Pontificio Ateneo[1]
S. Anselmo
Rector Magnífico
12 de febrero de 2013
Santidad,
Como Rector Magnífico del Pontificio Ateneo de San Anselmo me uno de todo corazón a la iniciativa de las dos Órdenes Cistercienses y de la Congregación Benedictina de Solesmes que solicitan a Su Santidad la admisión de santa Gertrudis -única mujer de Alemania que recibió el apelativo de Grande- entre los Doctores de la Iglesia.
Por primera vez en la historia de la espiritualidad cristiana una mujer ha escrito una autobiografía espiritual, ya que así puede ser considerado el II Libro de su Legatus. Con su vida y su pensamiento Santa Gertrudis ha influido en gran medida en espiritualidad cristiana, y no solo en el pasado. Precisamente porque la eminens doctrina de la santa alemana es significativa para el cristiano actual, surgió el deseo de poder contarla en el número de los Doctores de la Iglesia. Usted mismo, Santo Padre, al término de la catequesis que le ha dedicado, remitiéndose al séptimo ejercicio de Santa Gertrudis, afirma: “Me parece obvio que éstas no son solo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de recta vía, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor”.
La teología de santa Gertrudis, profundamente trinitaria y cristológica, perfectamente ortodoxa, expresada en un lenguaje vivo y atrayente, une las razones de la mente a las del corazón, según la tradición monástica que encarna en la vida concreta la reflexión teológica, la espiritualidad bíblica y patrística, la celebración litúrgica y la dimensión comunitaria.
Un aspecto muy válido para los tiempos en que vivimos me parece ser su ilimitada confianza en el Señor, que se expresa en el originalísimo concepto de la suplencia: sin negar la necesidad del esfuerzo ascético, Gertrudis tiene una grandísima y exacta conciencia de la Gracia. Se une a los sufrimientos, a los méritos, a los deseos, a las oraciones de la santa humanidad de Cristo y los ofrece al Padre para que suplan, no solo su indignidad, sus negligencias y sus pecados, sino también su pequeñez aceptada y amada en la gratitud y en la libertad del corazón.
En la acción litúrgica y sobre todo en la Eucaristía ella aprovecha al máximo el encuentro con el Señor para rendir a Dios una alabanza perfecta: “Te in me, et me in te, in holocaustum laudis tibi, offero” (Ex. VI,68).
Alma exquisitamente eclesial y conciente de su misión para toda la Iglesia, Santa Gertrudis es una gran apóstol de la “divina pietas”, de la ternura de Dios con respecto a la humanidad y a cada uno de nosotros. Es tenida como la iniciadora de la devoción al Sagrado Corazón, la Teóloga del Sagrado Corazón. “In corde Gertrudis invenietis me”, canta la antífona de las vísperas de su fiesta. El corazón de Gertrudis y el corazón de Jesús se identifican, signo de aquél “intercambio de corazones” que después se volverá familiar para los místicos y del cuál se habla ya expresamente en el Legatus.
Santo Padre, la devoción a santa Gertrudis está difundida en todas partes del mundo, sobre todo donde están presentes los monasterios benedictinos y cistercienses. La enorme iconografía presente sobre todo en España y en América Latina (santa Gertrudis es Patrona de las Indias Occidentales), atestigua su culto.
Tengo el gusto de comunicarle que, desde que se ha comenzado a hablar de su posible doctorado, se han multiplicado las iniciativas, las publicaciones y los proyectos de congresos para renovar el conocimiento de sus escritos y presentar a los jóvenes la riqueza de su doctrina.
Por todo esto y por mucho más que podría agregar, le pido humildemente, Santo Padre, que tome en consideración la solicitud de incorporar a esta gran mujer, amante de Cristo, entre los Doctores de la Iglesia.
Devotísimo en el Señor,
Fr. Juan Javier Flores Arcas, OSB
Rector Magnífico