Segunda Parte (continuación)
1.3. Desposorios místicos
Los desposorios místicos son otro motivo visionario característico en la iconografía de santa Gertrudis, aunque también común en las representaciones de otras santas, ya que constituyen un tópico de interés de la mística y la espiritualidad barrocas, que se está sistematizado contemporáneamente, en las obras de los grandes místicos y autores espirituales del siglo de oro español.
Este tema encuentra una sólida base en los escritos de santa Gertrudis Tanto el Legatus como los Ejercicios Espirituales -cada uno según su propio género literario- responden al esquema y la simbología esponsal. Pero al mismo tiempo, dado que ella no hace un desarrollo sistemático del proceso espiritual, sino que simplemente presenta sus visiones y oraciones, no contamos con el relato de una visión específica que pueda considerarse el momento único en el cual recibió la gracia del desposorio místico.
Santa Gertrudis se enrola en una mística objetiva, según la cual el desposorio de Cristo con el alma del creyente se realiza en el sacramento del bautismo y más específicamente en la profesión religiosa. Por eso, más bien lo que surge de su obra, es que esta gracia se reedita muchas veces y de variadas formas, a lo largo del camino espiritual. La siguiente visión abona esta concepción objetiva que señalamos:
«Iba a comulgar (Gertrudis) el martes de Pascua y deseaba que el Señor se dignara renovar en su alma por medio de este sacramento vivificante el matrimonio espiritual que la desposaba con él por la fe, la profesión religiosa y la integridad de la pureza virginal. El Señor le respondió con serena ternura: “Haré con toda seguridad lo que deseas”. Se inclinó con gran condescendencia hacia ella, la estrechó contra sí con tiernísimo abrazo y estampó en su alma un dulcísimo beso. Con el beso renovó en ella la acción interior del espíritu; con el abrazo parecía imprimir en su pecho un brillante collar de piedras preciosas adornado con maravillosos esmaltes. Con todo esto reformó el Señor en ella cuanto de esfuerzo y tesón había descuidado en las prácticas espirituales» (L IV,29).
En el desposorio místico como motivo genérico se inspira el fresco de la Iglesia del Banquete, cerca de Ulm (Alemania), donde aparece Jesús entregando el anillo a santa Gertrudis[1]. También es el tema de la pintura de Claudio Coelo de 1753, que reproduciomos a continuación, la cual forma parte de los retablitos rococó de Santa Gertrudis y San Plácido ubicados en el primitivo coro bajo del Convento de la Encarnación de Corella. El lugar pertenece hoy al Museo de Arte Sacro y es conocido como Sala Claudio Coelo.
Bodas Místicas de Santa Gertrudis. Claudio Coello (1753). Convento de la Encarnación de Corella. Museo de Arte Sacro.
Fotografía facilitada por el museo para Cistercium.
En esta tela aparece santa Gertrudis arrodillada mientras Cristo le pone un anillo y señala el corazón de la santa flameado con Niño Jesús; la escena da lugar a un interesante estudio de actitudes de las manos, que tan bien trata Coello. Completan el cuadro los típicos ángeles barrocos, unos en el ángulo inferior izquierdo, sosteniendo el báculo de la santa o el manto de Cristo, y otros, simplemente esbozados, revoloteando en una etérea atmósfera, que invade todo el cuadro. El conjunto se completa con una arquitectura escorzada, característica del pintor, que marca la perspectiva. Existe un fuerte predominio de la diagonal, definida por las figuras centrales, a la que también colabora el rompimiento de gloria que se sitúa detrás de Cristo; la composición y el tratamiento de las telas denotan una dinámica barroca, característica de la escuela madrileña del último tercio del siglo XVII. La iluminación muy cuidada hace resaltar preferentemente los rostros y manos de los dos personajes. También es importante el color, de estirpe veneciana, destacándose los carmines del manto de Cristo.
Esta representación podría aludir a la siguiente visión:
«Mientras (Gertrudis) ofrecía al Señor en una breve oración todos los sufrimientos que sentía tanto en el cuerpo como en el alma, y todas las alegrías tanto espirituales como corporales que se veía privada, se le apareció el Señor, llevando las dos cosas que le había ofrecido, alegría y sufrimiento, bajo la imagen de dos anillos engastados en piedras preciosas que adornaban ambas manos (…) Con esto ella comprendió que así como el anillo es signo de desposorios, la adversidad tanto corporal como espiritual es certísima señal de elección divina y de desposorio del alma con Dios. De la misma manera, el que sufre puede decir con verdad y seguridad aquello: “Mi Señor Jesucristo me ha dado como arras su propio anillo” (…)»[2] (L III,2).
Por otra parte, dos de sus visiones han llamado especialmente la atención de artistas y autores espirituales para adjudicar, a una u otra, la gracia del desposorio místico, por la presencia en ellas, de los gestos y símbolos característicos del pacto nupcial, como son la unión de las manos de los esposos y la colocación de anillos.
La primera es la visión inicial de santa Gertrudis, la cual realizó al mismo tiempo su conversión y su ingreso en la vida mística. La santa nos relata esta gracia recibida el 27 de enero de 1281:
«(...) Después de Completas, casi al inicio del crepúsculo (...) mientras estaba en el dormitorio (...) vi de pie ante mí, un joven amable y delicado, como de unos dieciséis años, tal cual mi juventud de aquél entonces hubiera deseado que se complacieran mis ojos exteriores. El cual, con rostro atractivo y palabra dulce me dijo: “Pronto vendrá tu salvación ¿Por qué te consumes de tristeza? ¿No hay contigo un consejero, que se renueva tu dolor?”. Mientras decía esto, aunque corporalmente me sabía en el lugar ya dicho, sin embargo, me parecía que estaba en el coro, en el ángulo en el cuál acostumbro a hacer tibia oración, y allí oí la continuación de las palabras: “Te salvaré y te liberaré, no temas”. Mientras las escuchaba, vi su diestra tierna y delicada coger mi diestra, como si confirmara prometiendo estas palabras. Y añadió: “Lamiste la tierra con mis enemigos y chupaste la miel entre espinas; por fin, vuélvete a mí, y yo te embriagaré del torrente de mis delicias”» (Legatus II,1,1).
“Desposorios místicos de Santa Gertrudis”. Óleo de Francisco Ribalta (1565-1628). Iglesia parroquial de San Esteban (Valencia).
Foto: Cistercium.
En esta primera gracia mística se inspira el pintor Francisco Ribalta para ofrecernos el magnífico óleo titulado: Desposorios místicos de santa Gertrudis, donde aparece la santa en presencia de un Cristo joven, que estrecha su mano derecha, en signo de pacto nupcial, mientras le canta las palabras de la visión, al son de violas y violines ejecutados por ángeles adolescentes, presentes en gran número, que completan el cuadro.
La segunda visión que se ha interpretado como el momento de los desposorios místicos de santa Gertrudis es aquélla que ya citamos al tratar el signo iconográfico de los anillos, narrada en Legatus (II,20,14-15): en una ocasión en que Gertrudis se quejara ante el Señor de que éste no hubiera sellado solemnemente con ella sus promesas, mediante un pacto, se le apareció Cristo y le hizo introducir su mano dentro de su divino corazón; al retirarla, la santa la encontró adornada con siete místicos anillos, en prenda y garantía de las gracias especiales, privilegios divinos y promesas que El le había concedido a favor del prójimo. De esta visión proviene que se represente frecuentemente a santa Gertrudis con siete, o al menos varios anillos, en sus manos.
Cuadro atribuido a la monja Mª Concepción Valdés, hija de Valdés Leal (1690). Real Monasterio de San Clemente (Sevilla).
Foto: Cistercium.
[1] Cf. La exposición iconográfica titulada: Gertrudis la Magna (1256-1302), Biblioteca Digital del Patrimonio Cisterciense 1, Cistercium 2012, sección cuadros Nº 34.
[2] Oficio de santa Inés.