SIAMBÓN 1967
En nueve sesiones, realizadas entre los días 20 y 24 de junio de 1967, los Superiores monásticos de Argentina y Chile llevaron adelante y perfeccionaron los planes de aggiornamento e intensificación de la ayuda mutua, cuyas bases se habían echado en la primera reunión de Los Toldos, en marzo de 1966. Al igual que allí hubo en el Siambón “una identidad casi total de ideas entre los superiores y coincidencia sobre las medidas que convenía adoptar” (Crónica de Cuadernos monásticos, n. 1). Aparte del fructífero intercambio de ideas y de las decisiones importantes que se tomaron, el resultado más reconfortante de la asamblea de superiores fue sin duda una toma de conciencia colectiva del aporte monástico a la Iglesia en nuestros países y de la necesidad de coordinar las distintas fuerzas que constituyen este aporte.
Ya en los preparativos de la Reunión este deseo de integración y colaboración se había visto un tanto amagado por los compromisos divergentes que cada casa tenía con su propia congregación, bien se tratase de visitas canónicas, de capítulos generales, reuniones o conferencias anuales. Fue difícil encontrar para el encuentro una fecha conveniente para todos y, a pesar de que se trataron de tomar en cuenta los deseos de los diferentes superiores, una vez fijado el día y el lugar del encuentro, seis de los trece superiores y superioras que habían sido esperados no pudieron hacerse presentes en el monasterio tucumano. Era, pues, lógico que el deseo de desarrollar y dar permanencia a los ideales de colaboración enunciados por vez primera en Los Toldos, llevase a buscar una solución al entrecruzamiento de directivas y a las interferencias que el hecho de pertenecer a siete congregaciones benedictinas diferentes produce en los monasterios de Argentina, Chile y Uruguay. Fue así que en el Siambón maduró rápidamente la idea de iniciar los trámites para constituir: 1) una “Conferencia de superiores monásticos”, que integrarían benedictinos y trapenses, monjes y monjas; y 2) una Congregación de monasterios benedictinos, formada por aquellos monasterios de Argentina y Chile que, siendo independientes, quisiesen afiliarse a ella. El P. Bruni, Prior de Niño Dios, fue elegido presidente de la Conferencia y encargado de promover las medidas necesarias para la formación de una Congregación, dentro de la Confederación benedictina. Fueron estas decisiones sin duda las más “históricas” de la Reunión. El futuro revelará en qué grado las nuevas instituciones desarrollarán aquella vitalidad que será necesaria para hacer más fecunda la presencia de los monjes en la Iglesia sudamericana.
En esta misma línea estuvo otro acuerdo decisivo de los superiores reunidos: el de coordinar entre los diversos monasterios los estudios de los monjes jóvenes y confiar el encauzamiento de esta colaboración al P. Jorge Zorrilla, del Siambón. La concreción de un plan de formación en base a las proposiciones y deseos de los diversos monasterios y siguiendo el sistema, esbozado ya en la reunión de Los Toldos, de un período de formación común (“monasticado”) y posteriores especializaciones (teológica, artesanal, artística etc.), constituiría un importante avance para todos.
Una novedad la constituyó el hecho de la asistencia de miembros no superiores a la Reunión y la decisión unánime de que en las reuniones futuras cada superior podría venir acompañado de uno de sus monjes, que tendría voz en los debates.
Previamente habían enviado sus saludos de adhesión al encuentro de superiores el P. Prior de Medellín (quien, echando las cosas a la broma, habló de un “Trapecio Norte” -Colombia y Perú- en contraposición al “Cono Sur”); el superior de la Comunidad de la Virgen de los Pobres de Quinchilca (Chile) y el P. Andrés Jacobs, osb, encargado del establecimiento de una fundación de Wavreumont en tierras peruanas. Este último en su carta había comentado con cierta amplitud los temas indicados en la convocatoria a la reunían, revelando así mucho de la orientación y de los planes de la futura comunidad. Los superiores trapenses de Azul (Argentina) y La Dehesa (Chile), impedidos de asistir por haber recién retornado del capítulo general de la OCSO y estar con la visita del Padre Abad de Gethsemaní, comunicaron sus puntos de vista en forma oral y escrita, a través del P. Metzinger, Prior de Las Condes, También se recibieron en la Reunión las comunicaciones de miembros jóvenes de las comunidades de Los Toldos y Las Condes. El interés que el encuentro del Siambón había suscitado de antemano en el ambiente monástico sudamericano había sido, pues, positivo y alentador. No poco contribuyó a este buen resultado la diligente e intensa preparación realizada en el mismo Siambón. Los preparativos en el orden material (acondicionamiento de toda la casa) y espiritual (oraciones tanto públicas como privadas, ordenamiento y redacción de los documentos principales) habían manifestado a las claras que toda la comunidad había hecho suya la causa de esta reunión en pro de la renovación de la vida monástica en Argentina, Chile y el Uruguay, Si se logró un éxito pleno todos saben cuánto se debe a la generosidad de la comunidad tucumana y al tesón de su superior, el Padre Santiago Veronesi.
La reunión de Los Toldos en 1966 había tenido dos resultados muy específicos: una toma de contacto promisora con la “Aide a l’implantation monastique’’ (AIM) y la creación de los “Cuadernos monásticos”, que desde entonces se han constituído cada vez más en un valioso medio de comunicación entre los monasterios. Si se quería trabajar con sentido de continuidad y perseverancia, el entronque entre la primera y la segunda reunión debía realizarse, pues, en estos dos puntos. La relación más estrecha con la AIM se hizo patente en la muy grata presencia en el Siambón del P. Pablo Gordan, osb, miembro del Consejo Ejecutivo de la AIM y enviado especialmente por el presidente de dicha institución, el P. Abad de Floris. La atención que de este modo el P. Abad prestó a los deseos sudamericanos merece todo agradecimiento. Los que estuvieron presentes en la Reunión pudieron apreciar el gran interés de las exposiciones del P. Gordan en el curso de los debates y la utilidad de sus servicios, especialmente cuando se trató de la creación de la Conferencia de Superiores monásticos del Cono Sur.
Los “Cuadernos monásticos” constituyeron el segundo eslabón entre el encuentro de Los Toldos y el de Siambón. La marcha de la revista fue diligentemente examinada, no solo en la primera sesión, que le fue dedicada casi íntegramente, sino también en diversas otras ocasiones. El respaldo que los superiores presentes dieron a los Cuadernos monásticos es indudablemente una fuerte ayuda para su director, el P. Antonio Ghiotto y para la H. María de Luján López Guerra y las monjas de Sta. Escolástica, que colaboran en la edición de la revista. En los debates se destacó principalmente el valor de los Cuadernos monásticos como lazo de unión entre los monasterios y como un medio de hacer llegar a los seglares los valores de la espiritualidad monástica. Quedó un poco en la sombra un tercer aspecto, destacado con más propiedad en la reunión de Los Toldos: el de “hacer asequibles a todos los monjes y monjas de habla castellana textos de espiritualidad y de historia monásticas” (CuadMon, n. 1, Crónica). En efecto, el gran desarrollo de las investigaciones teológicas e históricas en torno al monacato en los últimos 15 años, principalmente en Europa, podría quedarse sin eco ni fruto en América del Sur, si los trabajos de los principales investigadores no son vertidos al castellano. Los que pueden leer sin dificultades el alemán, el inglés e incluso el francés, son hasta ahora sólo una fracción de los habitantes de nuestros claustros. Un mayor contacto con las fuentes de la espiritualidad monástica y con el pensamiento de los más destacados escritores monásticos no sólo podría tener un efecto dinamizador sobre la marcha tan lenta del monacato sudamericano, sino que podría contribuir también a sublimar las diferencias de orientación espiritual que todavía existen entre los monasterios de este continente. Nada hay más nocivo para la causa de la unidad (que el Evangelio y el Concilio nos enseñan a considerar sagrada) que la ignorancia más o menos voluntaria de los grandes maestros antiguos y modernos de la vida monástica.
Unido al apoyo moral dado a los Cuadernos monásticos, el respaldo económico regular asegurado por los superiores y posiblemente también por La AIM, augura a la revista la posibilidad de una labor sin zozobras. Es esta una ventaja que quizás pocos órganos eclesiásticos de publicidad en nuestros países poseen.
En un campo similar al de la revista entra la iniciativa de una “Comisión intermonasterial de Publicaciones”, aprobada por los superiores y confiada al patrocinio del P. Prior de Las Condes. Este nuevo servicio se propone fomentar la colaboración en el terreno de la edición de libros relacionados de algún modo con nuestra espiritualidad o nuestras actividades. También esta institución habrá de justificar por la eficiencia de su trabajo su razón de existir.
Una de las sorpresas del encuentro del Siambón fue el descubrimiento en el curso de las sesiones de que los deseos de unidad estaban mucho más maduros de lo que el más optimista podría haber vaticinado. El P. Bruni habló en este sentido de un “ecumenismo monástico”, que podrá encontrar su campo de expansión en la Conferencia de Superiores monásticos, que asocia por igual a benedictinos y cistercienses, monjes y monjas. La causa de la congregación benedictina, años atrás propugnada por el abad de Buenos Aires, D. Andrés Azcárate, halló de nuevo un paladín en el P. Balerdi, que desde la reunión de Los Toldos venía insistiendo en la necesidad de una estructuración también jurídica de nuestra colaboración. Se recordó también cómo en la fundación del monasterio de Las Condes el año 1938 el entonces Secretario de Estado Cardenal Pacelli en carta al abad de Solesmes había expresado que la nueva fundación debería permanecer unida a la congregación de Francia “hasta que se formara una congregación benedictina sudamericana”. Los sudamericanos recordarán siempre con profundo agradecimiento el respaldo inmediato y decidido que prestaron al proyecto presentado por el P. Balerdi, los superiores de origen extranjero, principalmente el P. Metzinger.
Entre las demás ponencias habría que mencionar en primer lugar la del P. Felber, Prior de Los Toldos, sobre los aspectos socio-económicos de la vida monástica; sus sólidos conocimientos en la materia y la vinculación que puso en claro entre la organización económica de los cenobios y diversos aspectos de la vida espiritual, hizo de su relación una de las más apreciadas de la Reunión.
El P. Piazza con su ponencia sobre “Ayuda intercomunitaria” pudo contribuir a echar las bases de una nueva relación entre los monasterios. Fuera de esto merece destacarse entre sus intervenciones aquélla en que describió la vida monástica y su función dentro de la Iglesia sudamericana con vocabulario e imágenes sacados más bien de la sociología que de la teología; pareció que éste era un enfoque más “simpático” para el hombre de hoy. Igualmente clarificante fue su intervención con respecto al monacato laico.
El P. Veronesi se abocó a las cuestiones litúrgicas, particularmente en lo que se refiere a la lengua vernácula en el Oficio divino y a la reestructuración de éste. Hizo ver cómo en los cambios que se desean y esperan se trata, más que de una simple abreviación, del paso de una devoción predominantemente “cuantitativa” a otra que aprecie más la calidad: se desea una liturgia más meditativa, más simple, más flexible. Su exposición reveló la necesidad de la consecución de una “ley-marco”, similar o parecida a la aprobada páralos monasterios africanos, a fin de que sobre la base de ciertos elementos mínimos inmutables pudieran hacerse aquellos cambios y aquellos experimentos litúrgicos que una vida espinal verdadera necesita.
El P. Metzinger trató el tema de “Formación y estudios”, que dio lugar a un fructífero intercambio de ideas y al reconocimiento de la necesidad de planificar loa estudios tomando en cuenta la nueva realidad de los monjes laicos, diferente de la do los antiguos hermanos conversos. Quizás el asunto del monacato laico podría haberse tratado un poco más a fondo; la resolución aprobada por gran mayoría en el último Codeso de Abades, de definir la Orden Benedictina ya no como “religio clericalis”, sino como “religio monastica”, parece haber dejado expedito el camino Para una toma de posición menos reticente. El tiempo ayudará a hacer más evidentes para todos ciertos puntos de vista como los expresados por el Hno. Martín de Elizalde en el tercer número de “Cuadernos monásticos”. La cuestión del monacato laico requiere su maduración y un desenvolvimiento libre de presiones. Mucho depende también de los resultado que se observen en aquellos monasterios que como Los Toldos y Las Condes ya cuentan en sus filas jóvenes monjes no sacerdotes.
Mucho interés despertó el trabajo presentado en la última sesión por el P. Prior de Niño Dios. Tratando de los fundamentos espirituales de las observancias monásticas el P. Bruni entró decididamente en el terreno de la teología del estado monástico, lo que por cierto no tenía menos actualidad que los asuntos de orden práctico tratados en las sesiones anteriores. Los organizadores de la Reunión habían excluido intencionalmente del temario los planteamientos de orden teórico o doctrinal, por considerar que era más fácil llegar a un acuerdo y a una armonía en los problemas prácticos y por temerse de las discusiones sobre puntes de doctrina monástica un efecto retardante sobre los esfuerzos de unidad. Pero la manera como el P. Prior enfocó el problema y el eco favorable que halló entre los asistentes abrió la posibilidad de que en reuniones futuras no se soslayen este tipo de temas cuyas incidencias en el campo práctico saltan a la vista y que esclarecen la naturaleza del servicio que la Iglesia espera de los monjes. El monacato de tipo urbano y el monacato de desierto (o, si se prefiere: los monasterios de orientación predominantemente clerical-activa y los de orientación más bien laica-contemplativa), que las circunstancias históricas, la relativa proximidad geográfica y un común anhelo de colaboración han asociado en la Conferencia de Superiores Monásticos y, en la futura Congregación benedictina del Cono Sur, encarnan cada uno valores diferentes, pero complementarios, que sólo pueden ser cultivados en un ambiente de mutuo respeto, aprecio y libertad. Escuchar y leer con deferencia, sin irritación, las posiciones doctrinales de otros hermanos, hijos de un mismo Padre san Benito, aunque no coincidan o coincidan poco con las posiciones sustentadas en la propia comunidad, es una de las condiciones imprescindibles para el florecimiento de aquel “ecumenismo monástico” al que hacía referencia el P. Prior de Niño Dios.
Al P. Bruni, como presidente de la Conferencia de Superiores y promotor de los trámites para la formación de la nueva Congregación benedictina, le toca llevar adelante la obra comenzada por las dos reuniones de superiores y canalizar las aspiraciones comunes. No deja de ser significativo que el monasterio que él preside y que recibirá a los superiores para su tercera Reunión el próximo año, sea el “primogénito” entre todos los monasterios de Hispanoamérica. Considerando la fecha de fundación de la Abadía de Niño Dios -el año 1899- se hace evidente la relativa juventud de la institución monástica en estas tierras y la necesidad que aún existe de ayudar a su ulterior y permanente implantación.
P.Mauro Matthei, osb
Las Condes
Crónica publicada en Cuadernos Monásticos, n. 4-5 (1967), pp. 245 ss.