Entre los días 17 y 22 de noviembre de 1969 tuvo lugar en el monasterio de Las Condes la IV Reunión de la Conferencia de comunidades monásticas del cono Sur. Teniendo en cuenta que hasta ahora tales reuniones llevaban el rótulo de “superiores monásticos” ya salta a la vista la primera característica de este encuentro: aunaba éste a 17 superiores (superioras) y delegados de monasterios con los mismos derechos y obligaciones. La primera Reunión monástica en Los Toldos, el año 1966, había sido exclusivamente de superiores y con razón, pues les tocaba a ellos abrir las primeras puertas a la renovación postconciliar; en la segunda Reunión (Siambón, junio de 1967), ya hubo algunos participantes no jerárquicos, pero sólo con derecho a voz; la tercera Reunión en Buenos Aires (1968) contó con la asistencia de varios representantes de las comunidades, pero tampoco votaron. En esta cuarta Reunión de Las Condes quedó consagrado el derecho de voto de los delegados elegidos o nombrados por sus comunidades al lado de sus respectivos superiores y la Conferencia cambió oficialmente su nombre de “Conferencia de superiores monásticos”, en “Conferencia de comunidades monásticas del Cono Sur”.
Fuera de este cambio, de por sí significativo y de proyecciones para el futuro, se señalaron como hechos de mayor relieve en esta reunión de Las Condes:
la presencia en la apertura y el primer día como invitado de honor, del P. Abad Gabriel Brasó, presidente de la Congregación de Subiaco, quien con su exposición ocupó las dos primeras sesiones, fijando en cierto modo el “nivel” de los debates posteriores;
las visitas oficiales del Sr. Nuncio apostólico, Mons. Carlo Martini y del Sr. Cardenal arzobispo de Santiago, Raúl Silva Enríquez, que dieron así una especie de “espaldarazo” jerárquico;
la asistencia por primera vez de una representante del Uruguay en la persona de Sor Inés Martínez Echenique, superiora de “Madre de la Iglesia” y de un representante de la comunidad de la Virgen de los Pobres en Quinchilca, Chile, en la persona del Hno. José Kasser;
la intensificación de la valiosa contribución cisterciense en esta búsqueda común del aporte monástico a la Iglesia en América Latina. Si bien los trapenses de Azul habían estado presentes desde la primera Reunión en Los Toldos, los de La Dehesa lo hacían ahora por vez primera. Más aún: la sesión de la tarde del 20 de noviembre se realizó en la misma Trapa de La Dehesa;
la alegría especial de tener en la reunión del Cono Sur a un observador del “Trapecio Norte” (valga la venia por usar el vocabulario del P. Prior de Usme, Colombia), en la persona del P. Lorenzo Wagner, superior de los benedictinos de S. Carlos, Bogotá.
Lamentable fue solamente la ausencia de los monjes y monjas de Santiago del Estero: faltaron las benedictinas de Mater Unitatis, faltó también el animador de las reuniones de Siambón y Buenos Aires el P. Mario Piazza. Esperamos que en la próxima reunión de Niño Dios no tengamos que echar de menos a los representantes santiagueños.
El término del mandato reglamentario de dos años para el presidente de la Conferencia y la promoción del ex‑secretario de la misma, el P. Eduardo Ghiotto, al cargo de abad del monasterio del Niño Dios, hacían necesarias nuevas elecciones. Ellas se realizaron el día 22 de noviembre con los siguientes resultados: Presidente de la Conferencia: P. Pedro Eugenio Alurralde; Vicepresidente: la M. abadesa Mectildis Santángelo; Secretario: el P. Agustín Roberts, OCSO, de Azul.
Mencionemos finalmente la enmienda de los estatutos de la Conferencia que se hizo sin dificultades y por unanimidad.
Pero más que de sucesos o decisiones (ni siquiera hubo las conclusiones o declaraciones habituales en este tipo de encuentros) la reunión de Las Condes lo fue de convivencia y acercamiento en caridad. Si no se labraron en ella nuevas instituciones, ni se establecieron estructuras de colaboración fuera de las ya existentes, en cambio se dio lo que sin duda es lo medular para un encuentro de cristianos: la unidad en la pluralidad, la caridad en la diversidad, la colaboración espontánea en el mayor respeto de las mutuas diferencias, la comprensión de una causa común cada vez mejor detectada.
La celebración eucarística que al final de cada jornada reunía a todos los asistentes con la comunidad de Las Condes era sentida muy nítidamente como cumbre y fuente de fraternidad. Los cantos y silencios, las varias lecturas y homilías, las oraciones de los fieles en que surgían espontáneamente las peticiones de todos los labios, el rodear todos el altar en fraternal corona (sin exceptuar las monjas), la comunión transmitida de mano en mano, con tribuían a que todos sintieran algo de la plenitud que Cristo ha puesto para siempre en esos signos suyos del pan y del vino.
Un punto en que más cristalizó esta perfecta convivencia fueron los grupos de reflexión, que habían aparecido por primera vez con mucha timidez al final de la reunión de Buenos Aires, y que aquí funcionaron mañana y tarde Por toda la semana.
Por la importancia que tuvieron estas reuniones más pequeñas sus deliberaciones fueron publicadas detalladamente en las actas.
Los “Cuadernos Monásticos”, fundados en la primera reunión de Los Toldos en 1966, se han afianzado a través de las diferentes reuniones como el órgano de expresión más estimado de las comunidades monásticas del Cono Sur. El P. Antonio Ghiotto de Niño Dios le dio su forma como primer director. Ahora Sor María Cándida Cymbalista, designada por unanimidad por la Conferencia, le sucede en el abnegado cargo.
En cuanto a la “Comisión intermonasterial de publicaciones”(CIP), fundada en la reunión de Siambón, no hubo esta vez, copio en Buenos Aires el año pasado, una pública rendición de cuentas. Sin embargo, en el año transcurrido desde aquella reunión las monjas de Santa Escolástica y los monjes de Las Condes tienen a su haber la traducción de varios comentarios bíblicos del alemán al castellano, realizados por encargo de la editorial Guadalupe (Hebreos, Gálatas y II Corintios).
La causa de la congregación benedictina del Cono Sur aparentemente no progresó tanto en Las Condes como en la pasada reunión de Buenos Aires, Digo “aparentemente”, porque si bien el tema no apareció sino el último, día y no se avanzó nada en la redacción del documento que serviría de carta de unión para la proyectada congregación, se logró esta vez algo mucho más valioso: la afinidad espiritual, la comprensión, el conocimiento mutuo y todo aquello sin lo cual los documentos y las uniones jurídicas resultan obras muertas.
Se encomendó a la comunidad de Las Condes que -de acuerdo con el Secretariado permanente‑ siguiese promoviendo este plan.
Pasando ahora a los temas que se trataron en la reunión, no hubo esta vez la coherencia del temario bonaerense (aquella tercera reunión estuvo consagrada al tema de la comunidad). Pero este defecto se hizo notar por los participantes y se tomaron las medidas del caso para que en la próxima reunión de Niño Dios fuese subsanado.
Hablaron (por orden cronológico) el Hno. Martín Correa sobre “Vocación universal a la santidad y vocación benedictina”; el P. Pedro Eugenio Alurralde sobre “Formación para la comunidad y fraternidad”, el P. Agustín Roberts sobre “El papel de los votos en la formación monástica”, y después sobre “Formación para la oración”; el P. Ignacio Bruni sobre “Algunos antecedentes sobre la situación latinoamericana”; el P. Lino sobre “Vida eremítica”; el P. Jorge Zorrilla sobre “Cómo vivir los valores permanentes de la vida benedictina en América Latina”. Además hubo dos conferencias fuera de temario que resultaron muy valiosas: el Dr. Juan Zañartu expuso la “Visión de un laico frente a la vida monástica” y el Hno. José Kasser esbozó los rasgos de la espiritualidad de la comunidad de la Virgen de los Pobres.
P. Mauro Matthei, osb
Las Condes
Santiago de Chile
Crónica publicada en Cuadernos Monásticos 11 (1969), pp. 38-45.