La Santísima Trinidad. 1690-1710. Recklinghausen, Alemania.
“¿Quién es Dios? Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios es uno. No te preguntes nada más acerca de Dios. Los que quieran saber el fondo de las cosas concernientes a Dios, comiencen por considerar el orden natural. La ciencia de la Trinidad se compara acertadamente a la profundidad del mar, de la que dice la Sabiduría: El fondo de las profundidades ¿quién puede sondearlo? (Qo 7,25)... Como el fondo de los mares es invisible a las miradas de los hombres, así la divina Trinidad permanece inasequible a la comprensión humana. Por eso, si alguno quiere comprender lo que tiene que creer, que no se imagine poderlo conseguir más por razonamientos que por la fe; porque la sabiduría divina, al ser investigada así, se retira todavía más.
Busca por tanto el supremo conocimiento no con discusiones sino llevando una vida perfecta, no con la lengua sino con la fe que brota de un corazón sencillo y no es el resultado de conjeturas prudentes. Si buscas lo inefable por medio de razonamientos, se alejará más de ti; si es por la fe, la sabiduría se quedará donde está: a tu puerta (cf. Pr 1,21); y donde se queda puede ser vista, aunque sólo sea parcialmente. En realidad de verdad se la alcanza desde el momento en que se cree en lo invisible aunque no se lo comprenda. Puesto que Dios es invisible, debemos creer en Él; y sin embargo Dios puede ser visto de alguna manera por el corazón puro (cf. Mt 5,8)” (san Columbano).