Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia X, capítulos 8-10.5)

Capítulo 8. Pregunta sobre la enseñanza de la perfección, por medio de la cual podemos llegar a la memoria continua de Dios

Llamativamente extensa la pregunta de Germán, que se queja de la inestabilidad de la mente humana, y solicita una fórmula para que “la mente errante, después de haber vagado por muchos y diversos itinerarios y divagaciones, pueda retornar y entrar, como a un puerto de paz, luego de varios naufragios”. Con ello da pie a abba Isaac para explicar cuál es “la fórmula” que hace posible la oración continua[1].

 

Petición de benevolencia

8.1. Germán: “Un estupor todavía mayor se agrega a nuestra admiración por la precedente conferencia por causa de cual volvemos a recurrir a ti. Porque cuando fuimos inflamados por la incitación de esta enseñanza a desear la perfecta beatitud, tanto más nos sentimos abatidos por la desesperación, ignorando de qué modo podemos anhelar y obtener la disciplina de algo tan sublime. Por este motivo, ubicados en nuestras celdas, empezamos a aplicarnos a estas cosas meditando largamente, pues acaso es necesario que ahora digamos en qué pensamientos nos detuvimos. Y, aunque ya sabemos que tú no acostumbras a ofenderte por la debilidad de los más débiles, te pedimos entonces aceptar con paciencia que te presentemos estas cosas para que lo que en ellas parezca absurdo pueda ser corregido.

 

Un camino de subida

8.2. Por tanto, nosotros somos de la opinión que la perfección de cualquier arte o disciplina necesariamente comienza por los rudimentos más simples y los ejercicios más fáciles; después, alimentado, por así decir, con la leche de la razón, paulatinamente crece y madura; y de forma gradual, asciende desde las cosas más humildes a aquellas más altas. Después de haber entrado en estos principios más simples y, de alguna forma, a través de las puertas de la profesión elegida, llega directamente y sin esfuerzo a los más íntimos lugares y a las más altas cumbres de la perfección.

 

Conformarse a las reglas de la instrucción

8.3. ¿Cómo podría, en efecto, un niño pronunciar simples grupos de sílabas si antes no ha aprendido diligentemente a conocer las letras del alfabeto? ¿Y cómo podría conseguir la capacidad de leer expeditamente quien no fuera todavía capaz de conectar breves y simples frases? ¿O cómo podría adquirir competencia en la retórica y la filosofía quien está poco instruido en el conocimiento de la gramática? Por tanto, no dudo que también hay ciertos elementos fundamentales de instrucción que pertenecen a esta muy sublime disciplina, que nos enseñan cómo ascender constantemente hacia Dios. Una vez que ellos están establecidos con firmeza, entonces las alturas más elevadas de la perfección pueden ser colocadas en su lugar y levantadas.

 

“Memoria Dei”

8.4. Pensamos que los principios en cuestión son estos: primero, conocer con qué tipo de meditación Dios puede ser aferrado y pensado; después, cómo mantenernos en esta condición inmutada, cualquiera que ella sea, porque no dudamos que en esto consiste el culmen de la perfección. Por consiguiente, deseamos que se nos explique cómo esta memoria de Dios pueda concebirse en nuestra mente y mantenerla para siempre allí. De modo que, teniéndola ante nuestros ojos, cuando nos demos cuenta de habernos desviado de ella, poseyendo los medios para volver allí seremos capaces de recuperarla sin ninguna demora y sin una fatigosa búsqueda.

 

La imposibilidad de dar estabilidad a nuestra mente

8.5. Porque nos sucede que cuando nos alejamos de la contemplación de las cosas espirituales, y volvemos a nosotros mismos, como si nos despertaran del sueño de la muerte, buscando la forma de poder revivir la memoria espiritual que había desaparecido, retenidos por el retraso de esta inquisición, antes que la volvamos a encontrar, perdemos nuevamente de vista nuestro propósito; y antes que se produzca alguna visión espiritual, la atención de nuestro corazón ya ha concebido vanidades. Esta confusión, ciertamente nos perturba, puesto que no tenemos delante de los ojos establemente una intención particular, a la cual, como a una especie de fórmula, la mente errante, después de haber vagado por muchos y diversos itinerarios y divagaciones, pueda retornar y entrar, como a un puerto de paz, luego de varios naufragios.

 

En continuo movimiento

8.6. Y así nos sucede que la mente está constantemente encadenada por esta ignorancia y dificultad, vagando siempre de un lado a otro, como ebria, moviéndose sin descanso. Es incapaz de mantener con firmeza y con perseverancia nada espiritual que le llegue, más por fortuna que por el propio esfuerzo, mientras se mueve continuamente de una cosa a la otra, no tiene conciencia ni de sus llegadas ni de sus inicios, como tampoco de su fin y de su partida”.

 

Capítulo 9. Respuesta sobre la eficacia del conocimiento, que se adquiere por medio de la experiencia

 

Buscar en profundidad

9.1. Isaac: «La pregunta de ustedes, tan precisa y sutil, es indicio de la proximidad de la pureza. Pues nadie es capaz de interrogar sobre estas cosas, no diré examinarlas o indagarlas a fondo, a no ser que una diligente y eficaz actividad de la mente, y una muy atenta solicitud no lo hayan impulsado a escrutar su profundidad; y, al mismo tiempo, el esfuerzo de una vida mortificada por medio de la experiencia práctica no le hiciera buscar los umbrales de esta pureza y golpear sus puertas.

 

El ingreso en las moradas más íntimas

9.2. Y puesto que veo que ustedes se encuentran, no digo ya a las puertas de aquella oración de la que hemos hablado, sino que más bien con las manos de la experiencia de ustedes tocan la realidades más profundas e interiores, y ya se han adueñado de algunas de sus partes, no creo que deberé esforzarme mucho, en la medida que el Señor quiera guiarme, para introducirlos dentro de sus moradas interiores y, al mismo tiempo, dado que ya están dando sus pasos en el vestíbulo, creo que ningún obstáculo podrá impedirles penetrar en lo que debe ser mostrado.

 

La oración perfecta

9.3. Próximo, en efecto, al conocimiento está aquel que sabe lo que debe indagar con cuidado y no está lejos de la comprensión quien comienza a entender lo que ignora. Por ello no temo ser acusado de traición o ligereza si manifiesto lo que mantuve oculto a los ojos de ustedes cuando, en la precedente conversación, hablaba de la perfección de la oración. Creo que la fuerza de estas cosas de todos modos se les habrían abierto, incluso sin el ministerio de mi palabra, teniendo en cuenta como ustedes se han aplicado a ejercitarse en ellas.

 

Capítulo 10. Sobre la enseñanza de la oración continua

Este largo capítulo se puede dividir en dos secciones: “la primera (párrafos 3-5), describe las características de esta súplica” que se expresa con las palabras del salmo. Ella “es eficaz y se adapta bien a todos los estados de ánimo en que el monje puede encontrarse; es la invocación perfecta; reúne en sí todas las virtudes; es un recinto seguro contra los demonios; apoyo firme en la lucha contra el vicio y el pecado; educa al monje; se adapta a todas las circunstancias, tristes o felices”[2].

 

La contemplación espiritual

10.1. Por consiguiente, según aquella enseñanza, que muy sabiamente han comparado con el aprendizaje de los niños (que no pueden aprender las letras del alfabeto, ni pueden reconocer sus formas, ni trazar los caracteres con mano firme, si primero no se han ejercitado en modelar sus formas con incesante atención y diaria imitación, utilizando los prototipos y modelos impresos en cera), la fórmula para esta contemplación espiritual también les debe ser transmitida a ustedes. Siempre fijando tenazmente su mirada sobre ella aprenderán a reflexionar sobre ella de forma ininterrumpida para su propio beneficio y, gracias a su utilización y a su meditación, podrán ascender a visiones incluso más elevadas.

 

La continua “memoria Dei”

10.2. La fórmula de esta disciplina y oración que ustedes están buscando les será entonces propuesta. Cada monje que aspira a la continua memoria de Dios debe habituarse a meditar con una incesante tensión de su corazón, después de haber expulsado toda clase de pensamiento, porque no podrá mantenerlo firme si no después de haberse liberado de todos los cuidados y solicitudes del cuerpo. Esta [enseñanza] nos ha sido transmitida por aquellos escasos padres muy ancianos que han quedado, y así también la trasmitimos a los muy pocos que verdaderamente están sedientos [de ella]. Esta será, entonces, la fórmula de piedad propuesta a ustedes para poseer la memoria continua de Dios: “Oh Dios, ven en mi ayuda; Señor, apresúrate a ayudarme” (Sal 69 [70],2).

 

Las virtualidades de este versículo

10.3. Este versículo es un instrumento que no sin razón ha sido seleccionado de todo el cuerpo de la Escritura. Porque incluye todas las emociones que pueden ser aplicadas a la naturaleza humana y se adapta bastante adecuadamente y de forma conveniente a todas las situaciones y a los ataques. Tiene una invocación a Dios contra todos los peligros, tiene la humildad de una pía confesión, tiene la vigilancia de la solicitud y del temor constante, tiene la consideración de la propia debilidad, la seguridad de ser escuchado, la confianza de una ayuda siempre presente y disponible.

 

Un arma poderosa

10.4. Quien, en efecto, invoca a su protector está seguro que él estará siempre presente. Tiene [este versículo] el ardor del amor y de la caridad, tiene la visión de las insidias y del temor de los enemigos, viviéndose circundado por estos día y noche, confiesa no poder librarse sin la ayuda de su defensor. Este versículo es un muro inexpugnable, una coraza impenetrable y un escudo muy fuerte para todos aquellos que se esfuerzan frente al ataque de los demonios. Este [versículo] no permite que quienes se encuentran turbados por la acedia y la ansiedad del corazón[3], o están deprimidos por la tristeza u otro tipo cualesquiera de pensamientos, desesperen de poder encontrar los remedios que salvan, mostrando cómo aquel que es invocado siempre observa nuestras luchas y no se aleja abandona de quienes le suplican.

 

Invocar a Dios en todas las situaciones de nuestra vida

10.5. Este versículo nos advierte, a nosotros que nos hallamos en medio de éxitos espirituales y en la alegría del corazón, que nunca debemos ensoberbecernos por una condición próspera, mostrando que ella no puede ser mantenida sin la protección de Dios, por lo que le ruega que venga en nuestra ayuda no solo siempre, sino también rápidamente. Este versículo, digo, es necesario y útil para cada uno de nosotros en cualquier condición que nos encontremos. Pues quien desea ser ayudado siempre y en todas las cosas muestra tener necesidad de Dios como ayudador, no solo en las situaciones difíciles y tristes sino también de la misma manera en aquellas alegres y favorables, sabiendo que, ya sea que se aleje de las primeras ya sea que se esfuerce por encontrarse en las segundas, en ningún caso la debilidad humana se sostiene sin su asistencia.


[1] Cf. Vogüé, p. 265.

[2] Conversazioni, pp. 673-674, nota16.

[3] O: de la mente (animi).