Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia IX, capítulos 15-17)

Capítulo 15. Si estas cuatro formas de oración son necesarias simultáneamente y para todos, o bien si cada una de manera singular y personal

 

Una meta: “la oración de fuego”

15.1. De estas cuatro especies suelen nacer oraciones más ricas, pues de la súplica, que se origina por la compunción de los pecados; de la oración, que nace de la fe en nuestras ofrendas y del cumplimiento de los votos en base a la pureza de la conciencia; de la intercesión, que procede de un ferviente acto de amor; de la acción de gracias, generada por la consideración de los beneficios de Dios, su grandeza y su piedad, nosotros sabemos que con frecuencia brotan oraciones muy fervorosas y ardientes. Por lo que resulta claro cómo todas estas clases de oración de las que hemos hablado aparecen ser útiles y necesarias para todos los hombres, de modo que en un solo e idéntico hombre una disposición cambiante a veces produce puras y muy fervientes súplicas, otras veces oraciones, otras veces intercesiones. Sin embargo, el primer tipo de oración parece pertenecer mayormente a los principiantes, quienes todavía están atormentados por las espinas y el recuerdo de los propios vicios; el segundo, a aquellos que ya se han establecido en una cierta posición elevada de la mente en el progreso espiritual y en la adquisición de las virtudes; el tercero, a aquellos que, cumpliendo a la perfección los propios votos con sus acciones, son inducidos a interceder por otros, también en consideración a la fragilidad de ellos y por el celo de la caridad; el cuarto, se adapta a aquellos que, después de haber quitado de su corazón la espina purificadora de su conciencia, ya seguros, se dirigen entonces con la mente purísima hacia la consideración de la generosidad y de la misericordia del Señor, que Él les concedió en el pasado, les prolonga en el presente y les prepara para el futuro; y son arrebatados por su propio ferventísimo corazón hacia aquella oración de fuego que no puede ser ni comprendida ni expresada por la palabra humana.

 

Oraciones inenarrables

15.2. Sin embargo, algunas veces, la mente, que avanza con aquel verdadero afecto de pureza y que empieza establecerse en ella, suele concebir simultánea y conjuntamente todas estas formas de oración, y volando de una a otra, como una llama incomprensible y muy arrebatadora, derrama ante Dios oraciones inefables y de una fuerza purísima; oraciones que el Espíritu mismo, interviniendo con gemidos inenarrables, desconocidos para nosotros, dirige a Dios, concibiendo en ese momento y derramándose en oraciones tan indecibles que yo no estoy en grado no solo de describirlas con palabras, sino siquiera de recordarlas luego con la mente.

 

La experiencia de la generosidad de Dios

15.3. En ocasiones sucede que alguien, en cualquier grado en que se encuentre, puede proferir oraciones puras e intensas. Puesto que, desde el primero y más bajo grado [de oración], que tiene que ver con el recuerdo del juicio futuro, quien todavía está sujeto al castigo del terror y al temor del juicio, es ocasionalmente tan tocado por la compunción, que se siente lleno de una gran alegría del espíritu por la riqueza de su súplica, como la de aquel que, contemplando y examinando, merced a su pureza de corazón, la generosidad de Dios, se encuentra en un estado de gozo y de alegría indecible. En efecto, según la palabra del Señor a quien más se perdona, más comienza a amar (cf. Lc 7,47).

 

Capítulo 16. Hacia cuáles formas de oración debemos tender nosotros mismos

 

16. Con todo, a medida que avanzamos en la vida y crecemos en la perfección de la virtud, debemos dar preferencia a la práctica de aquellas clases de oración que nos son concedidas como resultado de la contemplación de los bienes futuros y de un ardiente amor, o bien, al menos, para hablar de una forma más humilde y en de un modo adecuado a la condición de principiantes, que son producidos en vistas a la adquisición de alguna virtud y la extinción de los vicios. De otra manera, en efecto, no podremos de ninguna forma alcanzar los tipos de oración más elevados, de los que hemos hablado antes, a menos que la mente no progrese lentamente y gradualmente a través de la secuencia de estas intercesiones.

 

Capítulo 17. Sobre los cuatro géneros de súplicas establecidos por el Señor

“En este capítulo concluye la larga sección dedicada a las cuatro clases de oración, iniciada en el capítulo nueve, y enteramente centrada en la exégesis de 1 Tm 2,1. Después de haber provisto esta catalogación de las diversas tipologías de oración, Casiano ofrece una breve exégesis del Padrenuestro; se trata de un comentario a Mt 6,9-13”[1].

 

Jesús nos enseña a suplicar

17.1. El Señor mismo se ha dignado iniciarnos en estos cuatro géneros de oración con su ejemplo, cumpliendo de esta forma lo que había sido dicho sobre Él: “Jesús comenzó a hacer y enseñar estas cosas” (Hch 1,1). Él se sirve de la forma de súplica cuando dice: “Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz” (Mt 26,39). O en aquello que, en relación con su persona, se canta en el salmo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Sal 21 [22],2; Mt 27,46). Y hay otros pasajes similares a estos.

 

Cristo nos enseña qué son la oración, la intercesión y la acción de gracias

17.2. Oración, es cuando [Jesús] dice: “Yo te he glorificado sobre la tierra, cumpliendo la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17,4). O bien: “Por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad” (Jn 17,19)[2].

17.2a. Intercesión es cuando dice: “Padre, quiero que también aquellos que me has dado, estén conmigo, donde yo estoy, para que vean mi gloria que tú me has dado” (Jn 17,24). Y ciertamente cuando dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).

17.3. Y acción de gracias, cuando dice: “Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, pues has ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito” (Mt 11,25-26). Y sin duda cuando dice: “Padre, te doy gracias, por haberme escuchado. Yo sé que siempre me escuchas” (Jn 11,41-42).

 

Una sola oración que incluya las cuatro formas de rezar

17.3a. Pero si bien nuestro Señor mismo distinguió cuatro tipos de oración que se deben ofrecer, individualmente y en momentos diversos, como nosotros lo entendemos, sin embargo, con su ejemplo muestra asimismo aquella forma en que se pueden expresar simultáneamente con una súplica perfecta esas cuatro formas; así lo hace en aquella oración que leemos que profirió ampliamente al fin del evangelio de Juan (cf. Jn 17).

 

Unir las cuatro clases de oración

17.4. Leyendo este texto, porque sería muy largo recorrerlo íntegramente, el lector atento se dará cuenta que el Apóstol expresa claramente el mismo intento en la Carta de los Filipenses, allí donde presenta estos cuatro tipos de oración, aunque en un orden un poco diverso, mostrando que ellos deben algunas veces ser elevados todos juntos con el fervor de una sola súplica. Y así escribe: “Pero en toda oración y súplica sus peticiones sean presentadas a Dios con acciones de gracias” (Flp 4,6). Así él ha querido enseñarnos de una manera particular que en la oración y en la súplica la acción de gracias debe unirse con la intercesión.


[1] Conersazioni, p. 614, nota 11.

[2] Otra traducción posible: “Me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad”.