Inicio » Content » DOMINGO SEGUNDO DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"
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Jesús llama a Pedro y Andrés

Hacia 1370

Lorenzo Veneziano

Venecia, Italia

«Andrés fue en busca de su hermano Simón y compartió con él el tesoro de su contemplación. Condujo a Pedro al Señor. Cosa sorprendente. Andrés no es todavía discípulo, y ya es conductor de hombres. Enseñando comienza a aprender y adquiere la dignidad de apóstol. Hemos encontrado al Mesías. Después de tantas noches de insomnio a la orilla del Jordán, ahora hemos encontrado el objeto de nuestros deseos. Pedro fue rápido en seguir esta llamada. Era el hermano de Andrés y avanzó lleno de fervor con el oído atento. Tomando a Pedro consigo, Andrés lleva al Señor a su hermano según la naturaleza y la sangre para que se beneficie de su enseñanza. Es la primera hazaña de Andrés. Ha hecho crecer el número de discípulos, ha presentado a Pedro, en quien Cristo encontrará al jefe de sus discípulos. Esto es tan verdad que cuando, más tarde, Pedro tenga una conducta admirable, la deberá a lo que Andrés había sembrado. Pero la alabanza dirigida a uno recae igualmente en el otro. Porque los bienes del uno pertenecen al otro, y cada uno de los dos se glorifica con los bienes del otro.

¡Qué alegría procuró Pedro a todos cuando respondió rápidamente a la pregunta del Señor, rompiendo el silencio embarazoso de los discípulos! Según la gente, dijo Jesús, ¿quién es el Hijo del hombre? (Mt 16,13). Entonces, como si fuese la lengua de los que habían sido interrogados, y como si todos respondieran por él, dijo él solo en nombre de todos: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16). En una frase proclamó al Maestro y su designio de salvación. Admirable armonía de las palabras. Las que utilizó Andrés para llevar a Pedro, las suscribe el Padre desde el cielo al inspirar las mismas a Pedro. Andrés había dicho: Hemos encontrado al Mesías. El Padre dicta a Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»[1].

 


[1] San Atanasio de Alejandría, Sermón en alabanza de san Andrés, 3-4; PG 28,1103-1106; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, N 12. Atanasio nació hacia el 295, en Alejandría. Se convirtió al cristianismo en su primera juventud. Ordenado lector por Alejandro, recibió luego el diaconado y devino secretario del obispo hacia el 318, cuando empezaba a desarrollarse la controversia arriana. Acompañó a su obispo al concilio de Nicea (325). A la muerte de Alejandro (328), Atanasio fue elegido obispo de Alejandría. En el año 335, el sínodo arriano de Tiro lo depuso, y fue desterrado a Tréveris. Comienza entonces una larga serie de destierros, sufridos por defender la fe nicena (17 años, 6 meses y 20 días de exilio; 22 años, 5 meses y 10 días en su sede). En su tercer destierro (356) huyó al desierto de Egipto con los monjes. En el año 366 volvió Atanasio de su quinto y último destierro. El 2 de mayo de 373 murió a los 78 años de edad. En 1568 el Papa san Pío V declaró solemnemente a san Atanasio: Doctor de la Iglesia, junto con san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo.