Santa Gertrudis, San Vicente de Paúl y Santa Francisca Romana, vitral de comienzos del siglo XX, Resurrection Church, Los Ángeles, California, EEUU.
Antonio Montanari[1]
1. «Facta theologa»
Comenzando la lectura paciente de los textos[2], quisiera detenerme sobre todo en la expresión «facta theologa» contenida en el libro primero del Legatus divinae pietatis -de la cual está tomado el título de nuestro congreso-, con el fin de comprender de modo adecuado el léxico aquí adoptado, evitando proyectar sobre los escritos monásticos del siglo XIII conceptos teológicos explicitados solo en tiempos más recientes.
Como se dice al fin del Prólogo, este primer libro ha sido compilado por una monja muy cercana a la santa, que ha elaborado en estas páginas una biografía, a partir de relatos de testimonios oculares y de cartas a ella dirigidas[3]. Esta familiaridad constituye un requisito fundamental para la credibilidad de cuanto se narra. Sin embargo, se espera que el lector que sepa reconocer los trazos convencionales con los que está esbozado el retrato de Gertrudis, los cuales derivan esencialmente de los cánones hagiográficos de su tiempo.
Un primer elemento sorprendente deriva del hecho de que la vida de la protagonista está narrada, no a partir de su nacimiento, sino de su ingreso en el monasterio. Tal comienzo, por una parte, podría reflejar la carencia de datos sobre su origen, pero por otra, está ciertamente destinado a enfatizar la santidad del convento de Helfta, verdadera familia de Gertrudis, que desarrolla un rol de primer orden en la formación de la joven monja.
«¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!» (Rm 11,33). Él, que llama de maneras tan sorprendentes, ocultas y variadas a los que había predestinado, y a los llamados los justifica gratuitamente, es más, los regala de manera tan justa que parecería haberlos encontrado santos como para juzgarlos dignos de compartir con él todas sus riquezas y delicias, dejó muy claro haber escogido por pura gracia a ésta su amada sierva como blanca azucena en el jardín de la Iglesia entre macizos de balsameras (in horto Ecclesiae inter areolas aromatum)[4], entre la multitud de los santos; pues niña de cinco años la apartó del tumulto mundano, la introdujo en el tálamo de la vida religiosa (a mundi perturbationibus segregans, in thalamo sanctae religionis collocavit), la revistió de manera tan desbordante que se mostraba encantadora como el candor primaveral de todas las flores, atraía hacia sí los ojos de todos, y se hacía querer por todos los corazones[5].
Desde estos primeros trazos emerge el rol de Gertrudis como «esposa de Cristo», introducida en edad todavía joven en el tálamo nupcial de la vida monástica. Esta realidad viene luego enfatizada con las imágenes del jardín, del lirio y del macizo de flores, fragante de perfumes -todas tomadas del Cantar de los Cantares- que permiten a la redactora definir el monasterio con la imagen ya tradicional del hortus Ecclesiae[6].
Enseguida, Gertrudis es descripta según un topos muy difundido en el mundo clásico y retomado con un contenido totalmente nuevo en la hagiografía cristiana: es el concepto de puer-senex, que hace de la protagonista una niña que ya se comporta con la sabiduría de una adulta[7]. Esta, en efecto, enseguida despierta admiración, no solo por los rasgos precoces de madurez y de sabiduría, sino también por su inteligencia y excelencia en el estudio de las artes liberales.
Aunque de pocos años y complexión delicada, poseía una madurez de anciana (annis et corpore tenera, sensibus cana). Amable, industriosa y elocuente; tan disponible que todos los que la escuchaban quedaban admirados. Admitida en la escuela reveló tan viva perspicacia y agudeza de ingenio, que superaba notablemente a las niñas de su edad y a todas sus condiscípulas, en sabiduría y conocimientos[8].
En las páginas sucesivas, se sigue un modelo de santidad femenina que podríamos definir como «de la estudiosa convertida». Es en este contexto que se lee la expresión: «de grammatica facta theologa», cuyo contenido trataré de precisar:
Mas cuando tuvo a bien el que la escogió desde el seno de su madre […], la llamó con su gracia de las cosas exteriores a la vida interior, de los ejercicios corporales a la contemplación de las cosas espirituales […]. Entonces reconoció ella que había vivido lejos de Dios en una región de desemejanza (recognovit se longe fuisse a Deo in regione dissimilitudinis). Mientras se entregaba con desmedido afán a los estudios liberales (studiis liberalibus), había descuidado hasta este momento aplicar la agudeza de su ingenio a la luz del conocimiento espiritual (neglexisset mentis aciem lumini spiritualis intelligentiae adaptare). Disfrutaba con verdadera avidez de los estudios de la sabiduría humana (humanae sapientiae) y se privaba del suavísimo gusto de la verdadera sabiduría (verae sapientiae gustu suavissimo). En un instante le parecieron viles todas las cosas exteriores. Con razón, porque Dios la introdujo con gozo y alegría en el monte Sión, a saber, en la contemplación de sí mismo (introduxit eam Dominus in locum exultationis et laetitiae, in montem Sion, hoc est, speculationem sui), despojándola del hombre viejo con sus obras y revistiéndola del hombre nuevo creado según Dios en justicia y santidad verdadera. Convertida de este modo de gramática en teóloga (de grammatica facta theologa), rumiaba infatigablemente todos los libros de las páginas sagradas que tenía o podía encontrar (omnes libros divinae paginae ruminans). Llenaba con gran ahínco y en cuanto le era posible hasta el máximo, el canastillo de su corazón, con las palabras más útiles y deleitables de la Sagrada Escritura (cophinum cordis sui crebro utilioribus et mellitis Scripturae sacrae eloquiis impletis usque ad summum replebat) […][9].
Lo que busca subrayar la narradora en esta página es que Gertrudis, desde este momento, se dedica no ya a los estudios profanos (studiis liberalibus), sino a la Sagrada Escrirtura (libros divinae paginae); no más al conocimiento humano (humana sapientia), sino a la verdadera sabiduría (vera sapientia). Y esto acontece gracias a una luz de inteligencia espiritual (lumen spiritualis intelligentiae). Esta expresión latina -en analogía a lo que acontece con los ojos del cuerpo, que reciben la forma exterior de las cosas visibles gracias a la luz del sol- se refiere a una visión interior, hecha posible por una luz incorpórea (lumen spiritualis), que ilumina el ojo del corazón (oculus mentis). Ahora bien, precisamenete gracias a este lumen spiritualis intelligentiae (a esta luz de inteligencia espiritual), el intelecto de Gertrudis se puede abrir a la visión de las realidades divinas y a esa speculatio sui a la cual el Señor mismo la llama, estableciéndola en el monte de la divina contemplación.
Enseguida, el cambio interior viene descripto como un nuevo pasaje -«de grammatica facta theologa»- permitido por la dedicación asidua a los libros sagrados (omnes libros divinae paginae ruminans), de los cuales Gertrudis ya no dejará caer más ni siquiera un fragmento. Su preocupación principal será, de hecho, la de llenar el cesto de su corazón (cophinum cordis), hasta rebosar (usque ad summum), con las sentencias de la Sagrada Escritura. De este modo, la joven monja aprende a crecer con la preciosa compañía del texto sagrado que le permite experimentar el «suavísimo gusto de la verdadera sabiduría (verae sapientiae gustu suavissimo)».
Con este trasfondo se comprende el valor del vocablo latino theologa referido a Gertrudis, con el cual se intenta afirmar que ella dedica ya todas sus energías al estudio de los libros de la Sagrada Escritura (omnes libros divinae paginae). Y no sorprende la relación entre el título de theologa y el estudio del texto sagrado, si se piensa que, en la comprensión de Abelardo -que ya en el siglo XII había contribuido a conferir un estatuto epistemológico propio a la nueva disciplina de la theologia como la suma del saber sagrado (sacrae eruditionis summa), que él había elaborado sirviéndose de los instrumentos de la dialéctica y de la lógica-, la teología estaba destinada a predisponer a una recta compresión del texto bíblico (divinae paginae intelligentia)[10]. También en la época de santo Tomás existía la convicción compartida de que el primer gran cometido de un teólogo era comentar la Sagrada Escritura[11]. No sorprende, por lo tanto, que también en el ambiente monástico de Helfta se concibiera el trabajo de la teología como estrictamente ligada al texto de la Sagrada Escritura, hasta englobar en esta operación todas las fases de la reflexión cristiana[12].
Esta precisión, sin embargo, no significa que el bagaje cultural de Gertrudis se limitase a la Biblia. La lectura de sus escritos permite de hecho percibir un profundo conocimiento de los Padres de la Iglesia, así como también de los teólogos contemporáneos, además de varios escritores profanos[13]. Esto prueba el algo grado de desarrollo intelectual y espiritual de la comunidad de Helfta, debido no solo a la excelente educación impartida en el monasterio, sino también a la asistencia espiritual de la cual eran responsables los dominicos de los conventos vecinos de Magdeburgo y de Hales[14].
Continuará
[1] Antonio Montanari es docente de Historia de la Espiritualidad y de Historia de la Hermenéutica Bíblica en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional (Milán) y de Historia de la Espiritualidad Antigua, en el Centro de Estudios de Espiritualidad de la misma Faculta, del cual es también Director. Ha escrito estudios sobre temas de espiritualidad y de exégesis patrística y medieval.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Como es habitual en los textos medievales, el prólogo constituye una vía de acceso a la comprensión de la obra. En efecto, es en estas páginas iniciales, donde se explica la importancia del título, las intenciones de los compiladores, los motivos y las etapas que han llevado a la composición del texto, como también la disposición del material y la utilidad de su contenido. A este respecto son interesantes los estudios de J. Hamesse (ed.), Les prologues médiévaux. Actes du colloque international organisé par l‘Academia Belgica et l‘Ecole française de Rome avec le concours de la FIDEM, Rome, 26-28 mars 1998, (Turnhout: Brelops 2000); L. M. Grimes, «Writing as Birth: The Composition of Gertrud of Helfta’s Herald of God’s Loving-Kindness», Cistercian Studies Quarterly 42 (2007) 329-345.
[4] Esta imagen no es nueva: se encuentra, de hecho, en las vidas de otros santos, como el De vita et conversatione Anselmi Archiepiscopi Cantuariensis, en el cual se lee: «Plantati sunt per oblationem in horto ecclesiae, ut crescant et fuctificent Deo (Fueron plantados, por oblación, en el huerto de la Iglesia para que crecieran y fructificaran para Dios)» (Eadmeri, Historia Novorum in Anglia et Opuscula Duo de Vita Sancti Anselmi, ed. Martin Rule (New York: Cambridge University Press, 2012), 339.
[5] Legatus Divinae Pietatis 1,1,1 (los números indican sucesivamente: libro, capítulo y parágrafo). Para esta versión, las citas y referencias se toman: Santa Gertrudis de Helfta, El Mensajero de la Ternura Divina. Experiencia de una mística del siglo XIII, Tomo I: Libros 1-3; e Ibid., Tomo II: Libros 4-5 (Burgos: Monte Carmelo, 2013), en adelante: MTD I o MTD II, seguidos de número de página. Aquí: MTD I, 63.
[6] Según L. M. Grimes, todas las imágenes acumuladas en estas líneas tienen el cometido de enfatizar la feminidad y castidad de Gertrudis, balanceando la inminente comparación con san Agustín, en la excelencia espiritual y en la arrogancia; cfr. L. M. Grimes, Theology as Conversation: Gertrud of Helfta and her Sisters as Readers of Augustine. A Dissertation (Indiana: Notre Dame 2004), 141-142.
[7] Cfr. E. Giannarelli, Il puer senex nell‘antichità: appunti per la riconsiderazione di un problema, en O. Niccoli (ed.), Infanzie. Funzioni di un gruppo liminale dal mondo classico all‘Età moderna (Firenze: Ponte Alle Grazie 1993), 73-112; E. Giannarelli, «Il paidariogeron nella biografia cristiana antica», Prometheus 14 (1988) 279-284. El topos del puer senex (niño anciano): «debe su origen a la situación espiritual de la antigüedad tardía. En general, las civilizaciones, en su inicio o en su apogeo, aprecian a los jóvenes, y al mismo tiempo honran la vejez. Pero es propio de las fases tardías de una cultura concebir una figura humana ideal, en la cual la polaridad entre juventud y vejez tiende a compensarse» (E. R. Curtius, Letteratura europea e Medio Evo latino, La Nuova Italia, Milano 2000 [or. ted. 1948], 115). Esta temática remite a las biografías cristianas antiguas, desde la Vita Antonii -en la cual el padre de los monjes se comporta como el paidariogeron (niño anciano)-, a la biografía de Macrina -en la cual la niña es educada de modo tal de tener, como única compañía, el texto sagrado. Es el tema de quien se demuestra maturior avo, más maduro que su edad (cfr. E. Giannarelli, Infanzia e santità: un problema della biografia cristiana antica, en A. Benvenuti – E. Giannarelli [ed.], Bambini santi. Rappresentazioni dell’infanzia e modelli agiografici, (Torino: Rosenberg &Sellier 1991), 59-83.
[8] Legatus divinae pietatis 1,1,1; MTD I, 64.
[9] Legatus divinae pietatis 1,1,2; MTD I, 64-65.
[10] «Para responder con lo que podemos al pedido de nuestros estudiantes, he redactado una síntesis de los saberes sagrados (sacrae eruditionis summa), para que sirva de introducción a la Sagrada Escritura (quasi divinae scripturae introductionem conscripsimus)», Abelardo, Theologia Scholarium, Prologus 1 (N. de T.: la traducción del italiano es mía). Cfr. I. Biffi, Introduzione alla teologia medievale, in I. Biffi – C. Marabelli (eds.), Figure del pensiero medievale, volume 1 (Milán: Jaca Book 2009), 4-5.
[11] Cfr. Y. M. J. Congar, La foi et la théologie (París: Desclée de Brouwer 1962), 242-243; E. J. Gratsch, Manuale introduttivo alla Summa Teologica di Tommaso d’Aquino (Casale Monferrato: Piemme 1988), 24; J. P. Torrell, Tommaso d’Aquino. L’uomo e il teologo (Casale Monferrato: Piemme 1994), 169-170. La Summa, de hecho, nunca fue el conjunto de apuntes de la enseñanza universitaria de santo Tomás (cfr. M. D. Chenu, Introduzione, in Tommaso d’Aquino, La conoscenza di Dio (Padua: Messaggero 1982), 5.
[12] En las páginas de Memoria intorno alle mie opere, al explicar el título de Exégèse médiévale, Henri De Lubac precisaba: «El término “exégesis” puesto como título, debe tomarse en su significado original, que es más amplio del que se le atribuye en nuestros días. Originalmente, implicaba todas las partes sucesivas de la reflexión cristiana, que se hacía a partir de la revelación, tal como nos la transmiten los libros sagrados recibidos en la Iglesia: es por lo tanto, en primer lugar la “exégesis” de los textos bíblicos, en el sentido restrictivo de nuestro uso actual, es decir en su inmediatez con el texto sagrado; luego la dogmática, la eclesiología, la moral y la espiritualidad; síntesis, acto completo, teología múltiple y una en sus fases sucesivas, así como también hoy, si bien con métodos renovados, todos los espíritus mejores advierten su necesidad, sin que las investigaciones y las contribuciones “interdisciplinares”, incapaces de proveer un alma común, puedan suplirlo verdaderamente», H. De Lubac, Memoria intorno alle mie opere (Milán: Jaca Book 1992), 254 (N. de T.: la traducción del italiano es mía).
[13] Los especialistas han identificado, entre los autores preferidos de Gertrudis, los siguientes: Agustín, Gregorio Magno, Hugo de San Víctor, Bernardo de Claraval y Guillermo de Saint Thierry.
[14] En la época de oro del monasterio de Helfta, la comunidad mantiene relaciones, no solo con los dominicos, sino también con los benedictinos, los franciscanos y la Orden teutónica de Hales (B. J. Nemes, Text Production and Authorship: Gertrude of Helfta’s Legatus divinae pietatis, 112; M. J. Finnegan, The Women of Helfta: Scholars and Mystics (Athens: University of Georgia Press 1991); Id., «Idiom of Women Mystics», Mystics Quarterly 13 [1987] 65-72; S. Spitzlei, Erfahrungsraum Herz: Zur Mystik des Zisterzienserinnenklosters Helfta im 13. Jahrhundert, Frommann-Holzboog, Stuttgart-Bad Canstatt 1991, 54).