Inicio » Content » LA “DIVINA PIETAS” EN GERTRUDIS DE HELFTA. UN ESTUDIO SOBRE TEXTOS (IV)

Visión del pelícano[1]. Grabado publicado en el libro “Vida de Santa Gertrudis Virgen”, autor anónimo, Apostolado de la Prensa, Madrid, 1913.

 

Giuseppe Como[2]

6. La recepción de la Pietas: confidentia de Gertrudis

Hay un capítulo del Legatus dedicado a la extraordinaria confidentia[3] que Gertrudis cultivaba hacia el Señor[4]. Especialmente con relación a la eucaristía, ninguna de las advertencias que encontraba en la Escritura (cf. 1 Co 11,27-29) o en los autores espirituales, acerca del peligro de recibirla indignamente, le impidieron jamás comulgar; no ya por los méritos de su esfuerzo de perfección, que más bien consideraba nulos, sino por la firme esperanza que ponía super pietate Domini (en la bondad del Señor). Así, el haber olvidado oraciones o ejercicios de preparación a la Comunión no la inducían a abstenerse de comulgar, sosteniendo que el humanus conatus (el esfuerzo humano) frente al superexcelens gratuitium donum (eminente don gratuito) de Dios, era como una gota con respecto al océano; y sabiendo que ninguna preparación podría hacerla digna de aquel don, se esforzaba en recibir ese sacramento con el corazón puro y amor devoto[5]. Gertrudis tenía además el hábito de postrarse a los pies del Señor Jesús para ser purificada de las inevitables manchas del día; pero cuando recibía con abundancia la generosidad del perdón divino, se abandonaba libre y plenamente al beneplácito de Dios y se ofrecía como un instrumento apto para que el Señor ejerciera “omne opus amoris in ipsa et cum ipsa” (toda obra de amor en ella y con ella), al punto de que no dudaba de tratar a la par con el Señor Dios del universo[6].

Cuando, durante la oración o mientras hacía una buena acción, le venía algún pensamiento de vanagloria, Gertrudis no lo rechazaba, sino que continuaba con lo que estaba haciendo, diciéndose a sí misma que, si alguno la hubiera visto cumplir aquella obra buena y hubiera estado impulsado a imitarla, entonces el Señor habría obtenido de esta persona este fruto de alabanza[7]. Creemos que también aquí se puede acoger la libertad de Gertrudis frente a una concepción demasiado estrecha de la ascesis, a partir del horizonte de la misericordia divina, en la cual se mueve. En este sentido se puede interpretar también un pasaje del Legatus: lo que agrada mayormente al Señor en Gertrudis es su liberas cordis (libertad de corazón); mediante esta gratia libertatis (gracia de la libertad) ella llega a un altísimo conocimiento espiritual y a un amor ferviente, porque en todo momento está disponible para recibir los dones de Dios, no permitiendo que su corazón se apegue a nada que haga obstáculo a Dios mismo[8].

O. Quenardel ha estudiado cuidadosamente le tema de la recepción de la pietas en los creyentes[9], precisamente bajo el perfil de la relación entre la pietas y la confidentia. Observa sobre todo como el Prólogo del Legatus nos advierte muy pronto de las condiciones requeridas para que la lectura del libro sea fructuosa: se habla de una devota intentio spiritualis, es decir de una “intención recta”[10]: los matices dados al adjetivo devota recuerdan un pasaje del Libro III[11], donde se dice que la devotio puede faltar al hombre sin que por ello le sea retirada a atención de la pietas Dei. Al contrario de lo que ocurre con la divina pietas, aquí sucede que este desbordamiento es recibido por el creyente dentro de un receptáculo al mismo tiempo vacío y capaz de contenerlo.

Paradójicamente, la pietas será tanto más capaz de revelarse al hombre que ella encuentre más capaz de “derramarse” o de “contenerse”. Así debe entenderse la continentia que se requiere del hombre. Tanto cuanto Dios es incontinente en su pietas, así el hombre debe ser “continente” para custodiarla. En un pasaje del Legatus[12] se dice que la continentia de Gertrudis tiene el puesto de la luna en el cielo donde Dios pone su morada. En otro pasaje[13] el verbo continere aparece cinco veces: se trata de retener los sentidos corporales para preservar el disfrute de Dios. Si esta continentia llegara a faltar, la divina pietas no estaría condicionada más que como lo está ante la falta de “devoción” en el hombre. Tanto la continentia como la devotio contribuyen en gran medida a hacer la experiencia de la pietas, pero puesto que esta es divina, es gratuita, absolutamente libre de expandirse sobreabundantemente.

El contexto lingüístico inmediato de la divina pietas -siempre según el monje francés- permite afirmar que la confidentia del hombre es el terreno de predilección de la pietas; e inversamente, la falta de confidentia es su mayor obstáculo. La falta de devoción o de continencia privan al hombre del placer de Dios, pero no impiden a Dios ejercitar su pietas; sin embargo, la falta de confianza por lo menos retarda el completo despliegue del juego de su misericordia[14]. Parece precisamente que sea la presencia o la ausencia de confianza en el hombre, lo que en el Heraldo toca, interactúa con la divina pietas, como se ve en positivo en Legatus III 7, donde la confidentia del hombre tiene tanto poder sobre la pietas de Dios, que el corazón de Cristo resulta traspasado. Aquí la pietas de Dios se confiesa ella misma vencida por la confidentia, vencida al punto que el Corazón divino de Jesús es traspasado. ¿Se debe decir entonces que el hombre tiene poder sobre Dios? Sí, responde Gertrudis, es la fuerza del amor de Dios que quiere ser vencido por la confianza de aquellos que ama. Dios no los resiste. Tiene el corazón traspasado, se scioglie, son las cataratas de la pietas que irrumpen en el valle de la humanidad, cualquiera sea la profundidad de su miseria[15].

Continuará

 


[1] El grabado se refiere al siguiente texto del Legatus Divinae Pietatis: “Una vez en que Gertrudis había recibido la comunión, cuando se recogía en su intimidad, el Señor se le mostró en forma de un pelícano, como suele representárselo, perforando su Corazón con el pico. Al preguntar ella, sorprendida: ‘¿Qué quieres enseñarme, Señor mío con esta imagen?’, le respondió el Señor: ‘Que consideres cómo ofrezco este inestimable don (la Eucaristía) movido por grandes impulsos de amor; hasta tal punto que, si no fuera impropio decirlo así, preferiría permanecer muerto tras la entrega de este don, antes que negárselo a un alma amante. Que consideres además de qué excelente manera es vivificada tu alma una vez recibido este don, para una vida que durará eternamente, como es vivificado el pollito del pelícano con la sangre del corazón de su padre.” (L III, 18, 12).

[2] Giuseppe Como es presbiterio de la diócesis de Milán desde 1990. Ha obtenido el doctorado en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, enseña Teología espiritual en el Seminario Arzobispal de Milán y en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional. Es rector para la formación al Diaconado permanente de la diócesis de Milán.

[3] Continuamos publicando la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y del autor, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.

[4] Cf. Legatus I,10.

[5] Cf. Legatus I,10,3,1-18.

[6] Cf. Legatus I,10,2,1-8; es muy interesante la traducción italiana de este pasaje en una edición antigua: “felice di prendersi una specie di rivincita col Dio del suo cuore” [feliz de tomarse una especie de revancha con el Dios de su corazón]; L’araldo del divino amore. Rivelazioni di S. Geltrude, Traduzione autorizzata a cura di una Romita Ambrosiana del Sacro Monte di Varese, Tipografia Arciv. dell’Addolorata, Varese 1965, 50).

[7] 39 Cf. Legatus I,11,3,1-5.

[8] Cf. Legatus I,11,7.

[9] Cf. O. Quenardel, La notion de “pietas”.

[10] Que es lo opuesto a la vana curiositas: cf. Legatus V,34,1,19-24.

[11] Legatus III,18,20.

[12] Legatus I,9.

[13] Legatus III,30,36.

[14] Cf. Legatus I,10,5,9-14.

[15] Cf. Legatus II,1,1.