Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 37

Editorial

 

Cuadernos Monásticos 37 ha reunido una serie de artículos que contribuirán a reflexionar una vez más sobre el tema de la Comunidad. No solamente los monjes vivimos insertos en una comunidad a la cual nos unimos con el fuerte vínculo del voto de estabilidad, sino que todo hombre es miembro de una determinada comunidad, la cual es para él fuente de- crecimiento y fuente de postergaciones; fuente de grandes alegrías y fuente de grandes sufrimientos;-fuente de santidad y fuente de deterioro. Toda comunidad humana es ambivalente, es paradójica porque participa del eterno Amor intratrinitario a la vez que está herida por el pecado. La luz y las sombras juegan entre esos planos y molduras que son las personas. Y cuando se trata de una comunidad monástica este juego puede llevar a una gran lucidez sobre el misterio de la Cruz y el amor crucificado, o puede llevar a crisis entubadas, obsesivas, y a una resistencia al amor. Nuestras comunidades monásticas están llamadas a ser pequeñas “sociedades ideales” como dijo Pablo VI en Montecasino. Por eso es tan vital nuestra reflexión” sobre la vida comunitaria. Es necesario volver a las fuentes, a la tradición monástica, a sus escritores. Ellos nos enseñarán cómo la comunidad es un lugar privilegiado de nuestro encuentro con Dios. Pero toda comunidad solo será tal si ella está tejida de genuinos lazos de amistad entre sus miembros. Esta amistad exige una vida común sin violencia y la sinceridad de vida en sus miembros. De lo contrario es una relación superficial y abundante en tensiones. Juega un papel vital en la comunidad el gobierno de la misma, su estilo, su conducción. El gobierno de una comunidad es sano y generador de vida si aplica el principio de subsidiariedad y si admite una sana “contestación” que parte no de un corazón que murmura sino de un corazón humilde que comienza por impugnarse a sí mismo, y que busca frente a sí y frente a la comunidad la gloria de Dios y una seria y creciente caridad.

Nuestras Comunidades serán verdaderos faros, serán un signo de Dios, si en ellas arde el amor de Dios y si todos sus miembros crecen en conversión, en solidaridad, en oblatividad, en comunión.

La Dirección

SUMARIO

Editorial

La comunidad en la tradición monástica

Artículo

Buscar a Dios en la comunidad, según Elredo de Rievaulx

Artículo

Vida común sin violencia

Artículo

Subsidiariedad, una nueva manera de gobernar

Artículo

El Tratado de la Oración

Fuente