Crucifijo
1268-1271
Cimabue
Arezzo, Italia
"... Cuando nuestra maldad llegó a su colmo y se puso totalmente de manifiesto que la sola paga de ella que podíamos esperar era castigo y muerte, venido que fue el momento que Dios tenía predeterminado para mostrarnos en adelante su clemencia y poder -¡oh, benignidad y amor excesivo de Dios!-, no nos aborreció, no nos arrojó de sí, no nos guardó resentimiento alguno; antes bien se nos mostró longánime, nos soportó; Él mismo, por pura misericordia, cargó sobre sí nuestros pecados; Él mismo entregó a su propio Hijo como rescate por nosotros; al Santo por los pecadores, al Inocente por los malvados, al Justo por los injustos, al Incorruptible por los corruptibles, al Inmortal por los mortales.
Porque ¿qué otra cosa podría cubrir nuestros pecados sino la justicia suya?
¿En quién otro podíamos ser justificados nosotros, inicuos e impíos, sino en el solo Hijo de Dios?
¡Oh dulce trueque, oh obra insondable, oh beneficios inesperados! ¡Que la iniquidad de muchos quedara oculta en un solo Justo y la justicia de uno solo justificara a muchos inicuos!"[1].
[1] Carta a Diogneto, IX,2-5. Esta obra de autor anónimo, perteneciente tal vez a los medios alejandrinos puede ubicarse a fines del siglo II, o bien -según ciertos estudiosos- a inicios del III. Tampoco se sabe quién sea el tal Diogneto, y puede pensarse que incluso se trate de una ficción, a la cual recurre el autor para escribir esta apología del cristianismo. La obra fue hallada en Constantinopla el año 1436. Formaba parte de un manuscrito designado con la letra F. Contenía éste cinco textos erróneamente atribuidos a san Justino, entre ellos figuraba la epístola A Diogneto.