Santa Getrudis recibiendo la instrucción de Jesús, óleo, autor anónimo, Monasterio Cisterciense de Santa Mª del Río, Liérganes, Cantabria, España.
Laura Grimes Ph. D[1]
El rasgo más inmediatamente evidente del Heraldo del Amor Divino de Gertrudis de Helfta es el estilo cambiante de su latín y de la voz de la autora. La obra comienza con un relato en tercera persona sobre las virtudes de Gertrudis en el Libro I, y continúa con el relato orante y en primera persona de su conversión, en el Libro II. Finalmente vuelve a un relato en tercera persona de sus visiones, con comentarios teológicos y consejos devocionales, en los Libros III a V. Estos cambios reflejan el hecho de que Gertrudis compuso el Heraldo en colaboración con una o más hermanas anónimas de Helfta, en el curso de al menos una década. Su compleja historia redaccional está relatada en descripciones completas pero no totalmente claras, que aparecen en varios lugares a lo largo del texto de los cinco libros. Lo más interesante es que el Prólogo de la obra describe su composición con la metáfora femenina y colaborativa del parto. Se dice que dos libros anteriores habían sido unidos por la Voluntad de Dios. El Memoriale abundantiae Divinae suavitatis (Memorial de la Abundancia de la Divina Dulzura) escrito por Gertrudis misma y el Legatus Divinae Pietatis (Heraldo del Amor Divino) compilado por sus hermanas, con la cooperación activa de Gertrudis. La combinación de esas dos obras se relaciona con la imagen del parto del texto final, que lleva el título completo -algo rebuscado y raramente usado- de Legatus Memoriale Abundantiae Divinae Pietatis o “El Heraldo: un memorial de la abundancia de la Divina Dulzura”[2].
Los especialistas del Heraldo frecuentemente lamentan el hecho de que solo el libro II -el diez por ciento del texto final- fuera escrito por Gertrudis personalmente. Muchos estudios se enfocan en el análisis del Libro II, olvidando o excluyendo a veces muchos ricos pasajes que se encuentran en el resto de la obra. Este trabajo propone un diferente punto de vista de la obra, a través de un análisis de la historia de la composición del Heraldo, como está registrada en su Prólogo, el cual ha recibido poco análisis textual serio. Una lectura cuidadosa del rico Prólogo -aunque desconcertantemente breve- proveerá una clave para la interpretación de la compleja obra maestra de Helfta. El texto focaliza la atención en la monja de Helfta que escribió el Prólogo, no Gertrudis misma, si bien el nombre de aquella no aparece. Se resalta también la autoría común, que incluye a Dios y a varias instancias de escritoras, transcriptas y lectores/as. Este énfasis del Prólogo contrasta con la tendencia de algunos intérpretes a minusvalorar la parte de autoría colectiva del Heraldo en comparación con el Libro II, escrito en forma independiente por Gertrudis. Intentaré una lectura más fiel de la evidencia textual, en la cual la autoría común se reconoce como una fuerza, no como una debilidad. La forma del texto final del Heraldo es perfectamente expresiva de su contenido. Expresa vivamente lo que tanto Gertrudis como sus hermanas quieren resaltar: que cada creyente está llamado a la santidad, que esta solo viene en comunidad y que los dones extraordinarios dados a una persona singular son para edificar a todos.
La autoridad y la inspiración del Heraldo
El Prólogo comienza evocando el Espíritu Santo, frecuentemente pasado por alto entre los especialistas, que prefieren el enfoque en Cristo encarnado y crucificado.
“El Espíritu Paráclito, dispensador de todos los bienes, que sopla donde quiere[3], como quiere y cuando quiere, busca, según sea más apropiado, mantener secretas sus inspiraciones. Pero en orden a la salvación de muchos, también dispone de modo conveniente sacarlas a la luz, como es evidente en esta sierva de Dios. Si bien la superabundacia de la ternura divina nunca cesó de fluir en ella de modo continuo, sin embargo, él dispuso una pausa antes de que manifestarla al exterior. De ahí que el presente libro se escribiera en momentos diversos. Así, una parte se escribió ocho años después de haber recibido la gracia y la segunda parte se completó unos veinte años después”[4].
El Espíritu es identificado como el Paráclito, extendiéndose sobre el sentido de la cita de Jn 3,8, al subrayar que el Espíritu sopla no solo donde quiere sino también como y cuando quiere. Esto recuerda posibles escépticos que ellos no saben cuándo el Espíritu viene o se va y que esa inspiración puede también tener lugar en una comunidad monástica femenina[5]. El Espíritu “distribuidor de todos los bienes”, alienta secretamente en Gertrudis y luego sopla a través de la composición de la obra, ad salutem plurimorum (para la salvación de muchos). Así como Jesús en la última cena dice que su sangre será derramada “para la salvación de muchos”[6], el Prólogo dice que la sobreabundante corriente de la divina ternura fluyó a través de Gertrudis en sus experiencias y fuera de ella por la composición del Heraldo.
En este párrafo también se llama a Gertrudis, la sierva de Dios, famula Dei, un término común en las vitae, vidas de los santos. El sinónimo ancilla Dei se usa a veces en el Liber Specialis gratiae para referirse a Matilde de Hackeborn. Este modo de identificar a Gertrudis al comienzo del libro enfatiza su estatus de elegida y señala la naturaleza hagiográfica del Heraldo. Sin embargo, la obra no la llama así de nuevo ni utiliza su nombre; en cambio se refiere a ella simplemente como ista o ipsa. Esto subraya su inserción en la comunidad y presagia la transformación de las convenciones hagiográficas que será evidente en el resto de la obra, especialmente en el Libro I. En esta transformación del género vita al presente de Gertrudis y en sus propias intuiciones teológicas, las monjas de Helfta destacan la naturaleza común de la santidad. Su explícita inclusión de la historia de la conversión y los logros de Gertrudis, dentro de su formación y sus relaciones en Helfta, enfatiza que la transformación personal tiene lugar en y por la comunidad cristiana.
La autora del Prólogo luego sigue describiendo la historia de la composición de la obra “en dos partes”. Sin embargo, lo que frecuentemente se ha pasado por alto es que el Memoriale abundantiae divinae suavitatis y el Legatus divane pietatis no son simplemente partes de una obra híbrida. La continuación del Prólogo describirá cada parte como un libro completo en sí mismo, con su propia integridad textual, detallada historia de composición, puesta en marcha y aprobación divinas[7]. La metáfora del parto se usa para describir su combinación en un tercer libro final. Esto destaca que el producto final es sinergético[8] y que va mucho más allá de la suma de sus partes. Como el hijo de un matrimonio, el texto final del Heraldo está vinculado, aunque de distinta forma, a cada uno de los libros progenitores y tiene una plenitud que nunca se podría haber logrado sin la unión. Esto resalta la característica principal de la obra compuesta: el complejo inter-juego entre la persona y la comunidad y la fecundidad del intercambio espiritual por medio del diálogo, que aquí llega a ponerse por escrito.
Continuará
[1] La Rev. Dr. Laura M. Grimes es una investigadora independiente especializada en la teología y la espiritualidad femenina medievales. Se graduó como Doctora en la Historia de la Cristiandad por la Universidad de Notre Dame en 2004 con una tesis titulada: Theology as Conversation: Gertrud of Helfta and Her Sisters as a Readers of Agustine (La teología como diálogo: Gertrudis de Helfta y sus hermanas como lectoras de san Agustín). Ha presentado y publicado en varios contextos sus estudios sobre El Heraldo del Amor divino y los Ejercicios Espirituales de santa Gertrudis, incluyendo el refundado monasterio de Helfta en Eisleben, Alemania. Este artículo fue publicado en Cistercian Studies Quarterly 42.3 (2007) 329-345. Traducido con los debidos permisos por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[2] Estos títulos para los libros progenitores así como también para el texto hijo resultante, aparecen en los parágrafos 2, 3 y 4 del Prólogo. Los estudiosos modernos frecuentemente abrevian el título completo del texto final como Legatus Divinae Pietatis o Heraldo del Amor Divino. Para evitar confusiones, este estudio se referirá al texto final simplemente como el Heraldo, reservando el título completo de Heraldo del Amor divino para el segundo libro progenitor, antes de su unión con el primero.
[3] Cf. EvJn 3,8.
[4] Gertrude D’Helfta, Le Héraut (Libres I et II), Introduction, edition, translation an notes, Pierre Doyère, Sources chrétiennes (= SCh) 139 (Paris. Cerf, 1968), Prol 1, 108 (a continuación se cita: SCh 139); Gertrud the Great of Helfta, The Herald of God’s Loving-Kindness, Books One and Two, translated and annotated by Alexangra Barratt, Cistercian Fathers (= CF) 35 (Klamazoo: Cistecian, 1991), 31 (a continuación se cita CF 35).
[5] En Jn 13-17, el discurso de despedida de Jesús en la última cena, aparecen las únicas cuatro menciones al Paracletus en la Vulgata: Jn 14,16. 26; 15,26 y 16,7. La conexión entre texto y experiencia y la atribución de autoridad teológica a las mujeres están resaltadas por la identificación de Gertrudis y sus hermanas con los discípulos de Jesús como testigos del Evangelio formados por el Espíritu Santo.
[6] Cfr. Mc 14,24; Mt 26,28.
[7] Este tema es confuso porque la autora del Prólogo usa indiscriminadamente liber / libri para referirse a cada uno de los libros progenitores antes de su combinación, para el libro final combinado en su forma actual y para las cinco divisiones más tardías. Este estudio, en aras de la claridad, reserva “libro” (con minúscula) para el Memoriale y el Legatus divinae pietatis antes de su combinación y “Libro” para los cinco libros en que está dividido el actual Heraldo después de la unión. El texto final combinado del Heraldo será referido por su nombre (Heraldo) o como “obra” o “texto”.
[8] N. de T.: syn-ergeia: obra común.