de Zaqueo y Apolonio. Diálogo entre un pagano y un cristiano

Libro II, Caps. 1-20.
No por confianza sino por fe emprenderemos con presteza, por de pronto, el estudio de la Santa Trinidad. Después, prosiguiendo con una clara exposición contra los judíos y los herejes, descubriremos también el error cismático de los novacianos. 3. La instrucción así reunida a partir de muchos libros hará las veces de un resumen que no desarrollará cada tema en particular. 4. Al tener la experiencia de que un tema se trata mejor entre distintos interlocutores, a nuestros Zaqueo y Apolonio, que ahora es también nuestro, los conduciremos a los grados ya vistos en las explicaciones a través de una ciencia más vigorosa, de modo que a la manera del libro precedente, los adversarios de nuestra religión sean condenados previamente y aquél que arda en amor por aprender desee vivir para Dios y morir a los vicios.

Fuente

Libros recibidos

Libro

Sitios útiles en Internet

Libro