Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia XV, capítulos 1-2)

Conferencia décimo quinta: Segunda conversación con abba Nesteros.

Sobre los carismas divinos

 

Capítulos:

1. Un discurso[1] de abba Nesteros sobre la triple disposición de los carismas[2].

2. En qué se debe admirar a los hombres santos.

3. Sobre el muerto resucitado por abba Macario.

4. Sobre el milagro que hizo abba Abraham en los senos de una mujer.

5. Sobre la curación de un cojo que obró el mismo [abba Abraham].

6. Que el mérito de una persona no debe juzgarse por sus milagros[3].

7. Que el poder de los carismas no consiste en los milagros, sino en la humildad.

8. Que es más maravilloso que los vicios sean expulsados de uno mismo que los demonios [sean expulsados] de algún otro.

9. En qué medida una vida recta supera los hechos milagrosos.

10. Revelación de un experimento sobre la castidad perfecta.

 

Capítulo 1. Una discusión de abba Nesteros sobre la triple disposición de los carismas

En continuidad con el final de la precedente Conferencia, ahora se nos presentan las tres causas por las que Dios confiere dones excepcionales a determinadas personas. Ellas son: bien la santidad del carismático; bien por la fe del que suplica, o bien por la acción de los demonios que obran prodigios a fin de acreditar a un falso profeta. “Las dos últimas hipótesis impiden ver en los carismas signos seguros de santidad. Esta consiste solo en la expulsión de los vicios y la adquisición de las virtudes, cuya reina es la caridad”[4].

 

Comienza la conferencia

1.1. Después de la synaxis vespertina, nos sentamos juntos en las esteras[5], según la costumbre, ansiosos por la conferencia prometida. Y cuando habíamos guardado silencio durante un rato por respeto al anciano, se anticipó a nuestra reverente quietud con estas palabras:

 

Primer género de carismas o dones

1.2. [Abba Nesteros]: «En el transcurso de nuestra conferencia anterior habíamos llegado a abordar el tema de la disposición de los carismas espirituales, que, según hemos aprendido por la tradición de nuestros antepasados, son tres. El primer tipo es con el propósito de curar, cuando la gracia de los milagros acompaña a ciertos hombres elegidos y justos a causa de su santidad, como queda claro en el caso de los apóstoles y muchas personas santas, que obraron signos y prodigios de acuerdo con la autoridad del Señor, que dijo: “Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Han recibido gratis; den gratis” (Mt 10,8).

 

El segundo género de dones o carismas

1.3. El segundo género es cuando, por el bien de la edificación de la Iglesia o por la fe de los que traen a sus enfermos o de los que deben ser curados, surge un poder sanador incluso de pecadores y personas indignas. De éstos dice el Salvador en el Evangelio: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no

profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘Nunca los conocí. Apártense de mí, obreros de iniquidad’ (Mt 7,22-23; cf. Sal 6,9)”.

 

La absoluta necesidad de la fe

1.4. Por otra parte, si falta la fe de los peticionarios o de los enfermos, no permite que aquellos a quienes se han concedido los dones de curación ejerzan su poder de dar salud. El evangelista Lucas[6] dice al respecto que “Jesús no pudo realizar entre ellos ninguna acción poderosa por su falta de fe” (cf. Mc 6,5-6). De ahí que el Señor diga también: “Había muchos leprosos en Israel en la época del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el sirio” (Lc 4,27).

 

Tercer género de carismas

1.5. El tercer género de curaciones es imitado por la obra engañosa de los demonios, de modo que, cuando una persona que está enredada en pecados obvios es creída santa y amiga de Dios por admiración a sus milagros, la imitación de sus vicios podría también parecer deseable. Así, la santidad de la religión será dañada cuando se haya dado acceso al menosprecio, y ciertamente la persona que creía tener los dones de la curación será tanto más gravemente herida cuanto que se envanece con el orgullo del corazón. Por eso, invocando los nombres de tales personas, que saben que no tienen ningún fruto de santidad ni ningún fruto espiritual, fingen que están siendo atormentados por sus méritos y están huyendo de los cuerpos que han poseído.

 

Testimonio de las Escrituras sobre el tercer género de curaciones

1.6. Sobre éstos se dice en el Deuteronomio: “Si se levanta en medio de ustedes un profeta o alguien que dice que ha visto un sueño y predice una señal y un prodigio, y se cumple lo que ha dicho, y les dice: ‘Vayamos y sigamos a dioses extranjeros que no conocen, y sirvámosles’, no escucharán las palabras de ese profeta o soñador[7], porque el Señor, su Dios, los está poniendo a prueba, para que quede claro si le aman o no con todo su corazón y con toda su alma” (Dt 13,2-4). Y en el Evangelio [se dice]: “Surgirán falsos cristos y falsos profetas y producirán grandes señales y prodigios, de tal manera que, si es posible, hasta los elegidos serán inducidos a error” (Mt 24,24)».

 

Capítulo 2. En qué se debe admirar a los hombres santos

 

Los dones se conceden a cada persona conforme a sus méritos

2.1. «Por lo tanto, nunca debemos admirar a quienes fingen estas cosas mediante tales milagros. Más bien, debemos ver si ellos han sido hechos perfectos por el desarraigo de todos sus vicios y la corrección de su conducta, porque cuando la gracia de Dios es dispensada ciertamente no es otorgada debido a la fe de otra persona o por cualquier número de razones, sino debido al celo propio de cada persona.

 

La más excelente vía

2.2. Pues éste es el conocimiento práctico que también recibe el nombre de amor por parte del Apóstol y que por autoridad apostólica es preferido a todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, a la plenitud de fe que incluso mueve montañas, a todo conocimiento y profecía, a la distribución de los bienes propios, e incluso, por último, a un glorioso martirio (cf. 1 Co 13,1-3). Porque después de haber enumerado todas las diferentes clases de dones y haber dicho: “A uno le es dada la palabra de sabiduría por el Espíritu, a otro la palabra de ciencia, a otro la fe, a otro la gracia de curar, a otro el obrar milagros” (1 Co 12,8-10), y así sucesivamente; cuando está a punto de hablar del amor, fíjate cómo en pocas palabras lo pone como por encima de todos los carismas: “Yo te mostraré un camino aún más excelente” (1 Co 12,31).

 

La humildad de nuestros padres en la vida monástica

2.3. De esto se desprende claramente que la perfección y la suma bienaventuranza no consisten en la realización de esas maravillas, sino en la pureza del amor. Y con razón. Porque todas esas realidades van a ser abolidas y destruidas, pero el amor permanecerá para siempre (cf. 1 Co 13,8). Vemos, por lo tanto, que nuestros padres nunca quisieron realizar obras extraordinarias. Al contrario, aunque poseían esa facultad por la gracia del Espíritu Santo, nunca quisieron ejercitarla, a no ser que les obligara una necesidad extrema e inevitable».


[1] Disputatio, que también podría traducirse por: disputa, controversia.

[2] Otra traducción posible: dones.

[3] Lit.: signos (signis).

[4] Vogüé, p. 314.

[5] Lit.: psiathiis.

[6] Se trata de un texto del Evangelio de Marcos.

[7] Es decir, “vidente en sueños”.