Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia III, capítulos 3-4)

Capítulo 3. Propuesta de abba Pafnucio sobre los tres géneros de vocación y sobre las tres renuncias

El desarrollo sobre los tres tipos de vocaciones, y las respectivas renuncias, tiene una llamativa semejanza con lo expresado por san Antonio abad en su Carta primera1. Es conveniente citar esta epístola, al menos en parte, para poder apreciar semejanzas y diferencias entre ambos textos:

«1Ante todo, los saludo en el Señor2.

Creo que las almas, tanto de varones como de mujeres, que Dios en su misericordia ha reunido por medio de su propia Palabra, son de tres tipos:

2Algunas fueron alcanzadas por la Palabra de Dios, en virtud de la ley de la promesa y del discernimiento del bien inherente en ellas desde su primera formación. 3Ellas no dudan, sino que reaccionan con prontitud, como hizo Abraham, nuestro padre. Ya que él se ofreció a sí mismo por amor, en virtud de la ley de la promesa, Dios se le apareció y le dijo: 4“Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gn 12,1). 5Y él fue, sin dudar para nada, sino respondiendo a su llamada. 6Este es el modelo para el comienzo de este género de vida. Y subsiste todavía en aquellos que siguen este modelo. 7Dondequiera y cuandoquiera que las almas lo mantienen y se ajustan a él, fácilmente adquieren las virtudes, puesto que sus corazones están prontos a dejarse guiar por el Espíritu de Dios. 8Este es el primer tipo.

9El segundo tipo lo encontramos en aquellos que oyen que la ley escrita da testimonio de todo el sufrimiento y castigo preparado para el malvado 10y anuncia las santas promesas para los que progresan. 11Por los testimonios de la ley escrita, sus pensamientos se levantan y ellos tratan de entrar en sus llamadas. 12David también da testimonio de esto al decir: “La ley del Señor es perfecta, vivifica el alma” (Sal 18 [19],8). 13Y en otro lugar dice: “La revelación de tu palabra ilumina y hace sabios a tus hijos” (Sal 118 [119],130); 14y lo mismo, más veces de las que somos capaces de dar cuenta.

15El tercer género lo encontramos en aquellos corazones que son duros desde el comienzo y que persisten en las obras de pecado. Dios misericordioso, les envía aflicciones y castigos, 16hasta que, a través de sus aflicciones, ellos se dan cuenta, se arrepienten y vuelven. Y si se arrepienten con todo su corazón, entran en la llamada y alcanzan las virtudes, como los demás, de los que ya he escrito.

17Estas son las tres puertas para las almas que se arrepienten hasta que obtienen la gracia y la llamada del Hijo de Dios».

 

Los géneros de vocación y la respuesta que les corresponde

3.1. Entonces el bienaventurado Pafnucio dijo: «Hay tres clases de vocación, como también sabemos que hay tres renuncias necesarias para el monje que ha seguido alguna de esas vocaciones. En primer término, es necesario indagar diligentemente por qué decimos que hay tres clases de vocaciones, para que, cuando sepamos que hemos sido adscriptos al culto de Dios por el primer tipo de vocación, adaptemos nuestro modo de vida conforme a la sublimidad que le es propia. Pues sería inútil comenzar de una manera sublime si desde tales inicios no lográramos terminar en una forma similar.

3.2. Pero cuando reconocemos que hemos sido arrancados del modo de vida del mundo por medio de la última vocación, en talcaso, cuanto menos gloriosos sean los comienzos con que inauguramos [la vida monástica], tanto más deberemos avivar nuestrofervor para consolidarnos en ella y tener un buen fin en nuestra carrera.

 

Las renuncias

3.2a. Por lo que atañe a las tres renuncias, conviene que conozcamos una segunda razón de ellas. Pues no podríamos perseverar en la perfección de ningún modo, si ignorásemos la índole de esas renuncias, o si, conociéndolas, no intentáramosen realidad ponerlas por obra.

 

Capítulo 4. Exposición de las tres vocaciones

 

4.1. Para que se manifieste la distinción especial entre estas tres vocaciones, digamos que la primera viene de Dios, la segunda del hombre y la tercera de la necesidad.

 

Primer género de vocación: el ejemplo de Abraham

4.1a. Viene de Dios cada vez que alguna inspiración introducida en nuestro corazón, a veces incluso mientras dormimos, suscita en nosotros el deseo de la vida eterna y de la salvación, y nos impulsa a adherirnos a sus preceptos con una salubérrima compunción. Como leemos en la Escritura santa que la voz del Señor llamó a Abraham para que dejara su suelo natal, el afecto de todos sus parientes y de la casa de su padre, diciendo el Señor: “Sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre” (Gn 12,1).

 

Segundo ejemplo: abba Antonio

4.2. Sabemos también que el bienaventurado fue llamado de este modo cuando recibió la ocasión de su vocación solo de Dios. Entró en la iglesia y allí escuchó que en el Evangelio el Señor predicaba: “Quien no odia a su padre, a su madre, a sus hijos, a su esposa, a sus tierras e incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26; Mc 10,29). Y: “Si quieres ser mi discípulo, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Mt 19,21). Antonio recibió este mandato del Señor con gran compunción de corazón, como especialmente dirigido a él, y de inmediato renunció a todo, y siguió a Cristo sinceramente, impulsado no por alguna exhortación o doctrina humana3.

 

La vocación por intermedio de seres humanos

4.3. El segundo modo de vocación es la que dijimos sucede por medio del hombre, cuando instigado por el ejemplo o las admoniciones de los santos somos inflamados por el deseo de la salvación. También nosotros, por gracia del Señor, nos consideramos llamados por medio de las moniciones y las virtudes del varón que antes mencionamos, nos hemos dedicado a este trabajo y profesión. De la misma manera leemos en las Escrituras santas que los hijos de Israel fueron liberados de la aflicción de Egipto por Moisés.

 

Tercera vocación

4.4. La tercera forma de vocación es la que procede de la necesidad. Cuando estamos ligados a las riquezas y voluptuosidades de este mundo, de repente, ante las pruebas que nos suceden y que nos amenazan o con peligros de muerte, o nos golpean con la perdida de los bienes, o con la proscripción, o nos hieren con la muerte de los seres queridos, entonces somo empujados, incluso contra nuestra voluntad, a recurrir a Dios, a quien habíamos desdeñado seguir en la prosperidad.

 

Vocación por necesidad

4.5. Con mucha frecuencia encontramos esta vocación, impulsada por la necesidad, en las Escrituras, cuando leemos que, a causa de sus pecados, los hijos de Israel fueron entregados por el Señor a sus enemigos, que por su dominación y tremenda crueldad hicieron proclamar una nueva conversión al Señor. “Y el Señor, dice [la Escritura], les mandó un salvador: Aoth, hijo de Gera, hijo de Iemini, que era ambidiestro” (Jc 3,15 LXX)4. Y de nuevo: “Clamaron, dice [la Escritura], al Señor que les suscitó un salvador, a Othonihel, hijo de Cenez, hermano menor de Caleb, y los liberó” (Jc 3,9 LXX).

 

Los salmos también testimonian el tercer género de vocación

4.6. Y sobre estas mismas personas se dice en el salmo: “Cuando los mataba, lo buscaban y se volvían y madrugaban hacia Dios. Y recordaron que Dios es su defensor, y que el Dios excelso es su redentor” (Sal 77 [78],34-35). Y de nuevo: “Clamaron al Señor cuando estaban atribulados y Él los liberó de sus angustias” (Sal 106 [107],19)5.

 

1 El Prof. Alciati ha puesto de relieve este paralelo (Conversazioni, pp. 256-257, nota 5).

2 Trad. de la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, publicada en: Padres del desierto. Cartas, Munro, Eds. Surco Digital, 2023, pp. 17-19 (libro digital en formato epub). Esta versión sigue el texto establecido por S. Rubenson en: The Letters of St. Antony. Monasticism and the Making of a Saint, Minneapolis, Fortress Press, 1995 (Studies in Antiquity and Christianity).

3 Cf. Atanasio de Alejandría, Vida de san Antonio, § 2.3 y 3.1: «Antonio entró en la iglesia, en ese momento se leía el Evangelio, y oyó que el Señor decía al rico: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todas tus posesiones y dáselas a los pobres; y ven y sígueme, y tendrás un tesoro en los cielos” (Mt 19,21)… Cuando entró de nuevo en la Casa del Señor y oyó que el Señor decía en el Evangelio: “No se preocupen por el día de mañana” (Mt 6,34)…»; trad. en: San Atanasio de Alejandría. Vida de san Antonio, Munro, Surco Digital, 2023, pp. 75 y 78 (libro digital en formato epub).

4 Lit.: “se servía de ambos manos como la diestra”. Translitero los nombres conforme al texto latino.

5 Cf., para ambos salmos, La Biblia griega Septuaginta. Natalio Fernández Marcos - María Victoria Spottorno Díaz-Caro [Coordinadores], Salamanca, Eds. Sígueme, 2013, pp. 116 y 152-153 (Biblioteca de Estudios Bíblicos, 127)