Arquidiócesis Romana Católica Moscovita de la Madre de Dios[1]
Arzobispo
Moscú, 2 de febrero de 2013
¡Santo Padre!
Me permito escribir a Vuestra Santidad para apoyar la humilde petición expresada por las Órdenes Benedictina y Cisterciense, de elevar al grado de Doctora de la Iglesia a santa Gertrudis de Helfta.
Me mueve a apoyar la iniciativa de las gloriosas órdenes monásticas, la exacta percepción de que la reflexión y el testimonio escrito de santa Gertrudis son, como nunca, actuales para los fieles y para la entera comunidad cristiana, en las actuales circunstancias.
En su catequesis al Pueblo de Dios durante la audiencia general del 6 de octubre de 2010, Su Santidad expresaba con claridad que: “Gertrudis, una de las místicas más famosas, única mujer de Alemania que ha recibido el apelativo de ‘Grande’, por su talla cultural y evangélica, con su vida y su pensamiento ha incidido de modo singular en la espiritualidad cristiana. Es una mujer excepcional, dotada de particulares talentos naturales y de extraordinarios dones de gracia, de profundísima humildad y ardiente celo por la salvación del prójimo, de íntima comunión con Dios en la contemplación y pronta en socorrer a los necesitados”.
La doctrina de santa Gertrudis expresada en sus escritos, en particular la trinitaria y cristológica, además de ser profundamente conforme a la tradición de la Iglesia, es capaz de expresar la riqueza espiritual, bíblica y litúrgica, comunicándola no solo al hombre de su tiempo, sino traspasando confines y épocas, y llegando al hombre contemporáneo.
Su “eficacia comunicativa” se muestra bien, en la convincente y conmovedora expresión del amor trinitario: la caridad en la verdad, caritas in veritate, es aquello que hoy puede tocar y convencer al hombre moderno, de la belleza y novedad del encuentro con Cristo.
La pasión por el Sagrado Corazón de Gertrudis, como vía para una auténtica conversión, ofrece a la persona el camino para vencer el temor, abriéndola a la relación con Dios, fuente de la vida, de la vocación y de la misión, de las cuáles está investido todo hombre.
Con estos pensamientos y toda mi filial devoción en la comunión de la Iglesia, confío humildemente a Ud., Santo Padre, mi apoyo a tan noble solicitud.
+ Paolo Pezzi
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[1] Traducción: Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.