Inicio » Content » SANTA GERTRUDIS MAGNA: SÍNTESIS BIOGRÁFICA

Santa Gertrudis nació el 6 de enero de 1256, cerca de Eisleben, en la región de Sajonia, reino de Germania. Se desconocen sus orígenes familiares: pudo haber sido huérfana, o hija ilegítima, o de condición pobre y servil. En todo caso, existía algún motivo por el cuál era conveniente silenciar su origen en las crónicas del Monasterio.

A los cinco años fue recibida en el Monasterio de Helfta, de la diócesis de Magdeburgo. Esta era una comunidad de “Hermanas grises”, provenientes del Monasterio de Halberstadt, que vivían la Regla de san Benito según los usos cistercienses.

Se educó bajo la guía de Santa Matilde de Hackeborn (1241-1299), mística de gran talla y hermana de la abadesa Gertrudis de Hackeborn. Los nombres de Santa Matilde y Santa Gertrudis Magna son inseparables en la historia de la espiritualidad cristiana. En el Monasterio, convivió también con otra mística, Matilde de Magdeburgo, que había vivido como beguina por más de 30 años y hacia el final de su vida, fue recibida en el Monasterio de Helfta, donde murió entre 1282 y 1292.

En la escuela pupilar de Helfta, Santa Gertrudis recibió la educación clásica de su tiempo: el trivium y el quatrivium, que le aseguraron una sólida cultura literaria, filosófica, teológica y musical. Niña simpática, de temperamento vivo e inteligencia penetrante, aventajaba a sus compañeras, destacando por su inteligencia aguda, su elocuencia y su inclinación a los estudios. Con su encanto y simpatía personal se granjeaba el afecto de todos.

Probablemente al terminar su educación, habría pedido su admisión al Noviciado. Profesaría, según la costumbre, a los 16 años. Los años de su juventud en la vida religiosa, se caracterizaron por la tibieza y la rutina, tanto en sus deberes de monja como en la oración. Tenía otra pasión: el estudio de los clásicos, lo que en su tiempo se llamaba “las artes liberales”. Brillaba por sus dotes naturales: inteligencia, memoria, sociabilidad, afabilidad, persuasión oratoria. En el monasterio era segunda cantora y trabajaba en la copia de manuscritos; participaba con la comunidad de las labores de la huerta y la costura. Ella dice de este período de su vida: “Viví a mi antojo” (L. II,20,1).

Hacia el final de sus 25 años sufrió una crisis profunda, que se resolvió -por medio de una gracia mística- en una conversión radical: la noche del 27 de enero de 1281, Gertrudis tuvo una visión de Jesús resucitado, que cambiaría su vida. A partir de allí, dejó los estudios liberales para dedicarse a una vida interior intensa y a la observancia ferviente de la vida monástica, comenzando a tener frecuentes experiencias místicas, especialmente con ocasión de las celebraciones litúrgicas.

Después de llevar por un tiempo su vida mística en secreto, el Señor reveló a Santa Matilde y a otras personas, las gracias que estaba obrando en Gertrudis, y su vida mística se hizo conocida. Comenzaron a acudir a ella personas de todas las clases, de dentro y de fuera del monasterio, para pedir su consejo y su intercesión. Progresivamente se fue convirtiendo en maestra de oración y de vida espiritual.

Su itinerario espiritual a partir de su conversión, sigue un proceso gradual de interiorización y simplificación. Al comienzo abundan las experiencias sensibles: apariciones, locuciones y otros fenómenos místicos; progresivamente parecen ir prevaleciendo las inspiraciones interiores y luces de entendimiento por sobre las visiones y revelaciones. En la etapa final de su vida casi no recibe “visitas del Señor”, es decir manifestaciones sensibles: la gracia se le comunica directamente a su espíritu, lo que ella experimenta a nivel sensible como pesadumbre y sequedad. También recibe menos frecuentemente las respuestas directas del Señor a los asuntos que ella le consulta, en favor del prójimo; ahora es ella quien debe buscar la respuesta por sí misma “como una esposa que conoce los secretos del Esposo por su gran familiaridad con Él” (L. I,17).

En 1289 recibe la orden del Señor de poner por escrito sus experiencias místicas. Luego de un período de luchas y resistencias, redacta el Memorial de la Abundancia de la Divina Misericordia, que posteriormente constituirá el Libro II del Legatus Divinae Pietatis, obra de recopilación de su experiencia espiritual, redactada bajo su dirección y en parte bajo su dictado. Escribió además los Ejercicios Espirituales y otras obras en alemán –probablemente comentarios a la Sagrada Escritura- que se han perdido.

Durante sus últimos años, las frecuentes enfermedades, comenzaron a privarla cada vez más de la vida regular y del Oficio divino, lo cual era fuente de sufrimiento para ella. Murió a la edad de 45/47 años, entre los años 1301 y 1303, y su nombre desapareció pronto, debido principalmente a la destrucción del Monasterio en 1342. Sus escritos fueron rescatados y publicados primero en alemán, en 1502, y luego en latín, en 1536, adquiriendo rápidamente fama y difusión en toda Europa y en Iberoamérica, y motivando continuas reediciones y traducciones.

Por esta fama y por desconocerse su apellido, se la comenzó a llamar con el apelativo de Magna. En el siglo XVII, a causa de la veneración de que gozaba, la Sede de Roma comenzó a conceder autorizaciones locales para su culto: en 1606 pudieron celebrar su fiesta las monjas benedictinas de Lecce, Italia; en 1609, las monjas de la Concepción de México; en 1654, la Congregación benedictina Casinense; en 1663, la Congregación benedictina Olivetana; en 1670, la Congregación benedictina Lusitana; en 1673, la de San Benito de Valladolid; en 1674 se extendió este privilegio a toda la Orden de San Benito, y finalmente, el 22 de enero de 1678 se dispuso su inscripción en el Martirologio Romano. Su fiesta se aprobó para toda la Iglesia Romana en 1739.

Santa Gertrudis Magna es conocida en la historia de la espiritualidad, como la Santa de la Humanidad de Cristo, porque su espiritualidad y su experiencia mística se centran en el Misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. Se la considera teóloga del Sagrado Corazón de Jesús y precursora de su devoción, porque este Misterio ocupa un lugar central en sus Revelaciones y encuentra en sus escritos una expresión viva y ardiente. Se la tiene además por modelo de Espiritualidad Litúrgica, dado que su vida mística, referida siempre a los misterios de la fe celebrados en la Iglesia, manifiesta el desarrollo pleno de las virtualidades ínsitas al Bautismo para todo cristiano, cuyas cimas son la unión transformativa con Dios.