VIDA Y MILAGROS DEL VENERABLE ABAD BENITO (*)
(480-547)
XX.1. Cierto día, mientras el venerable Padre tomaba su refección a la hora de la cena, uno de sus monjes, que era hijo de un magistrado, le sostenía la lámpara junto a la mesa. Mientras que el hombre de Dios comía y él cumplía el oficio de sostenerle la lámpara, inducido por el espíritu de soberbia, empezó a cavilar secretamente en su interior y a decirse en sus pensamientos: “¿Quién es éste a quien yo asisto mientras come, le sostengo la lámpara y le presto mi servicio? ¿Quién soy yo para que deba servirlo?”. De inmediato el hombre de Dios se volvió hacia él y empezó a reprenderlo severamente diciéndole: “¡Haz el signo de la cruz sobre tu corazón, hermano! ¿Qué estás diciendo? ¡Haz el signo de la cruz sobre tu corazón!”. Y llamando de inmediato a los hermanos, ordenó que le quitaran la lámpara de sus manos, y a él le mandó que cesara en su oficio y que sin réplica alguna fuera a sentarse inmediatamente.
2. Los hermanos le preguntaron después qué había pasado en su corazón. Él les contó detalladamente en qué medida el espíritu de soberbia se había apoderado de él, y qué palabras había proferido secretamente en su pensamiento contra el hombre de Dios. Entonces a todos se les hizo manifiesto que nada podía ocultarse al venerable Benito, en cuyos oídos resonaban aún las palabras secretas del pensamiento.
XXI.1. En otra ocasión había sobrevenido en la región de Campania una gran carestía, y la falta de alimentos afligía a todos. También en el monasterio de Benito ya faltaba el trigo y se habían consumido casi todos los panes, de modo que a la hora de la comida sólo se pudieron encontrar cinco. Cuando el venerable Padre los vio afligidos, procuró corregir su pusilanimidad con suave reprensión y reanimarlos con la siguiente promesa: “¿Por qué se entristece el espíritu de ustedes por la falta de pan? Hoy ciertamente hay muy poco, pero mañana lo tendrán en abundancia”.
2. En efecto, al día siguiente se encontraron delante de la puerta del monasterio doscientas fanegas de harina en unas bolsas, sin que hasta el momento presente se haya llegado a saber, a quiénes Dios omnipotente había dado la orden de regalárselas. Cuando los hermanos vieron esto dieron gracias a Dios, y aprendieron que no debían dudar de la abundancia ni siquiera en tiempo de escasez.
3. PEDRO: Dime, por favor: ¿Debemos creer que este servidor de Dios tenía siempre el espíritu de profecía, o que el espíritu de profecía llenaba su mente de tiempo en tiempo?
GREGORIO: El espíritu de profecía, Pedro, no siempre ilumina la mente de los profetas, porque así como está escrito respecto del Espíritu Santo: “Sopla donde quiere” (Jn 3,8), así también hay que entender que inspira cuando quiere. Es por esto que Natán, preguntado por el rey si podía construir el templo, primero asintió y después se lo prohibió (cf. 2 S 7,1 ss.). Y por eso Eliseo, al ver a la mujer que lloraba, ignorando el motivo, le dijo al criado que le impedía acercarse: “Déjala, porque su alma está llena de amargura, y el Señor me lo ocultó y no me lo ha revelado” (2 R 4,27).
4. Dios omnipotente lo dispone así por designio de su gran bondad. Porque cuando a veces da el espíritu de profecía y otras veces lo retira, eleva las mentes de los profetas hacia las cumbres, al par que las mantiene en la humildad, para que así, cuando reciben el espíritu, comprendan lo que son por la gracia de Dios, y en cambio cuando no lo tienen conozcan lo que son por sí mismos.
5. PEDRO: El peso de tus razones asevera que es así como tú dices. Pero te ruego que continúes el relato de todo lo que te venga a la memoria, respecto del venerable Padre Benito.
XXII.1. GREGORIO: En otra ocasión un hombre piadoso le pidió que enviara a una de sus posesiones cerca de la ciudad de Terracina, a algunos de sus discípulos para fundar un monasterio. Benito accedió a sus ruegos y, después de designar a los hermanos, instituyó al abad y al que debía ser su prior. Al despedirlos, les hizo esta promesa: “Vayan, y tal día llegaré yo y les indicaré el lugar donde deberán edificar el oratorio, el refectorio de los hermanos, la hospedería y todo lo que sea necesario”. Recibida la bendición, los hermanos partieron de inmediato. Esperando ansiosamente el día indicado, prepararon todo lo que les pareció necesario para los que pudieran llegar con el Padre tan venerado.
2. Pero en la noche del día convenido, antes del rayar el alba, el hombre de Dios se apareció en sueños al monje a quien había constituido abad de aquel lugar y también a su prior, y les indicó con toda exactitud los diferentes sitios donde debía edificarse cada recinto. Al despertar, se contaron el uno al otro lo que habían visto. Pero no queriendo dar del todo crédito a un sueño, seguían esperando la visita prometida del hombre de Dios.
3. Como el hombre de Dios no se presentó en el día señalado, se volvieron donde él con tristeza y le dijeron: “Padre, esperamos que fueras conforme a lo prometido, para indicarnos dónde debíamos edificar, y no fuiste”. Él les dijo: “¿Por qué, hermanos, por qué dicen esto? ¿Acaso no fui como lo había prometido?”. Al preguntarle ellos: “¿Cuándo fuiste?”, respondió: “¿Acaso no me aparecí a los dos mientras dormían y les indiqué cada uno de los lugares? Vuelvan, y construyan el monasterio como les indiqué en la visión”. Ellos, al escuchar esto, quedaron sobremanera admirados, y regresando a la referida propiedad, construyeron todas las dependencias según les había sido revelado.
4. PEDRO: Quisiera que me aclares cómo pudo ser que él haya ido tan lejos a darles una respuesta mientras dormían, y que ellos en sueños lo oyeran y reconocieran.
GREGORIO: Pedro, ¿por qué indagar cómo se dieron los hechos, dudando de ellos? Resulta evidente, por cierto, que el espíritu es de una naturaleza más ágil que el cuerpo. Así sabemos con certeza, por el testimonio de la Escritura, que el profeta Habacuc fue arrebatado desde Judea y colocado al instante con su comida en Caldea. Con ella le dio de comer al profeta Daniel, encontrándose al momento de nuevo en Judea (cf. Dn 14, 33ss). Si, pues, Habacuc pudo ir en un momento tan lejos corporalmente y llevar la comida, ¿por qué admirarse de que el Padre Benito haya podido trasladarse en espíritu y mostrar lo necesario a los hermanos mientras dormían, y que, así como aquél fue corporalmente a llevar el alimento del cuerpo, éste fuera espiritualmente a llevarles una instrucción para la vida espiritual?
5. PEDRO: Confieso que el acierto de tu exposición hizo desaparecer las dudas de mi mente. Quisiera ahora saber, cómo se mostró este hombre en su manera habitual de hablar.
Comentario del P. Adalbert de Vogüé, osb (**)
[Visión de conjunto]
Este segundo grupo de profecías es mucho más breve que el primero, y de contornos menos definidos. En lugar de nueve hechos contenidos de forma evidente en una doble inclusión, aquí hallamos sólo tres, y el último es tan especial que su carácter profético no aparece en una primera lectura. Sin embargo, esa visita “en espíritu” [en sueños] había sido anunciada precedentemente, por ende profetizada(1), y veremos que Benito tiene como precursor, en este prodigio, a un célebre monje-profeta, Juan de Licópolis. Nuestro tercer milagro -la visita de Benito a Terracina- pertenece por tanto a esa serie de profecías. Si se vacila, en una primera mirada, a incluirla, es porque Gregorio se interesa menos en la predicción de Benito que en la extraña forma en que va a Terracina Ya la profecía precedente -el anuncio de un alimento abundante para el día siguiente- queda en parte eclipsada por lo maravilloso de su realización: doscientas fanegas de harina depositadas de manera anónima. Estos dos milagros, en que la predicción desemboca en un prodigio más sorprendente aún, contrastan con las profecías simples del primer grupo; cuyo objeto es un hecho común: la carrera de Totila, la suerte de Roma, la destrucción de Montecasino(2). Se diría que Gregorio quiso comenzar con los relatos más simples, en los que resalta mejor el carisma de profecía, y dejar para el fin de la sección los dos prodigios complejos que encontramos aquí(3).
En lo que respecta al primer milagro de este segundo grupo, es un hecho “sui generis”: una lectura del corazón, lo que los antiguos llamaban “cardiognosis”. Pero incluso dentro de su originalidad, no deja de recordar el episodio que precedía las predicciones del primer grupo: el falso rey desenmascarado (cap. 14). En uno y otro hecho, la clarividencia de Benito le permite traspasar las apariencias y reconocer lo que le oculta un personaje presente: su verdadera identidad o los pensamientos de su corazón. Allí como aquí, la clarividencia en el presente precede a la presciencia del futuro.
En su brevedad, este segundo grupo se corresponde con el núcleo central del primero. Sólo faltan los hechos de conocimiento a distancia que abren y cierran aquel. Y como en el primer grupo, Gregorio hace un largo “excursus” aproximadamente en la mitad (cap. 16,3-9), en tanto que aquí tiene dos muy cortos a continuación del segundo y tercer relato.
Para terminar esta comparación de los dos grupos, todavía resta observar el orden e que se suceden los vicios que Benito combate en sus hijos. En el primer grupo, era cuestión primero de la gula (caps. 12-13), después de la avaricia (caps. 18-19)[4]. Ahora comienza por desenmascarar pensamientos de orgullo (cap. 20), luego reconforta y reprende a un mismo tiempo a los hermanos “afligidos” y “pusilánimes”, y finalmente regaña a los superiores de Terracina “entristecidos”.
Esta serie de defectos debe compararse con la famosa lista de los “ocho vicios principales” establecida por Evagrio Póntico, reproducida por Casiano y retomada, con ligeras modificaciones, por Gregorio mismo. Según dicha lista la gula es la primera pasión, la avaricia la tercera, provenientes ambas del mismo foco: el apetito “concupiscible”. Después se encuentra la tristeza, entre las pasiones del “irascible”. Finalmente, el orgullo es el vicio propio del elemento superior del alma, el “racional”.
Aunque en esta sección de los Diálogos el orgullo está antes que la tristeza, es llamativo que estos dos vicios superiores se encuentran en le segundo grupo de profecías, en tanto que la gula y la avaricia, provenientes del apetito inferior que es el concupiscible, aparecen en el primer grupo. Queda así delineada una progresión: partiendo de los vicios más groseros, se pasa a las pasiones más nobles, como si la obra educativa de Benito fuera refinando gradualmente a sus discípulos.
Notas:
(*) Traducción castellana publicada por Ediciones ECUAM, Florida (Pcia. de Buenos Aires), 2009.
(**) Trad. de: Grégoire le Grand. Vie de saint Benoît (Dialogues, Livre Second), Abbaye de Bellefontaine, Bégrolles-en-Mauges, 1982, pp. 128-129 (Vie monastique, 14).
(1) De una forma velada, como la dio a los hermanos, pero Benito era consciente del giro prodigioso que tomaría su visita.
(2) Sólo el asunto del clérigo de Aquino, en que la predicción está precedida por un exorcismo y seguida de una recaída en la posesión, se asemeja un poco, por su complejidad, a los dos milagros presentes.
(3) El asunto de Aquino (ver la nota precedente), Gregorio lo ha ubicado en el primer grupo en virtud de sus relaciones cronológicas y temáticas con los episodios vecinos.
(4) Tener en cuenta la parte que tiene también la gula en el episodio de Exhilarato (cap. 18).