Inicio » Content » QUINTO DOMINGO DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"
Nota imagen: 

Jesús cura a la suegra de Pedro

1839

John Bridges

Birminghan, Inglaterra

“Dulce es la luz, y es bello poder contemplar el sol con nuestros ojos de carne... Porque si al mundo la faltase la luz, ya no sería mundo y la vida quedaría sin vida; por eso ya Moisés, el vidente de Dios, decía: Y Dios vio la luz y dijo que la luz era buena (Gn 1, 4)...

Esta luz del día que ven nuestros ojos de carne nos anuncia el Sol espiritual de justicia, el más grato que amaneció para los que, en aquel tiempo, tuvieron la dicha de ser instruidos por él y de poder mirarle a la cara con sus ojos de carne, mientras convivía con los hombres como un hombre ordinario. Pero él no era sólo un hombre ordinario, porque había nacido verdadero Dios, capaz de dar vista a los ciegos, hacer caminar a los vacilantes, oír a los sordos, limpiar a los leprosos, y con una palabra traer los muertos a la vida.

Y también actualmente nada hay en realidad más dulce que fijar en él los ojos del espíritu en la contemplación y visión de su prodigiosa y divina belleza; nada hay más dulce que estar iluminados y embellecidos por esta participación y esta comunión con la luz que tener el corazón manso, el alma santificada y estar lleno de alegría divina todos los días de la vida presente”[1].



[1] San Gregorio de Agrigento, Sobre el Eclesiastés, libro 10,2; PG 98,1138-1139. Trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1971, C 6. Según la hipótesis más probable hubo dos obispos diversos que la tradición hagiográfica ha confundido. El primero, de finales del siglo VI, fue llamado a Roma por Gregorio Magno para disculparse de una acusación de obscenidad y allí permaneció varios años en la cárcel. El segundo Gregorio, que vivió probablemente en tiempos de Justiniano II (685-711), parece ser autor de un largo comentario al Eclesiastés poco estudiado.