Inicio » Content » ICONOGRAFÍA DE SANTA GERTRUDIS (VII)

Segunda Parte (continuación)

1.4. Visiones trinitarias

Otro motivo frecuente en la iconografía barroca de santa Gertrudis es la representación de la Santísima Trinidad, ya sea en sus tres divinas personas, ya sea en dos de ellas, con alusión implícita a la tercera. El aspecto trinitario es característico de la obra de santa Gertrudis: muchas de sus visiones y oraciones siguen una dialéctica cristológico-trinitaria, que se expresa frecuentemente mediante las fórmulas litúrgicas de la fiesta de la Trinidad.

Como sucede con los demás motivos iconográficos, el tema trinitario aparece tanto en representaciones genéricas como en alusión a visiones específicas, en las cuales se presenta combinado con el tema propio de la visión.

Las representaciones genéricas de santa Gertrudis en presencia de la Trinidad se refieren frecuentemente a la inspiración divina de sus escritos o visiones; y muestran a la santa arrobada en éxtasis, en situación de escribir, con los signos iconográficos propios del carisma doctoral que ya mencionamos en la primera parte de este estudio: escritorio, libro, pluma y tintero, rayo o nube inspiradora.

Santa Gertrudis en inspiración. Óleo del pintor sevillano Lucas Valdés en 1677.

Retablo del coro bajo de la Iglesia del Real Monasterio de San Clemente (Sevilla). Foto: Cistercium

Este es el caso del lienzo central del retablo de santa Gertrudis situado en el coro bajo de la Iglesia del Real monasterio de San Clemente de Sevilla, junto al púlpito, en el muro de la epístola. Se trata de la magnífica obra titulada “Santa Gertrudis en inspiración”, que se atribuye al pintor sevillano Lucas Valdés, de estilo barroco y fechable en los últimos años del siglo XVII. En ella aparecen el Padre y el Espíritu Santo, representados en el cielo, rodeados de los típicos querubines barrocos, en actitud de inspirar a la Santa; esta, situada en primer plano, responde con una mirada extática a la iluminación interior que le llega de lo alto, mientras se apresta a  volcar en el papel el conocimiento recibido. Las actitudes de los personajes y sus rostros denotan un diálogo interior que es patente al observador, aunque no pueda captar el contenido de la inspiración divina. La segunda Persona de la Santísma Trinidad, el Hijo, no aparece representada en el cielo, sino en el corazón de Gertrudis. En el fondo, a través de la puerta trasera de la celda, dos monjas contemplan con asombro la mística escena.

Otra representación genérica de la Santísima Trinidad vinculada con la inspiración de la doctrina gertrudiana, nos la ofrece el grabado reproducido en la portada de la edición alemana de la obra Philosophia coelestis (Salsburgo 1673), que muestra a la Santa sentada a los pies de Cristo, recibiendo su enseñanza. Cristo también está sentado, en actitud de instruirla, y sostiene con su brazo izquierdo una cruz. El divino coloquio está puesto bajo la acción del Espíritu Santo, que aparece representado como una paloma suspendida sobre un cielo abierto, bajo la inscripción del conocido versículo del Evangelio de san Juan en su versión latina, que dice: “La unción os enseñará todas las cosas”. Aquí la persona divina aludida implícitamente es el Padre.

Portada del libro “Philosophia coelestis, tradita ab aeterna sapientia”, Salisburgi [Salzburgo], typis Joan. Bapt. Mayr, 1673.

Abadía de Sta. Mª la Real de Oseira

Contamos con una tercera representación genérica de la Trinidad en el cuadro anónimo que se venera en la parroquia de Santiago Apóstol de la ciudad de Puebla, México. Allí aparecen el Padre y el Espíritu Santo en el cielo, en compañía de los clásicos querubines barrocos, mientras que el Hijo está representado como Niño en los brazos de santa Gertrudis. El rasgo notable de esta obra es que el Padre aparece colocando sobre santa Gertrudis un solideo, signo del primado sobre el Pueblo de Dios. La santa ostenta el báculo pastoral y la pintura se completa con un jarrón de azucenas. El solideo, casquete que los miembros del orden presbiteral usan para cubrir la tonsura, denota prelacía porque sólo se quita ante la presencia de Dios en el santísimo sacramento, como lo indica su mismo nombre en latín (soli-Deo: solo ante Dios). En el contexto de este cuadro significa la autoridad divina del magisterio de la Santa, a quien erróneamente se reputa como abadesa.

Anónimo, Santa Gertrudis, parroquia de Santiago Apóstol, Puebla.

Foto: Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Derechos cedidos a Cistercium.

Las representaciones trinitarias en la iconografía de santa Gertrudis, también suelen darse en alusión a visiones específicas. En estos casos, el tema trinitario aparece combinado con el motivo propio de la visión, que viene a ser el tema central de la obra. Tal es el caso de la grandiosa tela titulada “Visión de Santa Gertrudis” que se conserva en el museo de Durham, Inglaterra, obra del artista barroco español Isidoro Arredondo (1655-1702), pintor de Cámara de Carlos II, formado en el taller de Francisco Rizi y amigo de Claudio Coello.

“Visión de Santa Gertrudis”,  Isidoro Arredondo - Copyright The Bowes Museum (Barnard Castle, Co, Durham Inglaterra): DUR_DBM_1008.

Cedida para Cistercium.

En este cuadro la santa parece como improvisamente arrebatada por el éxtasis, en el cual contempla nítidamente a un santo de su Orden, que es el objeto específico de la visión. Este santo aparece en el cielo, con su corazón ardiendo en medio de una llamarada de fuego, proyectada directamente hacia la Trinidad. La Trinidad está representada en sus tres divinas personas, situadas en un plano superior del firmamento y de modo más difuso que la figura central del santo. Un ángel toca la cabeza de Gertrudis y le señala la visión del santo. Completan la escena más ángeles barrocos, entre ellos el omnipresente querubín que sostiene el báculo de santa Gertrudis.

En esta composición se sintetizan textos de tres visiones gertrudianas. El santo representado puede referirse tanto a san Benito como a san Bernardo. La escena alude a la frecuente relación mística que ella mantenía con los grandes santos inspiradores de su Orden e indirectamente expresa la unidad de mente y corazón que Gertrudis tenía con ellos.

De san Benito leemos en el Legatus Divinae Pietatis:

“En la preclara fiesta de nuestro santísimo Padre Benito, mientras ella se ocupaba de Dios con gran fervor, para honrar y reverenciar a un Padre tan ilustre, contempló en espíritu al este mismo glorioso Padre que estaba de pie con dignidad en presencia de la radiante y siempre serena Trinidad, feliz de aspecto y de hermoso rostro” (L IV,11,1).

Por lo que hace al fuego que abrasa el corazón del santo, en el Legatus encontramos una alusión semejante referida a san Bernardo, en el contexto de una visión en la que éste se le aparece en compañía de san Agustín: “Emitía (Agustín) como san Bernardo desde lo más profundo de su corazón, dardos ardientes hacia lo hondo del Corazón divino. Con ello se significaban las palabras encendidas que excitaban de modo especial a los corazones de los hombres al amor de Dios” (L IV, 50,1).

«Y (dice) san Bernardo: “Esto es muy característico de la contemplación auténtica y desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino, se ve colmado a veces de tal fuego y pasión por ganar para Dios a otros que le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más fructuosamente sabe que lo ha dejado”[1]» (L I,7,2).

De ahí que el santo de la visión pintada por Isidoro Arredondo, vestido con hábito benedictino, puede representar tanto san Benito como san Bernardo.

La otra modalidad de escenificación de la Trinidad en referencia a visiones específicas de santa Gertrudis, se da en el caso de las visiones marianas. Son muy abundantes las pinturas que representan a la Asunción de la Virgen María en presencia de la Santísima Trinidad, de los ángeles y los santos. Si bien se trata generalmente de representaciones colectivas en las que santa Gertrudis aparece entre otros santos, la relación de la Virgen María con la Santísima Trinidad es también un tema específico de las visiones gertrudianas. Volveremos sobre este punto cuando desarrollemos las visiones marianas como motivo iconográfico propio y más adelante, cuando tratemos las representaciones colectivas de santos.

Aquí nos limitamos a presentar una sola obra que ilustrar la representación trinitaria en referencia a las visiones marianas de la santa. Elegimos el escudo de monja de José de Paez que se exhibe en el Museo Soumaya de la ciudad de México. Se trata de una representación colectiva que reúne a varios santos en torno a una figura central: en este caso, la Asunción de la Virgen María al cielo; quien aparece siendo coronada por la Santísima Trinidad, como reina y señora de todo lo creado. Notemos que la Trinidad no está representada con la simbólica tradicional, sino en la forma de tres varones jóvenes. Santa Gertrudis figura en el extremo inferior derecho ofreciendo su corazón a la Virgen. Entre los santos representados distinguimos a san José, san Antonio de Padua, san Francisco, más un santo dominico y otra santa no religiosa, probablemente una de las primeras santas del cristianismo.

Escudo de monja; José de Paez, Museo Soumaya Ciudad de México DF – Foto: internet.

Entre otras visiones gertrudianas que presentan la asunción de la Virgen María en un contexto trinitario, podemos citar el siguiente texto, entretejido de piezas litúrgicas que las divinas personas, los ángeles y los santos, cantan alternativamente a la Virgen María. Para este texto resulta muy conveniente la representación de la Trinidad en forma de tres figuras humanas:

“En otra ocasión durante la fiesta de la gloriosa Asunción (…) le pareció asistir en espíritu a aquella dichosísima fiesta en la que la virginal Madre de Dios, tras pagar tributo a la carne alcanzó el reino celestial (…). Entre la sonora aclamación de toda la corte celestial fue colocada [la Santísima Virgen] con la debida reverencia en el trono de la gloria a la derecha de su Hijo, mientras se cantaba el responsorio Salve, noble. A continuación todos los ciudadanos del cielo (…) cantaban con inefable júbilo el responsorio: Dichosa tú, Virgen María[2]. Toda la Trinidad añadió el verso: Alégrate, María, para renovar en ella la ternura de aquella  salutación angélica que fue favorable comienzo de toda su misión. Y el coro de los santos continuó: Mira, has sido elevada, pidiéndola que intercediera por la Iglesia militante. Dios Padre, que quería exaltarla con la más gloriosa alabanza por haberse complacido especialmente en ella, cantaba con voz sonora el responsorio: Alégrate, esposa. El Hijo añadió: Sunamita según el corazón del Rey supremo. Y el Espíritu Santo: Salve, Virgen Madre, María. Repetía el Hijo: El Espíritu Santo es testigo. Y todo el coro de los santos prorrumpió en la aclamación: Tú limpiaste en otro tiempo a María que se había manchado con miles de impurezas egipcias[3]. El coro de los ángeles añadió: Tú reconciliaste con tu Hijo a Teófilo desesperado apóstata. Todos los santos le hicieron a la vez genuflexión en nombre de la Iglesia militante y cantaban: Oh excelsa, oh santa, etc. Luego Toda la Trinidad como emergiendo del abismal desbordamiento de su tierna fruición, con soberana admiración cantaba con toda claridad el duodécimo responsorio: ¿Quién es esta?[4], para proclamar todos los méritos de la bienaventurada Virgen” (L IV,48,9 y 12).

 

(Continuará)

Ana Laura Forastieri, ocso

Monasterio de la Madre de Cristo

Hinojo - Argentina



[1] San Bernardo, Comentario al Cantar de los Cantares, Ser. 57, 9. Obras Completas, Vol. V. BAC 491, p. 725.

[2] Cf. Lc 1,28.

[3] Alude el episodio de María la hermana de Moisés y Aarón cubierta de lepra en el desierto (cf. Nm 12,10)

[4] Cf. Ct 6,9.