«(...) El que sembró tolera la mezcla... Hubiese sido lícito a los siervos decir: “¿Quieres que vayamos y recojamos la cizaña?”. Les molestó ver la cizaña y lamentaron verla mezclada a tan buena cosecha. Y dijeron: “¿No sembraste buena semilla? ¿De dónde viene el que apareciera la cizaña?”. Él les dio razón de su procedencia; sin embargo, no permitió que fuese arrancada antes de tiempo. Aunque los siervos mismos estaban enojados contra la cizaña, con todo pidieron el consejo y la orden del dueño. Les disgustaba que la cizaña se hallase en la cosecha; pero veían que, si hacían algo por su propia cuenta aun en el arrancar la cizaña, ellos mismos iban a ser contados entre la cizaña. Esperaron que el dueño se lo mandase...: “¿Quieres que vayamos y la recojamos?”. Él dijo: “No”. Y les dio la razón: “No sea que, al querer recoger la cizaña, arranquen también el trigo”. Tranquilizó su indignación y no los dejó en el dolor. Cosa grave parecía a los siervos que hubiese cizaña entre el trigo, y ciertamente era grave. Pero una es la condición del campo y otra la tranquilidad del silo. Tolera; para esto has nacido. Tolera, porque tal vez eres tolerado tú. Si siempre fuiste bueno, ten misericordia; si alguna vez fuiste malo, no lo olvides. ¿Y quién es siempre bueno? Si Dios te examinara atentamente, descubriría que ahora eres malo más fácilmente que tú piensas que fuiste siempre bueno. Por lo tanto, ha de tolerarse esta cizaña en medio del trigo...
(...) Ahora, por tanto, no es el tiempo de la separación, sino el de la tolerancia. Y no decimos esto, hermanos, para que dormite el afán en corregir. Al contrario, para no llegar como incautos a aquel juicio y como ciegos que descuidaron su ceguera; para que no nos encontremos repentinamente a la izquierda; para eso, que se imponga la disciplina, pero que no se anticipe el juicio»[1].
[1] San Agustín de Hipona, Sermón 47,6 (en torno al año 410, pronunciado en Hipona); trad. en: Obras de san Agustín, t. VII, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 41981, pp. 670-672 (BAC 53). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.