La perspectiva[1] clásica del Magisterio para atribuir a un/a santo/a el título de Doctor/a de la Iglesia ha ido en la línea de reconocer en su vida los dones infusos y carismas particulares del Espíritu Santo: Pablo VI presentó la enseñanza de Santa Catalina de Siena como sabiduría infusa, y reconoció en ella los carismas de consejo, palabra de sabiduría y palabra de ciencia[2].
Con respeto a santa Teresa, señaló los carismas de verdad, fidelidad a la fe católica y utilidad para la formación de las almas[3]; indicó también el carisma de sabiduría, vinculándolo con la inspiración divina. Por su parte, Juan Pablo II constató en Santa Teresita, la existencia de un particular carisma de sabiduría[4].
Más recientemente, el Papa Benedicto XVI, al conceder el Doctorado de la Iglesia a san Juan de Ávila ha señalado que:
“La declaración de Doctor de la Iglesia Universal de un santo supone el reconocimiento de un carisma de Sabiduría conferido por el Espíritu Santo para el bien de la Iglesia y comprobado por la influencia benéfica de su enseñanza en el pueblo de Dios, hechos bien evidentes en la persona y en la obra de san Juan de Ávila (...) La doctrina del Maestro Juan de Ávila posee, sin duda, un mensaje seguro y duradero, y es capaz de contribuir a confirmar y profundizar el depósito de la fe, iluminando incluso nuevas prospectivas doctrinales y de vida. Atendiendo al magisterio pontificio, resulta evidente su actualidad, lo cual prueba que su eminens doctrina constituye un verdadero carisma, don del Espíritu Santo a la Iglesia de ayer y de hoy”.[5]
En el Legatus divinae pietatis, aparece en forma explícita y recurrente la convicción de la existencia de carismas especiales del Espíritu y privilegios divinos otorgados a santa Gertrudis, tanto sea en las confesiones de la misma santa, como en los testimonios recogidos por su biógrafa:
Gertrudis entiende dirigida a ella por el Señor, la Palabra de Isaías 49,6: “He aquí que yo te he establecido como luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra” (L I. 2. Prólogo[6]). Se sabe predestinada (L I.2. Pr.; II.20.7), escogida especialmente para comunicar los arcanos de la misericordia divina (L I.2.1). Su libro será el Mensajero de la Piedad Divina, para memoria perpetua de los elegidos (L I.2. Pr.).
En el orden de los carismas, se indica expresamente que poseía los de Sermo Sapientiae (L I.1.3.; I.2.2.) y Discretio Spiritum (L I.1.2.); éste último, como palabra de consejo o de consuelo (L I.8.1.; I.14.5). Su biógrafa asevera que todo esto debe atribuirse al don de la fuente de la sabiduría divina (L I.1.3), e invoca a favor de esta interpretación, la opinión de muchos testigos (L I.2.1. y I.3.1.). Sus contemporáneos le asignan el apelativo de Teóloga (L I.1.2.).
A su vez Gertrudis aparece investida de Privilegios divinos, entre los que deben distinguirse privilegios de unión con Dios, y otros dados en función de su servicio al prójimo. Unos y otros son confirmados por revelaciones a santa Matilde y otras personas (L I.16; II.10.1; II.23.15 y 21):
- Privilegios de unión con Dios: relata su biógrafa que la santa recibía el influjo constante de la divinidad (L I.5.1 y 2 y I.14.1.); tenía una unión permanente de voluntad con el Señor (L I. 16.2); recibía frecuentemente la semejanza divina (L I.10.1) y gozaba de familiaridad con Dios (L I.10.2). Gertrudis misma compendia las gracias místicas extraordinarias recibidas: impresión de estigmas, llaga del costado, intercambio de corazones, etc. (L II.23.18).
- Privilegios en relación al prójimo: el Señor le confirma que goza de certeza de juicio en relación con: la admisión a la Comunión Sacramental (L II.20.1), la gravedad de las faltas y pecados (L II.20.2), el consejo que diera para edificación espiritual de otras personas (L II.20.1.5). Le concede la eficacia de su palabra para obrar la enmienda del prójimo (L II.20.2), y la eficacia de su oración de intercesión, en vida y después de su muerte (L II.20.3.4.7; L II 23.10 y L IV.34.1). Le promete que a su muerte concederá la conversión a muchos pecadores y la liberación de muchas almas del purgatorio (L V.29); además, le promete gracias para todos/as los que oren por ella o le presten servicios en su última enfermedad (L V.39).
Por último, con relación a sus escritos, la inspiración divina la compele a relatar las gracias recibidas (L II.10), para que, por su medio, muchas personas se sientan movidas hacia Dios y reciban gracias similares. El Señor quiere tener en sus escritos un testimonio de su divina piedad (L I.15). Promete gracias e indulgencias a quienes los leyeren con las debidas disposiciones (L V 33.34).
Santa Gertrudis tiene una conciencia muy aguda de haber recibido de Dios la misión particular de comunicar los arcanos de la piedad divina (L I.2.1). A partir de esta conciencia, ella desarrolla una notable actividad de intercesión, consejo y discernimiento espiritual con todo tipo de personas, que ha quedado reflejada en el Legatus. Por su propia vida mística ella es maestra de vida espiritual para sus contemporáneos y después de su muerte.
Hna. Ana Laura Forastieri, ocso
Monasterio de la Madre de Cristo
Hinojo – Argentina
[1] Extracto del artículo: Santa Gertrudis: ¿Doctora de la Iglesia? Planteamiento de la cuestión y perspectivas de estudio (Cistercium n° 258 [2012] 35-73). Disponible en www.cistercium.es
[2] Pablo VI: Homilía en la Misa del 4 de octubre de 1970, con ocasión de la proclamación de Santa Catalina de Siena como Doctora de la Iglesia Universal. En L’Osservatore Romano del 11 de octubre de 1970 (edición semanal en lengua española).
[3] Cfr. Pablo VI, Homilía en la Proclamación de Santa Tersa de Jesús como Doctora de la Iglesia Universal, el 27 de septiembre de 1970. En L’Osservatore Romano del 4 de octubre de 1970 (edición semanal en lengua española).
[4] Cfr.: Juan Pablo II: Divini Amoris Scientia 1 y 7.
[5] Benedicto XVI: Carta Apostólica del 7.X.2012, por la que se proclama a san Juan de Ávila Doctor de la Iglesia Universal. En L’Osservatore Romano del 14 de octubre de 2012, pp. 5-6 y 10.
[6] “L” designa: Legatus Divinae Pietatis. En número romano se indica el Libro, y en arábigo, capítulo y parágrafo.