Santa Gertrudis, relieve de cerámica, Catedral de Ausburgo, Alemania.
«Visiones que tuvo santa Gertrudis en el día santo de la Circuncisión del Señor, octava de Navidad y primer día de año nuevo:
… Dijo (ella) al Señor:
- Oh dulcísimo amante, dígnate conceder como amoroso esposo a nuestra comunidad, siempre para ti tan querida, un año nuevo.
El Señor le respondió:
- “Renovaos en la mente y en el espíritu” (Ef 4,23).
Ella:
- Que tu bondad, Padre misericordiosísimo no se olvide en este día santísimo de tu circuncisión, circuncidarnos de todas nuestras faltas.
El Señor:
- Circuncidaos con la observancia de vuestra Regla.
Ella:
- Oh amantísimo Señor, ¿Por qué me respondes a estas cosas con tanta seriedad, como si no te dignaras concedernos el auxilio de tu gracia para cumplirla, y quisieras dejarla a nuestro propio esfuerzo, cuando sabes que, según tus mismas palabras, sin ti no podemos hacer nada?
Aplacado el Señor con estas palabras y como dulcificado con meliflua suavidad acogió el alma de ella en su regazo y acariciándola dulcemente le dijo:
- Yo mismo, sin duda, quiero cooperar con vosotras tan evidentemente en estas cosas, que si alguna, para mi alabanza y por mi amor se propusiera enmendarse en este día del año, es decir al comienzo del año nuevo con verdadero arrepentimiento de corazón de cuanto hubiera faltado en cualesquiera artículos de su Regla, y se propusiera tener más cuidado en adelante, quiero asistir a ésta como benignísimo Maestro que coloca en su regazo a su predilecto y jovencito discípulo, le enseña las letras, se las muestra con el dedo, omite las incorrectas, escribe las omitidas, enmienda con misericordia todos sus defectos y suple paternalmente cuantas negligencias ocurran. Si como niño distraído cometiere otras incorrecciones, yo supliré en su lugar con diligentísima atención”.
Y añadió:
- El que aparte con valentía su voluntad de todo lo que sabe me desagrada, y sea solícito en hacer todo lo que es de mi beneplácito, le comunicaré de mi Corazón divino la luz del conocimiento y ordenaré todos sus dedos para que pueda preparar un regalo digno de la mayor alabanza y nobleza para mí y del mayor provecho y utilidad para él, que podrá ofrecerme cada año como esposa amante a mí, su esposo encantador, como dignas arras esponsales.
En otra ocasión rogaba (Gertrudis) por una persona que deseaba ardientemente le consiguiera del Señor un regalo, como suelen ofrecerse mutuamente los seglares con motivo del año nuevo, que consistiría en ser fiel a Dios desde lo más profundo de su corazón, tanto en las cosas adversas como en las prósperas. El Señor le respondió con benignidad:
- Puesto que tiene la voluntad de deseo de pedirme tales cosas, ya he recibido de ella el regalo que me es muy grato. Pero como es justo que yo le devuelva también un regalo como quiere, deseo ofrecerle regalos que nos sean comunes, es decir que sean de provecho para ella y agradables para mí. A saber, que mi parte redunde en mi gloria, y ella, con mi ayuda, acreciente de hora en hora la hermosura de su parte. Cuando una madre enseña a su hija, deja que ésta realice la obra con sus manos, pero la instruye con sus conocimientos. De igual modo prepararé este regalo con mi eterna sabiduría, con la colaboración de dicha persona.
También comprendió que las perlas y joyas con las que debía adornar el regalo eran el celo, los santos deseos y los varios pensamientos dirigidos a Dios, como el temor y el amor de Dios, la esperanza y el gozo, y otros semejantes, porque Dios no descuida ni uno de ellos, antes bien los hace servir todos para la salvación eterna del alma».
Santa Gertrudis, El Heraldo del Amor Divino, Libro IV, capítulo III, 3-5.