Inicio » Content » LA “DIVINA PIETAS” EN GERTRUDIS DE HELFTA. UN ESTUDIO SOBRE TEXTOS (III)

Santa Gertrudis entre los doctores y teólogos[1]. Grabado publicado en el libro “Vida de Santa Gertrudis Virgen”, autor anónimo,

Apostolado de la Prensa, Madrid, 1913.

 

Giuseppe Como[2]

4. El sentido de la sobreabundancia de la Pietas

Gertrudis expresa de manera insistente, repetida[3], el sentido de la abundancia, de la cualidad desmesurada, desbordante de la pietas divina: utiliza sobre todo el adjetivo supereffluens (podríamos traducirlo como “desbordante”, quizás también como “fluyente”), pero también liberlalis, liberalissimus, liberalissima pietas (generosísima), inmensa (sobre todo la misericordia) infinita, copiosa, y luego muy frecuentemente incontinens:  podríamos traducir con irrefrenable, sobreabundante, exuberante, algo que no se puede contener (14 veces en el Legatus) e incontinentissima (6 veces). Según el estudio de O. Quenardel[4], son ocho los adjetivos que califican la pietas, de los cuales el más utilizado es sin ninguna duda divina, con 55 menciones contra 26 de gratuita, y luego 14 para incontinens, 13 para supereffluens, 12 para benigna, 10 para liberalis y para dulcis, 8 para largiflua (estos adjetivos a veces toman la forma de sustantivos: supereffluentia, liberalitas, etc; también se encuentran en superlativo: incontinentissima, supereffluentissima, dulcissima, etc.) Quenardel relaciona en particular incontinens/incontinentissima con superefluens: una sobreabundancia que no puede ser contenida conduce inevitablemente al desbordamiento. Es copiosa también la pietas de la Madre Dios, María, graciosa mediadora (interventrix) para todos los pecados de Gertrudis ante la misericordia de Jesús[5].

La pietas, observa Quenardel, nunca está en falta: ¡demasiado grande es la pietas de Dios para que Él pueda contenerla! Le desborda, como si Él no lograra manejarla, es una realidad que no atiende razones. Es  la “impotencia de la Omnipotencia” por la cual, no solo Dios no opone ninguna resistencia a su pietas, sino que esta es en sí misma, por así decir, el sujeto y el objeto de una lucha de la cual Él salde al mismo tiempo vencido (devictus) y vencedor. Esto es lo paradójico que el Legatus trata de poner en escena para que el lector pueda confiarse sin oponer, ni siguiera él, la mínima resistencia[6]. Y en cambio Dios muestra su omnipotencia en el poder de “contenerse” (“me continere”) de contener su ira hacia el pecador, hasta el punto de ser tolerante con las personas imperfectas, a fin de conducirlas por la vía de la perfección  a través del libre albedrío[7].

En términos teológicos, se podría decir que Gertrudis proclama incansablemente el exceso de la gracia divina. Cf. por ejemplo el capítulo 20 del Libro II del Legatus: la divina pietas supera con mucho (longe superans) las miserias de Gertrudis (parágrafo 8) y Dios la ha atraído y unido a Sí, como si el número de los justos no fuera suficiente para colmar el exceso (nimietas, la demasía) de su pietas (parágrafo 10).

En síntesis, con Quenardel se puede decir que pietas expresa una efusión de pura gracia, gratuita y sobreabundante, que se derrama sobre el hombre, más allá de toda medida, con un matiz propio de la ternura.

Para expresar esta sobreabundancia, Gertrudis elige sobre todo el vocabulario de la liquidez: Gertrudis habla del “pleagus tuae incontinentissima pietatis” (el océano de tu incontinentisima piedad), un océano que jamás se agota[8]; la pietas divina es descrita también como abyssus[9]; Gertrudis testimonia que el Señor ha “licuado” su alma con sus múltiples caricias[10].

Pero sobretodo es notable un pasaje del IV Ejercicio en el cual aparece todo el vocabulario de la liquidez:

Ecce quasi minima guttula bonitatis tuae, et tu totius dulcedinis plenum mare.

Eia o amor, amor, aperi, aperi super me tantillam viscera tuae pietatis.

Stilla super me omnes cataractas tuae benignissimae paternitatis.

Rumpe super me omnes fontes magnae abyssi tuae infinitae misericordiae.

Absorbeat me profundum tuae charitatis.

Demergar in abyssum maris tuae indulgentissimae pietatis.

Peream in tui vivi amoris diluvio, sicut perit stilla maris in suae plenitudinis profundo.

Moriar, moriar in tuae immensae miserationis profluvio,

sicut moritur scintilla ignis in fluminis impetus validissimo.

Involvat me tuae dilectionis stillicidium.

Vitam mihi auferat tui amoris poculum […][11].

El desbordarse de la gratuita bondad divina pone en dificultad la capacidad receptiva de Gertrudis: ella no puede absorber en su pobreza tanta abundancia de gracia. Gertrudis tiene la sensación de que el Señor hace caer sobre ella una lluvia torrencial, pero ella se ve como una plantita incapaz de absorber tanta agua. Entonces Jesús la conforta diciéndole que la pondrá sobre su Corazón y se le comunicará poco a poco[12], con dulzura y suavidad, según la medida de su capacidad: así cada mañana el Señor inspirará a Gertrudis algunas páginas que ella escribe sin esfuerzo, hasta la medida establecida[13]. En un largo pasaje del Legatus en cambio, es la sobreabundante pietas divina que, paradójicamente, modera la fuerza de la mirada de Jesús, como luz que penetra el alma y los huesos de Gertrudis, casi como vaciándola por dentro y sosteniéndola con la sola potencia de su esplendor: así precisamente, la desmesurada pietas divina adapta, destila diríamos, las visiones como los abrazos, los besos y las otras efusiones del amor, según los tiempos, los lugares y las personas[14].

La metáfora de la liquidez inspira también la descripción misma de la naturaleza de los efectos de la pietas divina. Es en virtud de su superefluentissima liberalitas pietatis (la muy sobreabundante generosidad de tu piedad), que Dios se ha ligado con un “débito de gracia” a Gertrudis, la creatura más indigna e ingrata, derramando sobre ella regueros de un licor dulcísimo, como un torrente de néctar que embriaga a los santos (véase también la proximidad de la pietas con la dulzura). Aquí emerge también la idea de la gratuidad de la pietas[15].

 

5. Una pietas eficaz, alcanzada mediante una experiencia afectiva

La pietas en Gertrudis conoce también el sentido del cuidado, de la vigilancia de la custodia amorosa: la pietas divina ha sacudido la inercia de Gertrudis, invitándola a vigilar sus propios sentidos, a no dejar vagar las propias pasiones (affectiones) allá donde estas se pierden como ovejas no guardadas[16]. Cuando Gertrudis ha cedido a la malicia y a la ligereza, ha experimentado la mirada de serena bondad del Señor que la ha reconducido a tal “dulcedo piate adommotionis” hasta convencerla que el Señor no habría podido inclinarla a un tal deseo de purificación a través del terror de las amenazas[17].

La pietas divina ha iluminado el intelecto de Gertrudis haciéndole comprender cómo el alma, morando en el cuerpo de la fragilidad humana, se encuentra como envuelta en la niebla. Son los sufrimientos del cuerpo los que dan luz al alma; pero más aún, las aflicciones y pruebas del corazón, vividas en la humildad y la paciencia. Y aún más es por las obras de la caridad que el alma es serenada y resplandece[18]. Si la pietas opera eficazmente sobre la inteligencia espiritual de Gertrudis, todavía esta es percibida y asimilada por la monja de Helfta a través de una modalidad prevalentemente afectiva: según el Prólogo del Heraldo, el título de la segunda parte del libro (es decir los actuales Libros III-V) es Legauts divinae pietatis, porque “pietatis meae supereffluentia in ipso aliqualiter praelibatur”[19]. La pietas es alcanzada mediante el gusto; pero también mediante la memoria afectiva: Legatus memorialis abundantiade divinae pietatis, es decir el anuncio de la pietas divina para que permanezca en la memoria de los elegidos”[20]. Siempre el Prólogo, narra las visitas con las cuales Gertrudis ha sido consolada en ocasión de algunas fiestas de parte de la divina pietas: también aquí se trata de una comunicación afectiva[21]. La pietas de Dios no es, en consecuencia, tanto un atributo divino que venga comunicado sobre todo a la compresión intelectual, ni sobre todo una característica del obra de Dios, que Gertrudis contempla en el testimonio de la Escritura, sino una experiencia accesible al afecto vivaz y pronto del amigo de Dios.

La pietas es un sentimiento (pietatis affectus) eficaz, que pide una gratitud concreta (gratittuidinis effectus)[22]. Es un intercambio de afectos, un comercio de amor (pietatis negotium)[23] que describe la aventura espiritual inicaida en enero de 1281 con la “conversión” de Gertrudis, cuando el Señor comenzó a tratar con ella dentro de sí, como lo hace un amigo con su amigo, o mejor el esposo con la esposa, favoreciéndola con frecuentes visitas y también con una presencia permanente”[24].

Continuará

 


[1] El grabado se refiere al siguiente texto del Legatus Divinae Pietatis: “Este libro se comenzó el año del Señor de 1289 bajo el desbordante flujo de la gracia divina. Posteriormente fue examinado y aprobado por eminentes teólogos de la Orden de Predicadores y Hermanos Menores, a petición de las superioras del monasterio. Ha sido leído y examinado en primer lugar por el hermano Enrique Mulhousen, hombre sabio y lleno de Espíritu Santo. También por el hermano Enrique Weriungerode que residía en el convento de Halle. Lo examinó cuidadosamente el hermano Burch que hacia 1300 estaba de lector en el convento de los Hermanos Menores de Halberstadt, de gran renombre tanto por sus conocimientos como por una gracia especial de espiritual unción. Además lo analizó con más profundidad el hermano Nicolás, lector en Hildeshein, Prior de Halberstadt, hacia el año del Señor de 1301. También el hermano Teodorico de Apola, que trató frecuentemente con Gertrudis y dio su plena aprobación a sus palabras y estilo. Igualmente el Maestro Godofredo König, reconocido Maestro, tan inflamado en el celo de la voluntad divina por las palabras de Gertrudis que, en adelante vivió felizmente toda su vida con admirable piedad y deseo de Dios. Lo mismo el hermano Herman de Loweia, lector en Leipzig de la Orden de Predicadores, y otros de la misma Orden, dignos de crédito, que al escuchar las palabras de Gertrudis dieron también en conciencia ante Dios claro testimonio de ella. Otro, después de leído y examinado diligentemente el libro escribió lo siguiente: “Confieso ante la verdad de la luz divina que nadie realmente poseedor del Espíritu Santo de Dios se atrevería a rechazar temerariamente estos escritos. Más aún, confortado por el Espíritu veraz del único amador del género humano, me obligo a defender contra cualquiera estos escritos hasta la muerte” (L I, Aprobación de los Doctores).

[2] Giuseppe Como es presbiterio de la diócesis de Milán desde 1990. Ha obtenido el doctorado en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, enseña Teología espiritual en el Seminario Arzobispal de Milán y en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional. Es rector para la formación al Diaconado permanente de la diócesis de Milán.

[3] Continuamos publicando la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y del autor, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.

[4] O. Quenardel, La notion de “pietas”.

[5] Cf. Legatus II,16,3

[6] Cf. O. Quenardel, La notion de “pietas”.

[7] Cf. Legatus II,17. Cf. también un pasaje de Exercitia VII,380-383, un himno al Corazón de Cristo: “O cor manans dulcedine. O cor redundans pietate. O cor supereffluens charitate. O cor distillans suavitate. O cor plenum miseratione(N. de T.: Oh corazón que mana dulzura, oh corazón rebosante de piedad, oh Corazón desbordante de caridad, oh corazón que destila suavidad, oh corazón lleno de misericordia).

[8] Cf. Legatus II,23,9.

[9] Cf. Legatus II,4,3; ver también Exercitia III,193: “abyssum misericordiae tuae” (el abismo de tu misericordia); y Exercitia IV,87: “abyssum charitatis tuae” (el abismo de tu caridad); y en Legatus II,23,23, Gertrudis invoca el “effluenti abysso pietatis tuae” (copioso abismo de tu piedad).

[10] Cf. Legatus II,23,8

[11] Exercitia IV,330-347. N. de T.: “Soy como una ínfima gotita de tu bondad y tú eres el océano lleno de dulzura. Oh amor, amor, abre, abre sobre mi pequeñez las entrañas de tu bondad. Derrama sobre mí las cataratas de tu benignísima paternidad. Arroja sobre mí todos los manantiales del gran abismo de tu infinita misericordia. Que me absorba el abismo de tu amor. Que sea sumergida en el abismo del mar de tu misericordiosísima bondad. Que me anegue en el diluvio de tu amor vivo, como desaparece una gota de agua del mar en la profundidad de su inmensidad. Que muera, que muera en el torrente de tu inmensa piedad, como muere la chispa de fuego en la corriente impetuosa del río. Que me envuelva el rocío de tu amor. Que la copa de tu amor tome mi vida […]”. Las palabras resaltadas son del autor.

[12] Cf. Legatus II,10,2: “par inspirations repetees” (por inspiraciones repetidas), en la traducción de P. Doyère en Gertrude d’Helfta, Oeuvres spirituelles, t. II, Le Héraut, 275

[13] Cf. Legatus II,10,2-3. P. Doyère piensa que con estas imágenes Gertrudis quiere decir que su gracia mística no consiste en una fulgurante inspiración intelectual, sino en una humildísima docilidad a las confidencias del amor (cf. Gertrude d’Helfta, Oeuvres spirituelles, t. II, Le Héraut, 275, n. 2).

[14] Cf. Legatus II,21,4.

[15] Cf. Legatus II,19,1; cf. también Legatus II,20,8.

[16] Cf. Legatus II,13,1.

[17] Cf. ib idem.

[18] Cf. Legatus II,15,1.

[19] Legatus Prol. 4,14-15 (N. de T.: porque en él se pregustará algo de la superabundancia de mi ternura”).

[20] Cf. Legatus Prol. 5,8-10.

[21] Cf. Legatus Prol. 7,6-7.

[22] Cf. Legatus II,12,3.

[23] Cf. Legatus II,23,5.

[24] Cf. Legatus II,23,6.