«¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el campo, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros, se va a casa, llama a los amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida". Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión» (Lc 15,3-7).