Inicio » Content » LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA EN “EL HERALDO DEL AMOR DIVINO” (III)

Detalle de la ornamentación del techo de la capilla de Ntra. Señora de Loreto, Universidad Mayor San Marcos, Lima,

primera universidad de Latinoamérica, fundada por los Jesuitas en 1551.

 

Olivier QUENARDEL, ocso[1]

La noción de Pietas en la tradicion que recibe Gertrudis de Helfta[1]

Tan fácil como es explorar la noción de pietas en la obra de Gertrudis, en la misma medida es difícil discernir las fuentes. Conociendo el interés de la santa por la liturgia, no podemos dejar de interrogarnos sobre las eventuales referencias litúrgicas de la pietas en el Heraldo. Teniendo en cuenta igualmente las bases patrísticas sobre las cuales se apoya, deberemos también estimar la pietas en los Padres que ella cita más frecuentemente. Finalmente, atrajo nuestra atención el aspecto sociocultural de la pietas en el medio griego latino y germanoparlante del cual depende Santa Gertrudis. Este último aspecto, menos corrientemente abordado, aporta a los dos primeros una clarificación que, lejos de serles indiferente, permite captar mejor el valor propio de cada uno de ellos.

 

A – Pietas en la tradición socio-cultural

En uno de los nueve excursus que acompañan la presentación del Ordinario de la Misa por Bernard Botte y Chirstine Mohrmann, uno se da cuenta del juego de significados al cual ha sido entregada la noción de la pietas desde la antigüedad:

“La pietas antigua tiene tres objetos: los dioses, los miembros de la familia, la patria. Lo que hace la unidad de estos tres objetos, es que al hombre antiguo se le aparecen como sagrados. Es pius el que tiene respeto a lo sagrado, ya sea que se trate del culto a los dioses o de los lazos de sangre. Esto es confirmado por la equivalencia con el griego eysebes, que expresa también un respeto religioso”[2].

A partir de ahí, el sentido se alarga y pius llega a designar al hombre virtuoso. Así el emperador Antonino recibe el sobrenombre de Pius a causa de su clemencia. Pero mientras que los paganos no habían dado jamás a sus dioses el epíteto de pii, éste se encuentra en la Biblia, donde pius es el equivalente de misericors, y traduce no ya el griego eysebes, sino oiktirmon y eleemosyne (2 C 30,9; Si 3,14) = “compasivo”[3].

Más interesante aún para nosotros es una ponencia de Josef Siegwaet de Friburgo. Según él, todo el que redactaba su obra en latín, posiblemente Gertrudis, como también otros autores germanófonos, habría pensado en primer lugar en alemán. En este caso cuando ella escribe pius o pietas, ella pensaría “erhaft” o también “erhaftidu” “aerhaftida”, que traduce el latín propitiatio. Reenvía para esto a un estudio de Elisabeth Karg-Gasterstädt, según la cual “erhaft” tendría por origen un antiguo sustantivo anglosajón, “era”, que significa ayuda, apoyo, seguridad. Incorporado al sistema de virtudes caballerescas, erhaft habría deslizado poco a poco hacia el sentido de “cuidar”, y entonces de clemencia, dulzura, gracia otorgada, misericordia.

“Los testimonios del alto alemán antiguo sobre la introducción de las nociones de dulzura, gracia y misericordia en la significación de “era”, son estrechamente asimilables en cuanto al tiempo y al lugar. Se trata de documentos escritos muy antiguos, que nos conducen a esta misma región donde “era” nos ha sido transmitido también como locus genitalis. Estos testimonios van raramente más allá del año 800”[4].

Sin duda no es posible determinar con exactitud la parte de influencia de este vocabulario en el pensamiento de Gertrudis y de sus hermanas, pero es muy verosímil que a estas monjas, salidas en su mayor parte de los medios de la aristocracia caballeresca no les serían extraños.

 

B – Pietas en la tradición patrística[5]

El último volumen del Heraldo aparecido en Sources Chrétiennes está seguido de un índice de citas patrísticas, de donde surge que es a san Agustín, san Gregorio el Grande y san Bernardo a quienes se refieren con más agrado santa Gertrudis y sus confidentes[6].Vale entonces la pena interrogar a estos tres grandes testigos de la tradición latina sobre el lugar y el rol de la pietas en sus escritos. La investigación que llevamos a cabo, apoyándonos en los trabajos de CETEDOC[7], muestra que cada uno de ellos pone pietas en relación tanto con Dios como con el hombre, aunque se debe tomar en cuenta la observación de Aimé Solignac a propósito de la piedad en la Edad Media: “… Varios autores, siguiendo a Gregorio e Grande insisten sobre un aspecto que Agustín había solamente insinuado: la piedad de Dios mismo, comprendida como fuente y modelo de la piedad del hombre… La originalidad de Gregorio es atribuir la piedad a Dios mismo a Cristo”[8]. En cuanto a esto, Gertrudis irá tan lejos al retomar la originalidad gregoriana, que reservará, por así decir, la pietas a Dios.

De la misma investigación surge que estos tres grandes doctores usan la expresión viscera pietatis aplicada a Dios. Si Gertrudis la ha encontrado en ellos, esto no la ha dejado ciertamente indiferente, y puede uno preguntarse si el uso que ella hace de la misma no encuentra allí su fuente primera[9]. Por otra parte, en la hipótesis de que Gertrudis haya leído a estos tres grandes doctores, ¿cómo explicar que no haya en ella ninguna huella de un versículo del Nuevo Testamento que ellos citan con predilección: “Es grande el misterio de la piedad” (Magnum est peitatis sacramentum, 1 Tm 3,16)? Esto parece aún más sorprendente desde que este versículo bíblico precede un desarrollo cristológico del cual Gertrudis no podía más que entusiasmarse[10].

Ahora bien, si se mira por el lado de ambiente lingüístico de la pietas revelada en el Heraldo, ¿se encuentran en Agustín, Gregorio el Grande y Bernardo lo calificativos de los que ha podido aprovecharse Gertrudis? Puesto aparte el aspecto de divina de la pietas, que en san Gregorio recibe también el matiz de superna, apenas en san Bernardo se encuentra frecuentemente (29 veces) el calificativo supereffluents, pero, parecería, fuera de toda relación inmediata con la pietas. Cuando Bernardo la utiliza es casi siempre en relación con Lc 6,38: “Se volcará una buena medida, tasada, sacudida, desbordante, en los pliegues de vuestros vestidos” (mensuram bonam, et confertam, et coagitatem, et supereffluentem, dabunt in sinum vestrum). El Heraldo también usa este versículo evangélico en L IV 16,1, con un muy largo comentario puesto en la boca del Señor. Es imposible que este versículo fuera la fuente a partil de la cual Gertrudis hubiera puesto un calificativo cuyas resonancias ella habría registrado leyendo a san Bernardo[11].

Nuestra investigación nos ha llevado igualmente a interrogar a nuestros tres doctores sobre la presencia en ellos del atributo incontinentissima, pero no son las raras menciones que ellos hacen de incontinentes las que permiten algún tipo de acercamiento con la utilización que hace santa Gertrudis.

En definitiva, es un pasaje del Sermón 61 de San Bernardo sobre el Cantar de los Cantares, el que nosotros percibimos como el más cercano a la concepción gertrudiana de la pietas. El Abad de Clairvaux comenta el versículo: “Paloma mía, en las grietas de la roca, en las cavidades del muro, muéstrame tu rostro y déjame oír tu voz” (Ct 2,1). Considerando las grietas de la roca como las cinco llagas de Cristo, Bernardo escribe:

“El secreto de su corazón parece encerrado en las llagas de su cuerpo; se ve ha descubierto este misterio de infinita bondad (magnum illud pietatis sacramentum), esta misericordia de Dios que ha venido a nosotros de lo alto del cielo. Nada mejor podían hacer sus llagas que mostrar a plena luz la dulce piedad de nuestro Señor. Porque no hay mayor compasión que la de dar su vida por las creaturas condenadas y destinadas a la muerte”[12].

Cuando se conoce el lugar de la devoción a las santas llagas en la obra de santa Gertrudis, y particularmente la devoción al Corazón de Cristo, no es temerario afirmar que, si bien no habría conocido directamente esta página de san Bernardo, sin embargo, ella misma y toda su obra se inscriben en la misma atmósfera de vibrante emoción frente a la revelación de la pietas Dei[13].

Guardémonos sin embargo de reducir a estos tres grandes doctores el juego de la influencia de la tradición patrística sobre santa Gertrudis[14]. ¿Se podría suponer, en efecto, que la presencia de capellanes dominicos y franciscanos en Helfta[15] habría suscitado en este medio de mujeres cultivadas, un real interés por los grandes autores contemporáneos: Alberto el Grande, Tomás de Aquino, Buenaventura y otros? Sin que sea posible acreditarlo, nada nos permite tampoco descartar sistemáticamente esta hipótesis, puesto que una santa Gertrudis podría encontrar con estos doctores de la eucaristía una materia rica y fecunda para nutrir su propia contemplación e inflamarse en su misión.

No se podría concluir esta mirada sobre la tradición patrística sin subrayar el impacto que ha podido tener, con el curso de los años, la Regla de san Benito sobre la monja de Helfta. El índice enumera 29 alusiones a san Benito o reenvíos a la Regla en la obra global de Gertrudis. Es decir que ella no ignora el texto fundador de la tradición monástica occidental. Ella no ignora entonces tampoco el admirable prólogo en el cual el padre bondadoso[16] que quiere ser san Benito, anima a sus hijos en estos términos: “He aquí que el Señor, en su bondad, nos muestra el camino de la vida” (Ecce pietate sua demonstrat nobis Dominus viam vitae)[17]. Única mención de la pietas en la Regla, Gertrudis no ha podido dejar de ser sensible al hecho de que san Benito, como ella y antes que ella, la reserva a Dios.

 

C – Pietas en la tradición litúrgica

Las investigaciones de Bernard Botte sobre el uso de pietas en la liturgia le condujeron a hacer esta observación: “... La noción de pietas en los libros litúrgicos es bastante compleja y se comprende que cause dificultades a veces a los traductores. Muestra así que la pietas es ya sinónimo de misericordia, ya tomada en el sentido de pietas eclesiástica, para manifestar la atención que la Iglesia tiene por los pobres, ya un simple equivalente de caritas. Nota igualmente que ‘este sentido propiamente cristiano’ del término no despliega toda su riqueza. Subsiste también en particular el sentido clásico, donde pietas se entiende la religio, y en ese caso “la pietas, aquí, es la verdadera religión, el verdadero culto que reposa esencialmente sobre la fe en el verdadero Dios”[18].

Sin dudar que santa Gertrudis haya podido jugar a su gusto en el gran abanico de estos significados, ¿es posible detectar en su obra uno u otro testimonio de la tradición litúrgica frente al cual su personalidad haya vibrado? La complejidad de su estilo, que reúne desordenadamente las reminiscencias más variadas, no facilita la exploración de la pietas propiamente litúrgica. Parece en todo caso posible desarrollar dos testimonios a las cuales Gertrudis ha podido referirse para edificar su propia comprensión de pietas:

1. El primero reenvía a una oración de la antigua tradición litúrgica[19]: la colecta secular del domingo onceavo después de Pentecostés, que el actual misal romano pone como oración de apertura del vigésimo séptimo domingo ordinario. He aquí la versión original y después la traducción francesa aprobada:

Omnipotens sempiterne Deus,

Qui abundantia pietatis tuae

et merita supplicum excedis et vota,

effunde super nos misericordiam tuam

ut dimittas quae conscientia meruit

Et adjicias quod oratio non praesumit.

 

En tu amor inagotable,

Dios eterno y todopoderoso,

colma a aquellos que te imploran,

mucho más allá de sus méritos y deseos;

derrama sobre nosotros tu misericordia,

librando nuestra conciencia de lo que la inquieta,

y dándonos más de lo que nos atrevemos a pedir.

Se habrá observado la expresión abundantia pietatis tuae que el francés desplaza para encabezar la oración con: “En tu amor inagotable...”. Retomada y cantada cada día de la undécima semana después de Pentecostés, uno puede preguntarse si esta colecta no sería un lugar-fuente donde la gran mística de Helfta hubiera encontrado tal vez la materia y la forma de su experiencia. Se recuerda, en efecto, que la expresión abundantiae pietatis hace parte integral del título del Heraldo (Legatus memorialis abundantiae divinae pietatis) y que ella aparece muchas veces en la obra de la santa[20]. La feliz conjugación en esta colecta de pietas con abundantia, no podría más que agudizar en ella la evidencia interior de esos efluvios desbordantes del amor que Dios no puede contener.

2. Otro documento de la tradición litúrgica que ha servido muy ciertamente de anclaje a la experiencia mística de santa Gertrudis y a la puesta en forma del Heraldo del Amor divino, es el himno Jesu, nostra redemptio, cantado el día de la Ascensión y durante la octava hasta Pentecostés[21]. Tres pasajes del Heraldo nos dan a pensar que este himno estaba entre las piezas litúrgicas preferidas de Gertrudis: L II, 20,8,7; L III,18,27,21; L V, 27,1,11. El segundo nos interesa a título particular ya que se trata de un día en que Gertrudis comulga y recibe del Señor la consigna de repetir cada día con devoción el himno Jesu nostra redemptio hasta el próximo día en que le tocara comulgar; se precisa también que “fue agradable al Señor que, para marcar la intensidad creciente de su deseo, ella repitiera cada día esta práctica de piedad, recitando el primer día una vez dicho himno, el segundo dos veces, el tercero tres y así sucesivamente...”. Es en la cuarta estrofa del himno que aparece la pietas:

Ipsa te cogat pietas

Ut mala nostra superes

Pariendo, et voti compotes,

Nos tuo vultu saties.

Activa en el sentido de cogere, la pietas aquí cantada no ha podido dejar de impresionar a Gertrudis, de quien hemos relevado diez pasajes con el uso de este verbo o de sinónimos que expresan la irresistible presión de la pietas obre Dios mismo. A esto se debe agregar que Gertrudis hace de esta estrofa ligeramente glosada, el refrán de su Séptimo Ejercicio Espiritual, invitando a aquél que lo practica a hacer suyas estas palabras, donde se reconoce el toque profundamente personal de la santa:

Tua te cogat pietas

ut mala nostra superes,

parcendo;

et me indignam voti compotem

in hora mortis absque impedimento

tuo dulcíssimo vultu saties,

ut mihi in te site perpetua requies[22].

Sea lo que sea del peso real del primer testimonio en la elaboración de la noción de pietas en Gertrudis, queda que, como el segundo, éste sitúa la pietas en la esfera divina. Agregándole la noción de abundantia, éste ha podido abrir a la autora de estas revelaciones el campo simbólico del desbordamiento y de la liquidez, que hemos hecho constar en el estudio del ambiente lingüístico inmediato de la pietas en Gertrudis[23]. En cuanto al segundo testimonio, perfecciona, parecería, esta constatación haciendo padecer a Dios la irresistible presión (cogere) de su pietas por el hombre, la cual en el Heraldo es cantada con el superlativo incontinentissima[24].

Sin duda no es por azar que nuestras investigaciones y descubrimientos sobre el uso de pietas en santa Gertrudis conectan bajo ciertos aspectos, con las conclusiones a las cuales llegó Walter Düring en su largo estudio Pietas litúrgica[25]. Mostrando cómo la teología litúrgica de pius-pietas, heredada a la vez de la Biblia, de los Padres y de la tradición cultural, él desarrolla un acercamiento que subraya inseparablemente al Dios trascendente y al Dios inmanente, poniendo el acento tanto sobre el tremendum como sobre el fascinans. Con relación al tremendum, el misterio exige veneración; es una santa majestad delante de la cual toda creatura debe reconocer su pequeñez, su nada y su indignidad; de ella recibe todo y a Él le debe una obediencia absoluta. Por lo que se refiere a lo fascinans, “el misterio entrega y hace gracia” es “una misericordia desbordante[26] que concede más de lo que nos atrevemos a pedir”. Parece que la pietas Dei, tal como la concibe Gertrudis, sea más bien el resultado del segundo acercamiento pero se verá en seguida que, por más confianza que ella tenga en la divina pietas, Gertrudis no es menos consciente de su pequeñez y de su pecado, guardándose también de un doble escollo: el laxismo que menosprecia la santidad de Dios y el pelagianismo que olvida que es únicamente Dios quien hace gracia.

Continuará

 


[1] Tercera parte de este artículo publicado en Cîteaux 44 (1993), pp. 253-286. Traducido por la hna. Ana Laura Forastieri del Monasterio de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina.

[2] Bernard Botte, “Pietas”, en Bernard Botte y Christine Mohrmann, L’Ordinaire de la Messe, Texte critique, traduction et études, Paris, Cerf 1953, pp. 141-143.

[3] Sobre la piedad en la Antigüedad cfr. también André Mehat, “I. La piété Antique” en art. “Piété”, DS, XII, 1986, cols. 1694-1714.

[4] Cfr. Elizabeth Karg-Gasterstädt, “Ehre und Ruhm im Althochdeustschen”, Beiträge zur Geschichte der deutschen Sprache und Literatur, 1948, BD 70, pp. 308-331. Este artículo ha sido tomado de: GÜNTHER EIFLER, Wege der Forschung, Band L VI, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft 1970, pp. 253-76, con el título: “Ritterliches Tugendsystem”. La cita está sacada de las páginas 264-265 de este último artículo.

[5] Hemos consultado el “Nouveau Du Cange”. En enero de 1991 las publicaciones no iban más allá del artículo panis.

[6] SC 331, pp. 333-337. El Heraldo hace 25 reenvíos a san Agustín, 9 a san Gregorio Magno, 45 a san Bernardo y 28 a san Benito.

[7] Se cuentan 881 usos de pietas en san Agustín, 383 en san Gregorio Magno, 531 en san Bernardo.

[8] Cfr. Aimé Solignac, “II. Moyen Age” en art. Pieté. DS, XII, 1986, 1714-1715.

[9] P 2,15; L II 2,2,8; L IV,7,1,10; L IV,9,1,7; L IV, 48,22,17. En la perspectiva de nuestro estudio es interesante señalar que L II, 2,2,8 y todo el contexto son una reminiscencia directa (L 1,78) del cantico del Benedictus que Gertrudis cantaba cada día en el oficio de Laudes. El uso que ella hace de viscera pietatis tiene el lugar de viscera misericoridae en el Benedictus; ya sea espontáneo o intencional de su parte, es en todo caso muy significativo el relieve eminente que toma a noción de Pietas en el Herlado.

[10] ¿Ha escuchado Gertrudis la lectura de 1 Tm 3,16 en el Oficio? En la medida en que el Misal Romano y su Leccionario hasta el Vaticano II había permanecido fieles a la tradición recibida de la Edad Media y anteriormente, 1 Tm 3,16 no se leía en la misa, pero se leían estas cartas de san Pablo en las Vigilias entre la octava de  la Epifanía y la septuagésima (Michael Andrieu, Les “Ordines Romani” du Haut Moyen-Age, II, Ordo XIII). Así, por ejemplo, los Ecclesiastica Officia cistercienses del siglo XII (8, 1-2) al prescribir la lectura de la semana en las vigilias nocturnas entre la Circuncisión y la Septuagésima e incluso en el refectorio, si este tiempo es breve (ed. Danièle Choisselet – Placide Vernet, La Documentation Cistercienne, vol. 22, 1989). Fueron raras, entonces, para Gertrudis, las ocasiones de escuchar este versículo durante  la liturgia. Se puede así observar, aunque ignoramos el antifonario en uso en Helfta, que hay alguna huella en el Heraldo de la antífona O magnum pietatis opus de Laudes del 14 de septiembre en el antifonario monástico, cuyo texto, en relación con 1 Tm 3,16, es por muy apropiado para conmover a la santa.

[11] Antes de que el primer domingo después de Pentecostés fuera la solemnidad de la Santísima Trinidad, se leía el evangelio de Lc 6,36-42, al cual pertenece el versículo de  la mensuram supereffluentem. En la época de santa Gertrudis la misa de este primer domingo era trasladada a la semana, como lo atestiguan los Ecclesiastica Officia 37,1 de los cistercienses (éd. cfr. nota 9). Es muy probable entonces que Gertrudis, salvo que la retuviera un impedimento de salud, hubiera escuchado este evangelio ciertos días de la semana después de la octava de Pentecostés.

[12] Traducción Albert Beguin: San Bernardo, Oeuvres Mystiques, Paris, Seuil, 1953, p. 631.

[13] Lilian Thomas Sank, “The Chrismas Mystery in Gertrud of Helfta”, Cistercian Studies 24, 1989/4, pp. 327-329, nota con mucha fineza las diversas facetas de la pietas en santa Gertrudis y su posible enraizamiento en la doctrina de san Bernardo, especialmente en este sermón 61 sobre el Cantar de los Cantares

[14] Cfr.: Índice de citas patrísticas, SC 331, pp. 333-337, que señala los nombres de Beda, Jerónimo, León el Grande, Hugo de san Víctor, Ricardo de san Víctor y Guillermo de saint-Thierry.

[15] SC 139, pp. 104-107.

[16] SC 181, p. 402: … admonitionem pii patris libenter excipe…

[17] SC 181, p. 416.

[18] Bernardo Botte y Christine Mohrmann, o.c., pp. 142-143.

[19] Cfr. J. Deshusses y B. Darragon, Concordances et talveaux pour l’etude des grands sacramenttaries, t. I, Fribourg, 1982, p. 151, que señalan la presencia de esta oración en los sacramentarios leoniano, gregoriano de Padua, Gelasiano de Gellone, glasiano de saint-Gall, y en el suplemento al sacramentario gregoriano.

[20] Cfr. Anexo II: abundantia = 13 veces.

[21] El Heraldo no permite decir con exactitud qué horas del Oficio se cantaba este himno en Helfta. ¿Sería a laudes y vísperas o en completas, conforme a la tradición cisterciense? (Cfr. Chrysogonus Waddell, The Twelfth-Century Cistercian Hymnal, t. I, Gethsemani Abbey 1984, pp. 123-124) Este himno ha sido conservado por la Liturgia Horarum, cf. Hymni instaurandi breviarii romani, Vaticano, 1968, p. 110, con una Introducción por A. Lentini donde se encuentra la indicación de los usos internos.

[22] SC 127, pp. 258-307. En siete pasajes en relación con las siete horas canónicas Gertrudis invita a retomar la estrofa que ella ha glosado. El texto glosado está enunciado en p. 260.

[23] Cfr. aquí abajo p. 9 y pp. 11-12: superefluentia divinae pietatis

[24] Cfr. aquí abajo p. 11: incontinentissima pietas.

[25] Walter Dürig Pietas liturgica, Regensburg, Verlag Friedrich Pustet 1958, p. 222.

[26] Es el alemán “überströmende” que traduce el desbordamiento de la misericordia. No se puede dejar de hacer la relación con el latín supereffluens, tan caro a Gertrudis.