Santa Gertrudis la Grande, Patrona de Bélgica y los Países Bajos, dibujo contemporáneo.
Francisco Asti[1]
6. Intuiciones Trinitarias
El conocimiento trinitario no tiene lugar por el estudio[2], sino por experiencia. Las oraciones de Gertrudis son la manifestación de su vivencia mística. A través de la meditación de la Pasión de Jesús, la monja entra en el corazón del amor trinitario, para experimentar la presencia salvífica de Dios. Por ejemplo, en la siguiente oración, podemos notar cómo la santa presenta de modo original la obra de la salvación, en una fórmula trinitaria: “Oh Dios mío, que, por la fuerza de aquel amor, cuya plenitud habita en Aquel que se sienta a tu diestra y se ha hecho hueso de mis huesos y carne de mi carne, supla todo lo que mi malicia y perversidad pudo haber quitado a la fuerza de esta devoción. Por Él, en la fuerza del Espíritu Santo, nos das el poder revestirnos de tu misma noble compasión, humildad y reverencia”[3]. El manantial divino es el Padre, del quien procede el Hijo por generación. En Él habita la plenitud de la divinidad, y se sienta a la diestra del Padre, habiendo suplido los pecados de las creaturas. En virtud del Espíritu que procede del Padre, a través del Hijo, se ha hecho posible la configuración a Jesucristo, por la cual cada creyente se hace imagen del Verbo encarnado. Gertrudis subraya el valor de la compasión como camino para la unión trinitaria. La única mediación es la de Jesucristo, que ha hecho posible esta unión.
En el capítulo VI del segundo Libro, en la fiesta de Navidad, percibe su alma como un vellón de cordero empapado de Dios. Se sentía absorta en Dios, tanto como para implicarse en el parto de la Virgen María. Se sentía contener en sí misma a Jesús. En esta experiencia de unión divina exclama así: “¡Oh nobilísimo bálsamo de la divinidad, que derramas por todas partes arroyuelos de caridad, que reverdeces y floreces en la eternidad, y al final de los tiempos te expandirás en todas las direcciones! ¡Oh poder verdadero e insuperable de la diestra del Altísimo por el que, un vaso tan frágil y por mi propia culpa arrojado como ignominioso, ha contenido y conserva licor de tanto valor! ¡Oh testimonio verdaderamente irrefutable de la desbordante ternura divina, que no se apartó de mí cuando andaba tan lejos, errante en por las sendas de mis vicios, antes bien, me manifestó a la medida de mi capacidad, la suavidad de su dichosísima unión!”[4]. La fórmula trinitaria presenta a Dios Padre como bálsamo inestimable del cual surgen los torrentes del amor. El Padre está en relación con el Hijo y con el Espíritu Santo. Gertrudis no solo recuerda todo lo que el Padre ha creado, sino que lo pone como término al final de los tiempos. La recapitulación en Cristo sucederá cuando el Hijo entregue al Padre toda la creación. Los inicios y el fin están señalados por la presencia del Padre. El Hijo está a su derecha y ha acogido en sí a todos los hombres que han vivido su propia vida entre dificultades y pecados. El Hijo ha redimido lo que éstos habían perdido por sus opciones. Gertrudis describe al Espíritu como testigo de la sobreabundante bondad de Dios, que tiene como misión favorecer la unión con Dios.
En la presente descripción, Gertrudis pone en relación la redención y la santificación del creyente. Jesús mismo le dice que ella será la figura de su substancia (figura substantiae meae). Su alma será, entonces deificada (anima deificata). La configuración no será otra cosa que la presencia trinitaria en ella. Jesúsvincula su relación con el Padre y la que él establece con cada creyente. La primera se refiere a su naturaleza divina, por la cual su relación [con el Padre] es substancial; la otra se refiere a su naturaleza humana, por su ser consubstancial al hombre[5]. La referencia es, sin duda, a la Carta a los Hebreos (Hb 1,39), cuyo autor describe al Hijo de Dios como irradiación de su gloria e impronta de su substancia. La impronta (character) indica la proveniencia del Padre: es la misma sustancia del Padre. El carácter es imagen, figura de la misma realidad que reúne al Padre y al Hijo. Tal sustancia ha sido participada analógicamente al hombre de Dios, por lo cual cada uno puede, por su gracia, hacerse cada vez más semejante a Él. El carácter (figura) se refiere también a la relación entre el Hijo de Dios y la creatura. Gertrudis percibe que su relación con Jesús está dada por la humanidad que el Verbo ha asumido. La santificación puede acontecer porque el Verbo es verdadero hombre: excepto en el pecado, es semejante en todo a la creatura. Gertrudis utiliza el término “deificar” para indicar el proceso de santificación que se realiza por obra del Espíritu Santo. La monja comprende que solo por la intervención del Espíritu Santo puede hacerse semejante al Verbo de Dios. Recibirá la luz unificante, por la acción propia del Espíritu, que hace a la creatura una con el Creador. Entonces será capaz de acoger a la Santísima Trinidad en una unión familiar. La creatura es así, “Capax Dei” como afirmaba Ireneo de Lyon[6]. Puede hacerse capaz de recibir a Dios en su corazón y en su mente, en toda sí misma. La deificación es la misión propia del Espíritu que el Padre envía, para que la creatura sea asimilada a su Verbo. Las visiones y locuciones se refieren particularmente a las misiones de Dios. Contempla también la unidad divina: entra en la familiaridad de las tres Personas divinas, en aquella reciprocidad que es toda amor. En esta acción de gracias, Gertrudis afirma: “Gracias a tu fidelidad, gracias a tu protección, Dios mío, verdadera y única divinidad, una y trina verdad, trina y una deidad, que no permites seamos tentados por encima de nuestras fuerzas”[7]. Subraya la unidad en la tri-personalidad y las tres Personas divinas en su esencialidad. El juego lingüístico ayuda a la monja a sugerir al lector atento, que el misterio divino revelado en los últimos tiempos se refiere a las relaciones intra-trinitarias del único Dios.
Para indicar las Tres personas divinas en su esencia y en su relacionales recíprocas usa las atribuciones propias de la Tradición cristiana. Entonces al Padre le es predicada la omnipotencia, al Hijo la sabiduría, al Espíritu Santo la bondad: “Alabo y adoro tu omnipotente y benigna sabiduría. Bendigo y doy gracias, Dios mío, a tu poderosa y sabia bondad, porque todo lo que se me ha concedido lo recibí siempre de tu generosidad desbordante por encima de lo que merecía”[8]. Para mostrar la unidad en la reciprocidad de las personas divinas, Gertrudis usa de manera original aquellas tres expresiones, combinándolas ya como sustantivos, ya como adjetivos. De este modo hace evidente al lector que las tres personas divinas son en realidad una sola substancia, excepto en todo aquello que se refiere las procesiones y las relaciones: “Alabo, adoro, bendigo y doy gracias como puedo a tu sabia misericordia y a la misericordia de tu sabiduría con la que tú, Creador y Redentor mío[9]. Entonces la sabiduría será misericordiosa y la misericordia será sabia, porque la sabiduría y la misericordia tienen una esencia común: provienen de un único origen. Dios es creador junto al Hijo y con el Espíritu Santo. Los tres obran en la creación, así como en la redención: el Hijo no obra sino con el Padre, en el Espíritu Santo. En la siguiente oración, Gertrudis relee la benignidad del Espíritu, uniéndola a la misericordia. En el primer caso se subraya la acción del Hijo en la comunión trinitaria; en el segundo caso, se releva la operación del Espíritu Santo, que tiene como misión la de ayudar y sostener a los creyentes en los momentos de peligro espiritual y liberarlos de las miserias de la carne. Entonces la benignidad será misericordiosa y la misericordia benigna, teniendo como origen el Dios amantísimo: “Doy gracias, oh Dios amantísimo, a tu misericordiosa bondad y a tu benignidad misericordiosa porque me has manifestado el testimonio de tu condescendiente ternura, por haber fortalecido mi alma inestable y vacilante cuando, según costumbre, te pedía con importuno deseo verme libre de la cárcel de esta carne miserable”[10].
Continuará
[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Santa Gertrudis, Le rivelazioni, L. II, V, 100. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, V, 4, 1-4.
[4] L. II, VI, 103. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, VI, 3, 1-10.
[5] Símbolo calcedonense, 301, in H. Denzinger – A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Herder, Romae 1976, 36ª Edición: “consubstancial al Padre en la divinidad y consubstancial a nosotros por la humanidad, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado”.
[6] San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, L. V, 6-1; 8-1; 9, 3-4; 15, 2-16, 2, Città Nuova Editrice, Roma 2009.
[7] Santa Gertrudis, Le rivelazioni, L. II, XI, 114. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XI, 3, 1-4.
[8] L. II, IX, 110. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, IX; 3, 14-20.
[9] L. II, I, 89. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, I, 2, 29-30.
[10] L. II, XIX, 127. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XIX, 1, 1-2.