Capítulo 12. Pregunta: ¿de qué modo los pensamientos espirituales pueden mantenerse inmóviles?
12. Germán: “Consideramos que tú nos has expuesto no solo la enseñanza de esta disciplina espiritual que te habíamos pedido, sino también, de una forma bastante clara y perspicaz, la perfección misma. ¿Qué puede haber, en efecto, más perfecto y más sublime que abrazar la memoria de Dios con una tan compendiosa meditación y alejarse de todos los límites de las cosas visibles, envolviéndose en este solo versículo, abrazando, en cierto modo, las disposiciones de todas las oraciones con estas breves palabras? Por lo tanto, te pedimos que nos expliques lo que todavía nos falta, es decir, de qué modo podemos mantener establemente este versículo que nos has dado como fórmula para que, con la gracia de Dios, nos liberemos de las necedades de los pensamientos mundanos, y así retengamos invariablemente los pensamientos espirituales”.
Capítulo 13. Sobre la movilidad de los pensamientos
Una mente inestable
13.1. “Cuando, en efecto, nuestra mente ha comprendido un pasaje de algún salmo, imperceptiblemente, alejándose de éste, vuela, sin pensar y neciamente, hacia otro texto de la Escritura. Apenas ha comenzado a reflexionar sobre este último, he aquí que, sin haberlo todavía examinado por entero, el recuerdo de otro pasaje le hace olvidar la meditación del material precedente. Desde aquí, con el inicio de otra reflexión, va de un lado a otro y así el ánimo da vueltas constantemente de un salmo a otro salmo, saltando de un texto evangélico a una lectura del Apóstol, vagando también de esta a las palabras de los profetas, siendo al final arrojado hacia ciertos relatos espirituales, girando de una manera irregular por el entero cuerpo de las Escrituras, incapaz de rechazar o mantener algo gracias a la propia voluntad, y de llegar a alguna conclusión sobre un tema con un juicio y un examen completo; como uno que palpa y degusta significados espirituales sin estar en condición de producirlos y poseerlos.
Evitar las distracciones
13.2. Así, la mente, siempre móvil y vagando, está distraída por diversas cosas, incluso en el momento de la synaxis, como si estuviera ebria, y no termina ningún servicio de manera adecuada. Por ejemplo, cuándo hora, vuelve a pensar en un salmo o en alguna otra lectura. Cuando canta, medita en otra cosa diversa del texto de aquel salmo. Cuando lee piensa en qué debe hacer o en lo que ha hecho. De este modo, al no recibir o rechazar nada algo de un modo disciplinado y adecuado, parece reaccionar a los asaltos casuales, sin la habilidad de mantener las realidades que le hacen placer y permanecer en ellas.
Sin fluctuar…
13.3. Y por eso es necesario para nosotros, en primer lugar, saber cómo podemos cumplir adecuadamente estas obligaciones espirituales y, de manera especial, cómo custodiar de forma permanente este versículo que nos has entregado como fórmula, de modo que el inicio y el fin de todos nuestros pensamientos no fluctúen con volubilidad, sino que permanezcan bajo nuestro control”.
Capítulo 14. Respuesta: de qué forma se puede adquirir la estabilidad del corazón o de los pensamientos
El tema de las “tres prácticas” lo hallamos en Evagrio, de quien Casiano parece haberlo tomado:
“Cuando el espíritu vagabundea, la lectura, las vigilias y la oración lo estabilizan[1]. Cuando la concupiscencia está inflamada, el hambre, la fatiga[2] y la soledad la aplacan. Cuando el irascible está trastornado, la salmodia, la paciencia y la misericordia lo aplacan; y estas (prácticas deben) realizarse en el tiempo y la medida convenientes, porque lo que se hace sin moderación e inoportunamente dura poco, y lo que dura poco es más perjudicial que útil”[3].
Las tres prácticas que estabilizan la mente
14.1. Isaac: «Aunque creo que he dicho lo suficiente sobre esta cuestión cuando un poco antes hablamos sobre el estado de la oración, sin embargo, desde el momento en que ustedes me piden que les repita estos temas, les diré algo brevemente sobre la determinación del corazón.
14.1a. Tres son las prácticas que estabilizan una mente inestable: las vigilias, la meditación y la oración. La asiduidad de éstas tres confieren al alma una firmeza estable.
Necesidad de prepararnos para orar
14.2. Sin embargo, la mente no podrá aprender otras cosas de ningún modo si primero no renuncia a todas las preocupaciones y solicitaciones de la vida presente por medio de una infatigable constancia en el trabajo, no por [el afán] de la avaricia (filargyriae), sino por las santas costumbres del cenobio. De esta forma seremos capaces de cumplir el mandato apostólico: “Oren sin cesar” (1 Ts 5,17). Porque reza muy poco quien acostumbra a orar solo en el tiempo en que está arrodillado[4]. Y no reza nunca quien, incluso estando de rodillas, se encuentra distraído por toda suerte de divagaciones del corazón. Por tanto, si queremos ser hallados rezando en el momento de la oración, corresponde que lo estemos [ya] antes del tiempo de la oración. Es necesario, en efecto, que en el tiempo de la súplica el estado de la mente esté formado por la situación precedente y sea elevada a las realidades celestiales o arrastrada hacia aquellas terrenas de los pensamientos en que se hallaba antes de la oración».
Corolario de la Conferencia
14.3. Hasta aquí, para nuestro asombro, abba Isaac impartió la segunda conferencia sobre la cualidad de la oración. Muy admirados y con un gran deseo de poner en práctica su enseñanza sobre la meditación del versículo citado antes, lo que él nos dio como algo para conservar por parte de los principiantes para su formación, puesto que creíamos fuera provechoso y fácil, en realidad experimentamos ser mucho más difícil de observar respecto a aquella práctica con la cual acostumbrábamos en precedencia a recorrer el entero cuerpo de las Escrituras, meditando aquí y allí, sin estar ligados por ningún vínculo de perseverancia. Consta, por esto, que nadie nunca es excluido de la perfección del corazón por causa de su falta de experiencia, ni la simplicidad es un obstáculo para obtener la pureza del corazón y del alma. Ella está realmente cerca de todos, si estos solo meditando continuamente este versículo, conservan constantemente sana e íntegra la atención de la mente hacia Dios.
[1] Lit.: lo fijan.
[2] O: dolor, pena.
[3] Tratado Práctico 15; SCh 171, pp. 536.539.
[4] Cf. Apotegma anónimo N 104: Dijo un anciano: “Si el monje ora solo cuando está de pie para la oración, ese monje no reza nunca”, texto que recoge la Colección Sistemática Griega en el capítulo 21, n. 23 (SCh 498, pp. 206-207). No basta, por tanto, con la oración litúrgica, es necesario orar en nuestro interior continuamente (cf. Lc 18,1).