Inicio » Content » LA DULCÍSIMA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Santa Gertrudis y santa Matilde ofreciendo su corazón al Niño Jesús. Giuseppe Rossi (ca. 1700). Monasterio de San Severino, Las Marcas (Italia).

 

Durante el canto de las Vigilias de la Natividad del Señor se le apareció a Gertrudis el seno inmaculado de la gloriosa Virgen transparente como cristal purísimo por el que brillaban todas sus entrañas inundadas y colmadas por la divinidad, como suele brillar a través del espejo el oro envuelto en un velo de seda multicolor. Igualmente aparecía aquel Niño pequeño y encantador, unigénito del Padre supremo, que mamaba con deleitosa avidez el corazón de la virginal Madre. Con ello comprendió que así como la humanidad de Cristo se alimentaba con leche virginal, de igual modo su divinidad se deleitaba al gozar con la pureza de su inocentísimo y amantísimo corazón.

Cuando la comunidad se inclinaba profundamente por reverencia a la encarnación del Señor, al cantar en el XII responsorio: El Verbo se hizo carne[1], oyó Gertrudis al Señor que le decía: “Cuantas veces se inclina alguien a estas palabras con devoto agradecimiento y me da gracias por que me digné hacerme hombre por su amor, otras tantas estimulado por mi propia benignidad, me inclino hacia él con inmensa condescendencia y desde lo más profundo del amor de mi Corazón ofrezco a Dios Padre el fruto de mi santísima humanidad duplicado, para aumento de la bienaventuranza eterna de ese hombre”.

Al final de dicho responsorio, a las palabras y de verdad[2], se adelantó la Virgen María maravillosamente adornada con la doble gloria de la virginidad y de la maternidad y se acercó a la primera hermana del coro de la derecha, puso su brazo derecho sobre el hombro de ella y estrechándola tiernamente depositó en su alma al noble Niño, el más hermoso entre los hijos de los hombres[3]. Pasaba así por todo el coro delante de la comunidad  y depositaba al amado y tierno Niño en cada hermana a la que abrazaba tiernamente. Mientras todas tenían aquel tierno Niño en los brazos de sus almas, algunas parecían sostener la cabeza con gran cuidado y comodidad o la colocarán en mullido almohadón. Otras sostenían la cabeza del niñito con menos cuidado y la dejaban caer de manera incómoda para él. En esto comprendió ella que las personas que ofrecían libremente su voluntad a Dios para todo lo que a él le complaciera sostenían la cabeza del amantísimo Jesús como en suave almohadón con gran comodidad, es decir con su buena voluntad. Aquellas en cambió que tenían una voluntad rígida e imperfecta permitían que la cabeza del Niño cayera de manera incómoda.

Por lo tanto, carísimos hermanos, limpiemos nuestros corazones y nuestras conciencias de toda resistencia y ofrezcamos nuestros corazones al Señor con voluntad libre y total, para todo lo que le plazca, ya que en todo desea ardientemente nuestro progreso, y no permitamos turbar ni por un pestañear de ojos el reposo de tan dulce y tierno Niño que con tanta condescendencia se digna inclinar y reposar en lo más profundo de nuestra intimidad.

Santa Gertrudis (Legatus divinae pietatis IV,4-6)

 

 

Santa Gertrudis - Saludo Navideño 2015

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Conmemoración de Santa Gertrudis en Tres Arroyos

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[1] Jn 1, 14.

[2] Jn 1, 14.

[3] Sal 44, 3.