Santa Gertrudis y el Sagrado Corazón, vitral, siglo XX, St. Gertrude Church, Woodstock, NB, Canadá.
Antonio Montanari[1]
5. «SPONSUS DILEXIT NOS EX SE TOTO»: El Esposo nos ha amado con todo su ser (Cont.)
Se podrían citar a este respecto[2], muchos textos; baste, no obstante, este ejemplo. Lo que me urge mostrar, en cambio, es la importancia de las influencias culturales en el léxico de la esponsalidad, presentes en los textos de Gertrudis. Es ciertamente posible reconocer en ellos, sobre todo, el trasfondo del pensamiento agustiniano sobre la Iglesia «sponsa Christi, pretioso sanguine dotata»[3], pero ya transportado como hemos visto- al alma individual: «Ecclesia seu studiosa quaevis anima»[4].
Hoy, frente a tales expresiones, surge legítimamente la pregunta sobre la incidencia de la lectura simbólica en la comprensión de la mujer como sujeto eclesial[5]. Y el interrogante se justifica por el hecho de que dicha relectura del rol femenino en la Iglesia se pone muchas veces en paralelo con la afirmación de la subordinación de la mujer al varón.
Frente a esta constatación, creo sin embargo que es importante proceder con prudencia: por una parte, para evitar la proyección de indebidas relecturas ideológicas sobre los textos medievales; y por otra, para reavivar la conciencia de que el acceso a dichas figuras simbólicas está mediado por el lenguaje y la cultura de aquellos que lo han fijado por escrito. Se necesita tener en cuenta dicho lenguaje y dicha cultura, si se quiere recuperar el significado auténtico de las imágenes esponsales elaboradas en los monasterios femeninos del siglo XIII, que hoy podrían servir de correctivo, frente a una reivindicación resentida del ministerio femenino en la Iglesia, pero también [podrían] orientar la búsqueda en una perspectiva más adecuada a la compleja situación de nuestra contemporaneidad.
A través de las metáforas esponsales que afloran con abundancia en los textos de Gertrudis -correcta y prudentemente definidas- se intuye fácilmente que el amor de la esposa no puede ser más que un amor maduro, que se propone como meta la visio «cara a cara». Este aspecto emerge por ejemplo en el capítulo 21 del Libro II del Legatus, en el que la santa narra la gracia recibida el segundo domingo de cuaresma, en la procesión que precedía a la misa, durante el canto del responsorio: Vidi Dominum facie ad faciem (vi al Señor cara a cara):
El segundo domingo de cuaresma mientras se cantaba antes de la misa el responsorio: Vi al Señor cara a cara, etc., mi alma fue iluminada con un admirable e indescriptible resplandor. En esta la luz de la revelación divina apareció ante mí, un rostro que parecía unirse a mi cara […]. Tú sólo sabes, suave dulzura mía, hasta dónde penetraste no solo mi alma, sino también mi corazón con todos sus miembros, en aquella meliflua visión, en la que tus ojos parecían estar como dos soles, frente a frente, con los míos[6].
La experiencia narrada en este texto, como señala apropiadamente Kurt Ruh, no se refiere a una relación «privada» con el amado Jesús. Antes bien, el trasfondo litúrgico permite ritualizar el cuerpo, hasta conferir a la temática nupcial una clara definición eclesial[7]. Por otra parte, me parece interesante notar que es precisamente en esta página, que Gertrudis evoca expresamente el nombre de Bernardo, como queriendo indicar al lector la auctoritas que ella intenta seguir en este tema.
Si bien aún falta una investigación más profunda sobre el influjo del abad de Clairvaux sobre el mundo monástico de Helfta, y en particular sobre Gertrudis, se reconoce que esta última ha desarrollado su propia espiritualidad, sobre todo, a partir de los escritos y de la «teología monástica» del gran abad del siglo XII, en especial de la doctrina transmitida en los Sermones super Cantica. Y, en efecto, es de estas páginas de donde ella ha tomado el lenguaje de los amantes del Cantar de los Cantares, que no es el de la comprensión [racional], sino el del corazón apasionado, es decir un lenguaje que no se preocupa de formar conceptos, sino que, gracias a la poesía, se abandona a la explosión de las imágenes y de las palabras[8].
Por estas razones, creo que puedo decir -tomando prestada una afirmación del escritor francés Jean-Noël Vuarnet- que si la operación mística que el mundo de Helfta nos relata es la «invención del amor», su transcripción no se reduce a un mero informe, sino que se transfigura más bien en un «taller de invención»[9], destinado a rescatar, una y otra vez, aquella Alteridad, que de otro modo se vería obligada a eclipsarse y a permanecer inaccesible a la mayoría. Inevitablemente, entonces, el silencio que envuelve y protege las metáforas de las que Gertrudis se sirve para expresar el suave secretum del cual es custodio y testigo privilegiada, termina por alimentar y garantizar un aliento de infinito:
Los que lean algunas de estas cosas […], por la descripción de estas imágenes (per istas velut depictas imaginationes), sean conducidos a gustar el maná escondido dentro de ellos mismos, que no permite mezcla con ninguna de las imágenes corporales (quod nulla corporearum imaginationum admixtione valet partiri), sino que solo el que lo come sigue teniendo hambre. Dios omnipotente, dador de todos los bienes, dígnate alimentarnos hasta la saciedad con este maná durante todo el camino de este destierro, hasta que, contemplando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, seamos transformados en la misma imagen del Señor de claridad en claridad[10], por su suavísimo Espíritu[11].
Para descargar en PDF:
Antonio Montanari: La Iglesia, el claustro y el paraíso, imágenes y temáticas eclesiológicas en los escritos de Helfta.
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[1] Antonio Montanari es docente de Historia de la Espiritualidad y de Historia de la Hermenéutica Bíblica en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional (Milán) y de Historia de la Espiritualidad Antigua, en el Centro de Estudios de Espiritualidad de la misma Facultad del cual es también Director. Ha escrito estudios sobre temas de espiritualidad y de exégesis patrística y medieval.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Esposa de Cristo dotada de su preciosa sangre (N.d.T.). San Agustín de Hipona, Epístola 254 y Sermón 355,3. Con respecto a la imagen de la Iglesia esposa, se puede ver: R. Desjardins, «Le Christ sponsus et l’Eglise sponsa chez saint Augustin», Bulletin de Littérature Ecclésiastique 67 (1966) 241-256.
[4] La Iglesia o cualquier alma fiel N.d.T.). San Bernardo de Clairvaux, Sermones super Cantica 29,9, en: Gregorio Diez Ramos (ed.), Obras completas de San Bernardo, BAC, Madrid 1945, tomo II, 210-211. La influencia de estos aspectos no se limita únicamente la espiritualidad de Helfta, sino que es compartida por todos los monasterios alemanes del siglo XIII. Cfr. U. Köpf, Bernhard von Clairvaux in der Frauenmystik, in P. Dinzelbacher – D. R. Bauer (edd.), Frauenmystik im Mittelalter, Schwabenverlag, Stuttgart 1985, 48-77; M. Casey, «Gertrud of Helfta and Bernard of Clairvaux: A Reappraisal», Tjurunga 35 (1988) 3-23; J. Lanczkowski, «Einfluß der Hohe-Lied-Predigten Bernhards auf die drei Helftaer Mystikerinnen», Erbe und Auftrag 66 (1990) 17-28.
[5] Lo hace, por ejemplo, de modo equilibrado, Sandra Mazzolini, en su artículo: «Modello ecclesiologico e ministero. Elementi per una ricerca del riconoscimento della presenza delle donne nella vita e nella missione ecclesiali», Annali di Studi Religiosi 7 (2006) 281-303.
[6] Legatus divinae pietatis 2,21,1; MTD I, 195.
[7] K. Ruh, Storia della mistica occidentale, vol. 2: Mistica femminile e mistica francescana delle origini, Vita e Pensiero, Milano 2002, 342. No comparto, en cambio, el juicio que Ruh expresa en esta misma página con respecto a la ausencia del componente esponsal en el texto de Gertrudis: «No se debe considerar el tierno contacto cara a cara como mística esponsal. En el parágrafo 4,12-16 [del capítulo 21 del Libro II del Legatus; MTD I, 197], Gertrudis habla del «abrazo, el beso y las demás expresiones de cariño», que ella ha «experimentado muchas veces», pero esta es una afirmación aislada (Ibid. La traducción del italiano es mía, N. de T.).
[8] Cfr. F. Ohly, Hohelied-Studien. Grundzüge einer Geschichte der Hoheliedauslegung des Abendlandes bis um 1200, Franz Steiner, Wiesbaden 1958, 151.
[9] Cfr. J.-P. Vuarnet, Le Dieu des femmes, L’Herne, Paris 1989, 8 y 24.
[10] Cfr. 2 Co 3,18.
[11] Legatus divinae pietatis 2,24,1, MTD I, 212; cfr. 5,36,2, MTD II, 425-426.