Jesús cura al ciego
1308-1311
Duccio di Buoninsegna
Siena, Italia
“… Los milagros de nuestro Señor y Salvador deben ser recibidos de manera que a un tiempo se crea que se han obrado en realidad y que, además, nos dan a entender que tienen otra significación; porque sus obras, a la vez que manifiestan su poder, hablan también de algo misterioso.
Vean, en efecto, que, según la historia, ignoramos quién fuera este ciego, pero hemos descubierto a quién representa según el misterio; pues el ciego es el género humano, que, expulsado de los gozos del paraíso en la persona de su padre y desconocedor de la claridad de la luz sobrenatural, padece la ceguera de su condenación; y, con todo, por la presencia de su Redentor recobra la vista para que vea ya con el deseo los gozos de la luz interior y encamine los pasos del bien obrar por la senda de la vida. (…)
Por consiguiente, hermanos queridísimos, si conocemos ya la ceguera de nuestra peregrinación; si, creyendo ya el misterio de nuestro Redentor, estamos sentados junto al camino; si, orando cada día, pedimos a nuestro Hacedor la luz de la vida; si, después de estar ciegos, esa misma luz alumbra nuestro entendimiento para que vea, sigamos con las obras a Jesús, a quien vemos con el entendimiento. Miremos por dónde va y sigamos sus pasos imitándole, ya que sigue a Jesús quien le imita…”[1].
[1] San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, I,2,1. 8 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 542.545 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.