Santa Gertrudis, vitral de comienzos del siglo XX, Capilla de Nuestra Señora, Iglesia de San Luis Gonzaga de la Congregación del Oratorio, Oxford, Inglaterra.
Antonio Montanari[1]
Resumen: Gertrudis de Helfta nunca elaboró una doctrina eclesiológica como estamos habituados a considerarla hoy[2], y, por lo tanto, no se encuentra en sus escritos, una exposición sistemática del tema. Pero es posible detectar algunos rasgos de dicha doctrina, que afloran en diversas páginas, si bien a veces de un modo totalmente inesperado. La intención de esta contribución es examinar con paciencia estos textos específicos, fijando la atención sobre todo en aquellos pasajes cuyo discurso fluye dentro de un horizonte eclesiológico, en orden a identificar la visión de la Iglesia que emerge de la sensibilidad de la santa.
Introducción
Cuando, en 1962 se publicaba la obra de Mary Jeremy Finnegan, «The Women of Helfta: Scholars and Mystics» (Las monjas de Helfta, eruditas y místicas), todavía se conocía muy poco de las místicas del Medioevo, sobre las cuales se difundía sobre todo un estereotipo iconográfico que las retrataba en poses lánguidas y empalagosas[3]. Actualmente, el hecho de que al fin estas mujeres han sido reconocidas como parte integrante de la cultura medieval, debe mucho a este trabajo, que no sólo ha abierto un mundo aún desconocido, sino que también ha contribuido de modo específico a la reconstrucción de la figura histórica de Gertrudis. Desde entonces, se han sucedido diversos estudios para completar el cuadro histórico cultural y sustraer la mística de Helfta de los estereotipos que habían deformado su imagen a lo largo de los siglos[4].
Ubicándose en la línea de este redescubrimiento, nuestro congreso intenta ahora sacar a la luz las grandes temáticas teológicas presentes en la obra de santa Gertrudis. Y en este contexto encuentra espacio mi intervención, dedicada esencialmente a mostrar la visión de la Iglesia que emerge de sus escritos.
Para desarrollar concretamente este cometido, me parece útil introducirlo con algunas premisas de carácter metodológico, porque la tentación que siempre se enfrenta en un estudio de este género, es doble: la primera consiste en recoger, a lo largo de las páginas de la monja de Helfta, todos los fragmentos que, una vez reunidos de modo ordenado, puedan formar algo análogo a lo que ya conocemos a través del modelo de manual, del cual partimos. La segunda, es la de atribuirle un léxico que no le pertenece, y que la doctrina eclesiológica ha elaborado de modo definitivo sólo en una época posterior.
Es evidente que los escritos de Gertrudis no soportan tal operación, no sólo porque la mística de Helfta no ha compuesto jamás tratados teológicos como hoy los conocemos, sino también porque la división de la teología en tratados no corresponde a la mentalidad del siglo XIII. De hecho, las obras en general producidas en aquella época no incluyen un capítulo dedicado de modo específico al tema eclesiológico. La necesidad de dedicar un tratamiento especial, separado, a este tema, ha surgido más tarde, bajo la acción de contingencias históricas precisas[5]. Baste pensar que ni aún entre los numerosos artículos que componen la Summa Theologica de santo Tomás hay alguno que lleve por título De Ecclesia (Sobre la Iglesia). Esto, obviamente, no significa que él estuviera desprovisto de una reflexión sobre la Iglesia, sino más bien, que esta estaba presente e incluida en todas y cada una de las partes de su teología. Para el doctor angélico, en efecto, la compleja realidad eclesial venía a coincidir esencialmente con el camino de retorno de la humanidad a Dios, a través de los medios, vías y actos para procurarla[6].
Esta premisa me permite clarificar, desde el inicio, que no se puede exigir de Gertrudis una doctrina eclesiológica sistemáticamente elaborada y metódicamente expuesta. Sin embargo, ésta aún existe, y aflora en diversas páginas de sus escritos, si bien a veces de manera del todo imprevista y con trazos demasiado rápidos, para dar paso enseguida a otro tipo de consideraciones. Para desarrollar el tema que me ha sido confiado, intentaré, por lo tanto, ante todo, individualizar en la obra de Gertrudis los pasajes en los cuales el discurso se mueve dentro de un horizonte eclesiológico, para analizar después con paciencia cada uno de ellos, convencido de que solamente una lectura atenta nos puede ayudar a salir de los esquemas preestablecidos, como también a evitar encerrar los procesos históricos dentro de confines categoriales sólidamente definidos. Todo eso, evidentemente, exigirá una aguda operación interpretativa, que no ignore la importancia de las estrategias comunicativas que se ponen en juego en sus escritos.
Continuará
[1] Antonio Montanari es docente de Historia de la Espiritualidad y de Historia de la Hermenéutica Bíblica en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional (Milán) y de Historia de la Espiritualidad Antigua, en el Centro de Estudios de Espiritualidad de la misma Faculta, del cual es también Director. Ha escrito estudios sobre temas de espiritualidad y de exégesis patrística y medieval.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] M.-J. Finnegan, The Women of Helfta: Scholars and Mystics (Athens GA: The University of Georgia Press, 1991)2.
[4] Merece ciertamente nuestra atención a este respecto, el artículo de A. Harrison, «I Am Wholly Your Own: Liturgical Piety and Community Among the Nuns of Helfta» (Church History 78 [2009] 549-583) cuyo mérito es haber liberado a Gertrudis del difundido estereotipo de la «mística solitaria», replegada sobre sí misma, y haber sentado las bases para una renovada interpretación de su doctrina espiritual, que manifiesta una identidad comunitaria compartida. Harrison, en efecto, dedica varias páginas de su estudio al sentido de comunidad que las monjas de Helfta experimentan, sobre todo en la celebración de la liturgia, lugar privilegiado en el que, tanto Matilde como Gertrudis, reciben sus revelaciones divinas.
[5] Se ha convenido en fijar el inicio de la reflexión eclesiológica con el De regimine christiano de Jacobo de Viterbo, una obra que remonta a 1302, el mismo año de la muerte de Gertrudis. Sin embargo, sólo a partir del siglo XVI se desarrollará un verdadero y propio tratamiento eclesiológico, en el contexto de la controversia protestante.
[6] Cfr. Y.-M. Congar, Esquisses du mystère de l’Eglise, en: Unam Sanctam 8, (Paris: Cerf 1941), 59-91; 325-524.