Grabado de santa Gertrudis impreso en Lima (siglo XVIII).
Laura Grimes Ph. D[1]
Un Memorial de la Abundancia de la Divina Dulzura (cont.)
La autora del Prólogo subraya la reticencia de Gertrudis a escribir sobre sus experiencias, revelando que esto es no solo la voluntad de Dios sino también la de los superiores del monasterio. Esta es una retórica estándar de humildad, concerniente especialmente a las mujeres escritoras, pero también subraya el estatus de la obra como un proyecto comunitario. Gertrudis declara que hará todo lo que pueda para evitar su puesta por escrito y Dios responde que no es solo el mandato de su superiora sino también la voluntad divina, que ella coopere en el proceso. Sometiéndose a esta directiva Gertrudis pide a Dios que de un título al libro, como le había pedido antes para que Memoriale, y recibe como respuesta: “Legatus Divinae Pietatis”:
«Luego ella, conformando su entera voluntad al divino beneplácito, dijo al Señor: “¿Qué título quieres que tenga este libro, amadísimo Señor?”. El Señor replicó: “El libro de mi voluntad será llamado El Heraldo del amor divino, porque en él se derramará algo de la desbordante abundancia de mi amorosa bondad divina”»[2].
En el Prólogo, Dios llama dos veces al Legatus divinae pietatis “mi libro” y en los capítulos finales del Libro V, se refiere del mismo modo a la obra compuesta Heraldo[3]. Esta aprobación destaca la autoridad del libro, así como su semejanza con la Escritura, y la importancia del texto -más que de Gertrudis misma o de las reliquias de su cuerpo- como lugar de la revelación y de la gracia divina.
Gertrudis responde no al enfoque en la Pietas de Dios o amor divino, sino al título de Heraldo, señalando más bien tímidamente, que los heraldos tienen gran autoridad, y preguntando qué autoridad pretende Dios dar al libro, al concederle dicho nombre. Ella recibe prontamente la promesa divina de gracias para los lectores devotos, así como las tuvo para el Libro I:
«El Señor respondió: “Por virtud de mi divinidad concedo que todo el que lo lea para alabarme con fe recta, humilde devoción y religiosa gratitud, buscando su propia edificación, recibirá la remisión de los pecados veniales, obtendrá el don de la consolación espiritual y además llegará a ser capaz de gracias más abundantes”»[4].
La historia paralela de la composición, bendición y autorización de cada uno de los dos libros predecesores del compuesto final Heraldo, indican la similitud entre ellos y la igual importancia de Gertrudis y sus colaboradoras, como autoras.
El Heraldo: un memorial de la abundancia de la divina Dulzura
Después de la larga terminación y bendición de cada uno de los libros progenitores, el quinto párrafo del Prólogo relata cómo Gertrudis se dio cuenta de que Dios quería que ambos fueran unidos en uno solo (conjungerentur in unum). Los armónicos maritales de estos términos están resaltados por la metáfora del parto, usada para describir el origen híbrido de la obra. Cuando Gertrudis pregunta en la oración como debería titularse este texto final combinado, recibe esta respuesta:
«Como el nacimiento de un hermoso niño a veces lleva a su padres a mirarse el uno al otro afectuosamente, así yo predispuse que este libro debía resultar de la unión de las dos partes y que el título emerja de ambas, a saber: “El Heraldo, un memorial de la abundancia del amor divino”, porque él será el heraldo de mi amorosa bondad para memoria de aquellos que he elegido»[5].
Son todos los lectores, los que aquí se mencionan como divinamente “elegidos”; no solo Gertrudis. Esto destaca el énfasis del texto final en la santidad de Gertrudis, más como un modelo humano y en gran medida imitable, que como una intercesora distante y perfecta.
Si bien el Prólogo comienza diciendo que el Heraldo fue escrito en dos partes, aquí clarifica que el texto final se formó de hecho por la combinación de los dos anteriores libros completos. El título correcto de la obra compuesta: Legatus Memorialis abundantiae divinae pietatis, largo y raramente usado, es evocativo de su origen[6]. La consideración del compuesto final como un hijo, revela que este y cada uno de los libros progenitores son distintos pero están conectados, y que cada uno vale la pena por sí mismo, si bien son aún más efectivos en combinación. La metáfora del parto es intrínsecamente comunitaria: excepto la Virgen María, según la creencia cristiana, ninguna mujer puede dar a luz sin un padre que le ayude a quedar embarazada. Y es crucial para el bienestar de la madre y el hijo tener al menos una asistente del parto. En los tiempos medievales frecuentemente una partera, junto con una mujer experimentada, parientes y amigos. Prestar atención a este relato más completo de la historia de la composición de la obra, afecta significativamente la interpretación del texto final. Considerar este simplemente como un libro en dos partes puede fomentar la tendencia a sobrevalorar el Libro II y olvidar el resto. En ese caso, se valoran los materiales compilados y se los considera completos, solo cuando están conectados con la sección escrita por Gertrudis misma; pero esta no fue la visión de Gertrudis, ni de su comunidad, ni de Dios, de acuerdo con el Prólogo.
Esta tendencia interpretativa se puede encontrar en las hipótesis de Pierre Doyère sobre la historia de la composición del Heraldo[7], que han sido seguidas en muchos estudios posteriores. En su Introducción a la edición crítica del Heraldo, describe su visión de la historia de la composición de la obra sin mencionar la descripción del Prólogo sobre la redacción y combinación de dos libros previos:
“La obra primitiva y central es el Libro II, escrito por santa Gertrudis misma (…). Los Libros III, IV y V fueron escritos por otra monja, una confidente de la santa, durante su vida al menos en su mayor parte. La redactora especifica que la obra se completó veinte años después de la gracia recibida, es decir, sin duda cerca de la muerte de santa Gertrudis (…) Una vez completado el trabajo de compilación, se compuso el Libro I en alabanza de santa Gertrudis y para hacer conocer los temas de su santidad; este constituye una suerte de Vita Prima”[8].
Sin citar prueba textual alguna, y a pesar del relato del Prólogo sobre el texto híbrido como compuesto de dos, no de tres partes, Doyère separa el actual Libro I de los Libros III a V, relegándolo al estatus de introducción escrita en último escrito y menos importante.
Continuará
[1] La Rev. Dr. Laura M. Grimes es una investigadora independiente especializada en la teología y la espiritualidad femenina medievales. Se graduó como Doctora en la Historia de la Cristiandad por la Universidad de Notre Dame en 2004 con una tesis titulada: Theology as Conversation: Gertrud of Helfta and Her Sisters as a Readers of Agustine (La teología como diálogo: Gertrudis de Helfta y sus hermanas como lectoras de San Agustín). Ha presentado y publicado en varios contextos sus estudios sobre El Heraldo del Amor divino y los Ejercicios Espirituales de santa Gertrudis, incluyendo el refundado monasterio de Helfta en Eisleben, Alemania. Este artículo fue publicado en Cistercian Studies Quarterly 42.3 (2007) 329-345. Traducido con los debidos permisos por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[2] Pr 4, SCh 139: 112; CF 35: 33.
[3] En la última aparición de Gertrudis en el Heraldo, después de la dramática visión de su cercana muerte, ella ve a Jesús llevando el libro completo en su corazón y llamándolo “mi libro”. Él le promete permear cada palabra con su dulzura divina como se unta la miel en el pan; después hace la señal de la cruz sobre el libro y compara su poder salvífico con el de las especies eucarísticas consagradas. Luego expresa complacencia en el trabajo ofrecido durante la escritura de “su libro”, como un sacrificio fragante. (L V:33; SCh 331: 264, 266).
[4] Pr 5, SCh 139: 112, CF 35: 33
[5] Pr 5, SCh 139: 112, 114, CF 35: 33.
[6] Olivier Quenardel señala que el título representa el armado del libro entero, cuando pone las palabras memoriales abundantiae como abrazadas entre legatus y divinae pietatis, del mismo modo que el Memoriale de Gertrudis está ubicado entre los libros compuestos por sus hermanas, que constituyen el Legatus Divinae Pietatis. Cfr. La communion Eucharistique dans Le Héraut de L’Amour Divin (1) La divina pietas (1), Citeaux 44 (1993): 258.
[7] Gertrude D’Helfta, Le Héraut (Libres I et II), Introduction, edition, translation and notes, Pierre Doyère, SCh 139 (Paris: Cerf. 1968).
[8] SCh 139: 22, 24