El evangelista san Marcos
Siglo VI
Evangeliario de Rossano
Rossano, Italia
Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre.
“El suyo era el caso frecuente de hombres que no se atreven aún a recibir los sacramentos de Cristo y, sin embargo, favorecen al nombre cristiano, hasta acoger a cristianos por el único motivo de que son cristianos. De ellos se dice que no perderán su recompensa; no porque ya deban verse protegidos y seguros por la benevolencia que tienen hacia los cristianos, aunque no estén lavados por el bautismo de Cristo ni estén incorporados a su unidad, sino porque ya están gobernados por la misericordia de Dios de tal manera que llegan a esos hechos y salen seguros de este mundo. Efectivamente, ésos, incluso antes de asociarse al número de los cristianos, son más útiles que aquellos otros que, llamándose ya cristianos e imbuidos incluso de los sacramentos cristianos, persuaden tales cosas que arrastran consigo al castigo eterno a aquellos a quienes las persuaden”[1].
[1] San Agustín de Hipona, Concordancia de los evangelistas, 4, 6, 7 (trad. en: La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores de la época patrística. NT. 2. Evangelio según san Marcos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2000, pp. 187-188). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.