La Presentación de Jesús en el templo
1296-1300. Pietro Cavallini
Santa Maria in Trastevere, Roma
“Consideren todo lo que precedió a aquel momento en que Simeón obtuvo la gracia de llevar en sus brazos al Hijo de Dios. En primer lugar recibió del Espíritu Santo la Revelación de que no moriría antes de ver al Ungido del Señor. Además, vino al templo impulsado por el Espíritu de Dios, no por simple casualidad. Todos los que son movidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (Rm 8,14). Es, por tanto, el Espíritu Santo el que le conduce hasta el templo. Si también tu deseas tener a Jesús en tus brazos, estrecharle entre ellos y ser digno de salir de tu prisión, esfuérzate para dejarte conducir por el Espíritu hasta el templo de Dios. Hete aquí ya en el templo del Señor Jesús, es decir en la Iglesia, templo construido con piedras vivas (cf. 1 P 2,5). Tú estás en el templo del Señor cuando tu vida y tu conducta son verdaderamente dignas del nombre que designa a la Iglesia”[1].