Inicio » Content » LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SANTA GERTRUDIS. PRINCIPIOS LITÚRGICO-SACRAMENTALES PARA VIVIR EN PLENITUD LA UNIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD (IX)

Santa Gertrudis, imagen de molde de colección, de pasta policromada, 12 cms.

Francisco Asti[1]

8. Desear la vida eterna

El último ejercicio trata acerca de reinar junto con la Trinidad en la eternidad[2]. Con esta meditación, Gertrudis anticipa lo que será un tema característico de toda la espiritualidad cristiana: de modo bene moriendi[3] (sobre el arte del buen morir). La intención se sugiere desde el título de la reflexión: reparación de los propios pecados y preparación a la muerte[4]. El deseo de Dios halla concreción en este ejercicio, porque el creyente anhela vivir eternamente con Dios. De este modo se completa el camino espiritual. La liturgia y los sacramentos anticipan el gozo eterno, así como la experiencia mística muestra un destello de la luz eterna. Ahora la reflexión se tensa sobre el fin de la experiencia mística, que es la unión con Dios en el paraíso. El deseo de la vida eterna, experimentado en el tiempo y en el espacio, debe ser siempre alimentado, para que todas las acciones del creyente reflejen el amor de Dios a su creatura. Gertrudis incita al lector a tomar un impulso espiritual, dedicando un día a reparar sus pecados, en vistas a la visión beatífica. Los términos caros a la monja hacen de conclusión a su itinerario místico.

La reparación es el motivo que ha inducido al Hijo de Dios a querer entrar en la historia de la humanidad, para que toda la creación pueda retornar al Padre en eterna comunión, por la acción santificadora del Espíritu Santo. Para desear la vida eterna es necesario hacer un discernimiento serio y completo de la propia vida, con el propósito de alejarse de todo lo que separa de Dios. Uniéndose a la reparación de Jesucristo, el creyente puede aspirar a la vida eterna y gozar de las alegrías del paraíso.

La humanidad de Jesús hace entrar al creyente en la comunión con Dios. Como en las Revelaciones, la pasión de Jesús es el motivo central de la meditación, porque los sentimientos de amor y de dolor se manifiestan en su concreción. Todo el ejercicio está impostado sobre una perspectiva típicamente cristológica, que ayuda al lector a discernir la propia vida a partir de las perfecciones que Jesús ha mostrado en su existencia. Estas mismas perfecciones pueden también reflejarse en clave trinitaria. Si bien no todas ellas están expresamente atribuidas a las tres Personas divinas, con todo, son reconducibles a Ella por medio de la persona del Verbo. Dios es misericordioso, es rico en paz, es caridad perfecta.

El creyente debe elegir un día para dedicarse al recogimiento profundo en sí mismo, para dialogar con Dios Amor. La materia del diálogo es la vida del creyente, a partir sus aspectos oscuros, que han empañado la imagen del Verbo inscrita en su alma. La suppletio tiene la función de aplacar la ira de Dios, devolviendo a la creatura la posibilidad de colaborar con la gracia, para restaurar dicha imagen, desfigurada por el pecado.

El desarrollo del séptimo ejercicio consiste en pasar vista de los pecados y de toda pequeña negligencia, para sentir con la gracia sacramental, la remisión de los pecados, aspirando así a la vida eterna. Gertrudis presenta como fundamental la unión del creyente con la pasión de Cristo, para gozar de la remisión de los pecados y de la visión beatífica. Los grados para prepararse a la muerte son siete, siguiendo las horas del Oficio Divino. Los pasos están definidos por otras tantas perfecciones divinas, que tienen por fin incitar al creyente al discernimiento. Así tenemos: la misericordia, la verdad, la paz, la sabiduría, la caridad, la bondad y la perseverancia. Estas perfecciones son objeto de la meditación, a partir de la pasión de Jesús, por la cual el creyente asocia, por ejemplo, la misericordia con su apresamiento. Gertrudis aplica la suppletio utilizando los diversos momentos de la pasión de Jesús. El creyente desea estar junto a Jesús, cuando fue arrestado, despojado de sus vestiduras y ridiculizado. Con su unión a Jesús encadenado, el alma experimenta el profundo amor del Hijo de Dios, que no se lamenta ni se desliga, sino que acepta y ofrece su dolor por la salvación de la creatura. Así, el alma pasaría, de enemiga de Dios, a ser su amiga, viviendo una intensa vida espiritual y respetando todos los deberes de la vida monástica[5].

La perfección de la verdad está asociada al juicio que Jesús padeció ante el Sanedrín. Gertrudis evoca aquí otras cualidades, como la equidad y la abnegación. En este examen de conciencia se detiene en haber desperdiciado el tiempo y no haber hecho fructificar los dones recibidos de Dios. La resolución consistirá en suplir estas faltas, ofreciendo el cáliz de la verdad, que Cristo bebió por la salvación del mundo[6]. Gertrudis se unirá a Jesús juzgado, para ser objeto de la misericordia divina.

El don de la paz brota de la sangre derramada en la flagelación. La hora canónica es la de Tercia, en la cual los consagrados son invitados a orar para estar prontos a la hora de la muerte[7]. Jesús flagelado, coronado de espinas y ultrajado, no responde con otras tantas malas acciones, sino que muestra el rostro pacificado de quien está cumpliendo la voluntad del Padre. También Gertrudis desea vivir este estado interior: ante las golpizas morales y espirituales, permanecer unida a Dios, sin reaccionar de mal modo. Quiere apropiarse de todas las amarguras que Jesús ha vivido en esos momentos, para poder proporcionarle un poco de alivio.

 La hora de Sexta es la hora de la muerte de Jesús[8]. La crucifixión y la muerte del Nazareno están representadas por la perfección de la sabiduría. Desde lo alto de la cruz, el Redentor dona al universo entero la sabiduría renovadora. Gertrudis reflexiona sobre el perdón que abre el corazón al amor de Dios. Dejarse perdonar por Dios y dar el propio perdón a los demás, empujan al creyente a acercarse siempre más a la vida eterna.

 A la hora de la muerte de Jesús, Gertrudis medita sobre el amor de Dios por los pecadores. El pedido en este pasaje, es el de unir la propia muerte a la del Cordero, para poder llegar con seguridad a la patria celestial junto con Cristo. El amor cubre toda forma de pecado, sana todas las heridas del corazón, por las cuales el creyente vuelve al Padre, rico en todo bien. Gertrudis contempla la muerte, no como momento doloroso de la vida, ni como desgarramiento de una vida ociosa, sino más bien como obra de amor y fuente de dulzura[9]. El himno a la muerte es una composición poética de altísimo valor estético y espiritual. En éste, la monja identifica los términos caros de la tradición, sobre la preparación a la buena muerte: superación de los sentimientos de angustia y de temor a la hora del tránsito, reconciliación con los hombres y con Dios mismo, posesión de la vida eterna, comunión con Dios.

En vísperas, la reflexión es sobre la bondad de Dios. La imagen que Gertrudis ofrece al lector para meditar es el sacrificio de Jesús. La evocación sacramental, ya que la monja une el sacrificio cruento de Jesús en la cruz, con el incruento, vivido en los altares[10].  Gertrudis señala el sacramento como el modo concreto de unirse a Jesús, para ser ofrecida viva al Padre, por el don del Espíritu Santo. Con la acción de gracias se suple toda imperfección, se repara todo pecado, para poder aspirar así, a la vida eterna.

Las completas concluyen el ejercicio con un coloquio de amor que tiene por objeto la perseverancia, virtud típica de la vida monástica. Gertrudis invita al lector a vivir santamente, empeñándose con dedicación en la vida virtuosa. Los últimos pasos están representados por dos referencias al Corazón de Cristo, espiritualidad propia del Monasterio de Helfta. Ser introducidos en el jardín del Corazón, significa vivir las bodas con el Esposo celestial; implica una vida de total dedicación a Él, para gozar de la eternidad. Al caer el sol, se está entre los brazos del amado, que todo lo perdona y todo lo cubre con su amor.

 

Conclusión

Los principios litúrgico-místicos que aporta Gertrudis han mostrado que la unión con la Santísima Trinidad acontece a través de la comunión personal con Jesucristo. La experiencia trinitaria es un verdadero y propio encuentro, vivido en plenitud, tanto en la liturgia como en los sacramentos. La esponsalidad es el elemento característico del lenguaje de la monja, que recurre a las páginas del Cantar de los Cantares para describir su propia experiencia de fe. En los Ejercicios tenemos una visión teológica y espiritual de la relación entre la Trinidad y el creyente; tenemos una constante referencia a la experiencia mística, releída con categorías propias del ambiente monástico femenino, y en particular de la reflexión propia del grupo de Helfta. Aun cuando Gertrudis se detiene a describir con términos psicológicos la relación con la Trinidad, ofrece siempre consideraciones que fundan una teología del corazón propiamente dicha. La objetividad de sus reflexiones hunde sus raíces en el Dios cristiano, que se auto-comunica a la persona humana. El aspecto afectivo está siempre unido al cognitivo, por lo que la presencia de Dios en la vida del creyente funda la subjetividad humana. El diálogo que se construye es verdadera relación personal. La familiaridad interior de Dios, participada por la creatura humana, consistirá en tomar conciencia de la reciprocidad personal. En la Trinidad, la creatura descubre que es persona amada y deseada. Los Ejercicios tienen por finalidad hacer gustar de nuevo aquella familiaridad que parte del bautismo y que será plena en la vida eterna. El amor favorece una conciencia clara de la propia pertenencia a Dios. Caminar en la escuela del afecto significa crecer en la conciencia de que la Santísima Trinidad está al origen de la creatura y es el seno que la acogerá en la eternidad.

 

Para descargar en PDF:

Francisco ASTI: Los Ejercicios Espirituales de Santa Gertrudis. Principios litúrgico-sacramentales para vivir en plenitud la unión con la Santísima Trinidad.

 


[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] Erasmo da Rotterdam, La preparazione alla morte, Ed. Paoline, Cinisello Balsamo (MI) 1984. Alfonso María de Ligorio, Apparecchio alla morte cioè considerazioni sulle massime eterne, Edizioni San Paolo, Milano 2011.

[4] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 1-8. LE, 167.

[5] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 57-68. LE, 170-171.

[6] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 95-97. LE, 173.

[7] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 132-135. LE, 175.

[8] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 192-195. LE, 179.

[9] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 331-367. LE, 188-190.

[10] Gertrude D’Helfta, Les exercices, VII, 482-485. LE, 197.