Santa Gertrudis, talla de madera policromada, Iglesia abacial Nossa Sehora de Monserrate, Abadía São Bento, Río de Janeiro, Brasil.
Abad Dom Paulo Celso Demartini, O. Cist.[1]
Acojo con alegría la invitación para esta lección inaugural del año 2016[2], en esta reconocida institución que desde hace tantos años sirve a los monasterios y a la Iglesia en general. Vengo en agradecimiento a Dios y a todos mis formadores, pues debo mucho a todos los monjes y profesores de esta Facultad, en aquella época llamada de la Escuela Teológica de la Congregación Benedictina del Brasil.
Mi saludo al Rector Magnífico Dom Anselmo Chagas, osb, a Dom Abade Filipe, osb, abad del Monasterio de São Bento y Abad Presidente de la Congregación Benedictina del Brasil, a los monjes, profesores, alumnos y exalumnos, funcionarios y amigos de las varias actividades que el carisma de nuestro Padre San Benito desarrolla en esta colina.
Ya que se me dio la libertad de elegir el tema de esta clase inaugural, pensaba cuál de ellos podría abarcar la riqueza de estos tiempos que vivimos en la Iglesia y en el mundo: concluimos recientemente el Año de la Vida Consagrada. Estamos viviendo el Jubileo de la Misericordia. Esta es una institución de enseñanza superior que tiene una impostación monástica desde sus inicios en 1921.
Tuve en cuenta que ya en el Brasil colonial la devoción a la monja santa Gertrudis de Helfta era grande, como lo prueba el bello altar y la imagen a ellas dedicados en la iglesia abacial de este cenobio[3]. Como homenaje a aquellos valerosos monjes de esta ciudad, presentes aquí desde hace 425 años, opté por hablar un poco sobre esta monja, una consagrada que vivió y enseñó mucho sobre la misericordia, una teóloga, que por eso mismo, está próxima a ser proclamada como nueva Doctora de la Iglesia: santa Gertrudis de Helfta. Una comisión de monjes de la OSB, la O.Cist y la OCSO, están llevando adelante desde hace algún tempo este tema, y auspiciamos que en el contexto de este Año de la Misericordia, por gracia de Dios y de la santa Iglesia, pueda ser proclamado su doctorado por el Papa.
El Papa Francisco, cuando estuvo en esta ciudad para la JMJ –vale recordar que ella fue organizada y llevada a cabo por mi coterráneo, cofrade y antecesor abad Dom Orani João- dijo que estamos en el tiempo de la misericordia. Y habló mucho sobre esto y dio ejemplos.
Mi intención, teniendo en cuenta el tiempo concedido y mis limitaciones, es tratar dos temas que se entrelazan: la mística, tema poco comentado, y la divina misericordia, cuestión ampliamente valorizada especialmente en este año extraordinario de la misericordia. Ambos temas serán expuestos teniendo como telón de fondo la vida de una gran monja cisterciense[4] del siglo XIII: santa Gertrudis de Helfta (1256/1301-02).
Seguiré basicamente la obra Recorramos a Santa Gertrudes de Helfta: mística, mensageira da Divina Misericórdia e amiga íntima do Sagrado Coração de Jesus, de Vanderlei de Lima, Ed. Ixtlan (São Paulo, SP) que saldrá a la luz este mes y que ustedes tienen ahora el privilegio de conocer en esta aula, puesto que el autor me autorizó a usar su contenido cuando me pidió que la revisara y escribiera el Prefacio de la misma.
1. Reseña de la vida de santa Gertrudis de Helfta
Gertrudis nació el día 6 de enero de 1256, fiesta de la Epifanía (= Manifestación) del Señor, aunque no tenemos noticias seguras de su tierra natal ni de su país. Esto lleva al Padre Benedito dos Santos a escribir lo siguiente: “Algunos dicen que tal vez fuera hija ilegítima de algún noble de la época, pues las crónicas del monasterio dan muchos detalles de otras religiosas que allí vivían, pero de ella nada se dice[5]” (Vida, p. 17).
A los cinco años de edad fue recibida por las monjas en la escuela claustral del monasterio de Helfta a fin de recibir formación intelectual y religiosa, como era costumbre en ese tiempo. Sobre sus primeros años de vida en el cenobio, escribe Solimeo: “La pequeña Gertrudis encantaba a todos. ‘En esta alma, Dios reunió el brillo y el frescor de las más bellas flores y la candidez de la inocencia, de modo que encantaba a todas las miradas y atraía todos los corazones’, dice su biógrafa y contemporánea” (cf. Revelações. Livro I, p. 9).
«La educación de Gertrudis fue confiada a la hermana de la priora, Matilde, muy adelantada en la vida mística y la santidad. Ella procuraba inculcar en las almas de sus alumnas el fuego del amor de Dios que devoraba su corazón. Encontró en Gertrudis un campo propicio para ello. Sí, “conservando la pureza de corazón durante los años de su infancia y adolescencia y entregándose con ardor a los estudios liberales (Gertrudis) fue preservada por el Padre de las misericordias de todas las frivolidades que, con frecuencia, arrastran a la juventud”» (idem, p. 10).
Recibió una esmerada formación en cultura general, literatura, filosofía, teología y música, además, como es obvio, de la preparación para la vida monástica en sí misma, pudiendo vestir el hábito alrededor de los dieciséis años.
Se puede decir que en el día a día, salvo los hechos místicos que relata la propia Gertrudis o sus hermanas de hábito, ella fue una monja común como las demás, sin tener siquiera algún cargo relevante en el monasterio[6]. Era la segunda cantora al lado de Matilde de Hackeborn, la primera; fuera de esto, trabajó en la copia de manuscritos, costura, tejido, y algunas veces también era enviada a los trabajos agrícolas. Nunca, con todo, dejó de lado su gran celo por los estudios, lo que le disminuyó un poco su fervor religioso inicial, solo recobrado después de lo que ella llama “su conversión”.
Escribe el Papa Benedicto XVI, gran teólogo del siglo XX y XXI: “Gertrudis es una estudiante extraordinaria, aprende todo lo que se puede aprender de las ciencias del trivio y del quadrivio[7], la formación de aquella época; está fascinada por el saber y se dedica al estudio profano con fervor y tenacidad, alcanzando éxitos escolares más allá de cualquier expectativa. Aunque nada sabemos de sus orígenes, ella nos dice mucho de sus pasiones juveniles: la literatura, la música, el cano y el arte de la miniatura, la conquistan; tiene un carácter fuerte, decidido, inmediato e impulsivo: dice con frecuencia que es negligente; reconoce sus defectos y pide humildemente perdón por ellos. Con humildad pide consejos y oraciones por su conversión. Hay rasgos de su temperamento y defectos que la acompañarán hasta el fin, al punto de causar admiración a ciertas personas que se preguntan cómo el Señor la prefiere tanto”.
“De estudiante pasa a consagrarse totalmente a Dios en la vida monástica y, durante veinte años no acontece nada de extraordinario: el estudio y la oración son su actividad principal. Por sus dotes sobresale entre sus hermanas de hábito; es tenaz en consolidar su cultura en diversos campos” (Audiencia General, 06/10/10).
Continuará
[1] Abad de la Abadía cisterciense de Nossa Senhora de São Bernardo, São José do Rio Pardo, SP.
[2] Ofrecemos en tres entregas el texto de la Lección inaugural del año lectivo 2016 dada en la Faculdad São Bento de Río de Janeiro el 15/02/2016. Tradujo la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[3] Cfr. la fotografía que ilustra esta publicación.
[4] La Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, estudiosa de santa Gertrudis, escribe: “El monasterio benedictino de Helfta en el siglo XIII adhería a la observancia cisterciense, si bien no pertenecía jurídicamente a la Orden de Císter. A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, benedictinos y cistercienses se disputaron la pertenencia de santa Gertrudis a sus respectivas Órdenes; una disputa anacrónica, porque aplicaba al siglo XIII un concepto moderno de ‘Orden’: en la Edad media, en efecto, la expresión ‘Orden de San Benito’ no se entendía en un sentido excluyente u opuesto a ‘Orden Cisterciense’ sino por el contrario, inclusivo de todas las casas que seguían la Regla de San Benito (“Santa Gertrudis: ¿Doctora de la Iglesia?”, Cistercium 258 (2012): 36, apud Mensagem da Divina Misericórdia, 2012, p. 13).
[5] Dice que el Señor Jesús explica así este hecho de la vida de Gertrudis: “(...) Yo la aparté de todos sus parientes, para que ninguno la amase por lazos de parentesco sino sea yo solo, la causa del afecto que sus amigos le profesan” (Mensagem da misericórdia divina, p. 72, n. 5)
[6] Las representaciones de santa Gertrudis con báculo se deben a su confusión con Gertrudis de Hackeborn, la abadesa del monasterio.
[7] El Trivium es la parte de la enseñanza que comprende las tres primeras artes liberales: gramática, retórica y dialéctica. El Quadrivium comporta la segunda parte de esas artes: aritmética, geometría, música y astronomía.