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Historia de SURCO
En comparación con reuniones anteriores, ésta, tuvo lugar entre el 20 y el 25 de octubre de 1971, se señaló por algunas circunstancias nuevas que le imprimieron características muy determinadas: era la primera vez que este pequeño concilio monástico se celebraba en el Uruguay, en un monasterio de monjas y con apoyo tan visible de laicos.
La primera circunstancia insertaba a los participantes de la reunión en una situación pre-eleccionaria bastante tensa y característica del panorama político latinoamericano. Ello se hizo manifiesto, entre otras cosas, en ciertas indagaciones de la policía respecto de las reuniones, sin que se llegase a infrigir, por lo demás, los límites de la calma y cortesía. Viniendo ahora a lo segundo, el monasterio de Santa María, Madre de la Iglesia (de la diócesis de Canelones, vecina a Montevideo) prestó a la asamblea su marco de pulcra sencillez, la fuerza orante de su pequeña comunidad y el silencio de su paisaje de dunas blancas y pinos. En ninguna reunión anterior la participación de la comunidad local fue tan intensa y total. En cuanto a la atención y hospitalidad recibidas del grupo de los laicos uruguayos que patrocinan la implantación de elementos monásticos en la Iglesia de su país, creo que el adjetivo “conmovedoras” no sería exagerado para calificarlas. No sólo habían procurado agradable alojamiento para los monjes en la casa de retiros del Serra Club en el Pinar, situada a pocos kilómetros del monasterio, no sólo fueron diligentísimos en materia de transporte y en la consecución de los pasajes para la vuelta, sino que además se prodigaron en una hospitalidad verdaderamente cordial. El interés que ellos y el obispo de la diócesis de Canelones, Monseñor Orestes Nuti, manifestaron por el establecimiento de una fundación monástica masculina en la República Oriental, merecería ampliamente ser satisfecho, si ello estuviera dentro de las posibilidades de los monasterios actuales.
En su homilía de la solemne concelebración del domingo 24 de octubre, y en presencia de numerosos amigos, el pastor de la diócesis hizo un formal llamamiento en este sentido. Sería deseable que el monacato del Cono Sur aprovechara tales ocasiones para sacar fuerzas de su flaqueza.
El tema central de las sesiones del 20 al 25 de octubre fue la oración, tanto en su plano individual como comunitario. Si alguien pensó que esto no daba sino para piadosas y consabidas generalidades, se equivocó de medio a medio. El intercambio de ideas fue vi voy el tiempo se hizo corto para todo lo que se quiso tratar. Por orden de presentación las ponencias fueron:
“La oración monástica hoy” (M. Inés Martínez Echenique, en representación de la comunidad de Sta. María Madre de la Iglesia); '”Implicaciones sicológicas de la oración” (P. Mauro Matthei, por Las Condes); “La oración de los salmos” (P. Mamerto Menapace, por Los Toldos); “La oración en la Fraternidad de la Virgen de los Pobres”' (H. José Kasser. por Colín, Chile), y “Experiencia monástica de Dios”, (P. Bernardo Olivera, ocso, por la Trapa de Azul).
Sólo las ponencias de Santa María Madre de la Iglesia y de Azul fueron seguidas de deliberaciones en (3) grupos de reflexión; las de Las Condes y Los Toldos fueron discutidas inmediatamente en reunión plenaria.
Dos valiosos aportes al tema fueron también la breve charla que dio la Madre Priora del Carmelo de Montevideo, en respuesta a diversas preguntas que le fueron formuladas por la asamblea y que mostró cuan vivo estaba el espíritu de contemplación y alegría de Sta. Teresa en estas tierras americanas; y la alocución improvisada del Sr. Obispo auxiliar de Montevideo, Monseñor Andrés Rubio, que estuvo de visita en la reunión de la tarde del día 23 de octubre.
Pero no sólo se habló de la oración en aquellos días, sino que también se perseveró en ella, quizás con más intensidad que en reuniones anteriores. Si Laudes y Completas los monjes las rezaban en su residencia de la casa de retiros del Serra Club, la hora meridiana era cantada en común, entre monjes y monjas, en la capilla del Monasterio, igual que Vísperas, que unidas a la misa concelebrada se cantaban cada día al finalizar la jornada. Una media hora de adoración ante el Santísimo expuesto en la tarde del día 22 dio también lugar a la oración silenciosa en común.
La reunión sirvió para tratar también otros asuntos de interés común. Tres sesiones se dedicaron a cuestiones de la pre-congregación benedictina del Cono Sur, que pudo celebrar pacíficamente su primer aniversario bajo la presidencia del P. Prior Eduardo Lagos de Las Condes. Se rindieron cuentas de la marcha de la incipiente congregación en el año transcurrido desde la reunión anterior de Niño Dios y se trató el problema de las constituciones.
Se habló ampliamente de la próxima reunión monástica de Río de Janeiro en julio de 1972, bajo la presidencia del P. Abad Primado, que por incluir delegados de México, del Brasil y del Cono Sur, será la primera de toda Latinoamérica. Se decidió enviar a aquella asamblea una delegación de 7 miembros entre los que figurarían el presidente de la Conferencia de comunidades monásticas del Cono Sur y el de la pre-congregación benedictina.
La Conferencia de Comunidades monásticas se consideró lo suficientemente afianzada como para poder espaciar algo más sus reuniones y así se aprobó por unanimidad que éstas tuvieran lugar cada dos años en vez de cada año. De tal modo la próxima asamblea general vendría a realizarse a fines del año 1973 en la Trapa de Azul. Una señal de aquel afianzamiento fue la reelección por amplia mayoría de la actual comisión directiva de la Conferencia. El P. Alurralde, en nombre también del Vicepresidente reelecto (la M. Abadesa Mectildis Santangelo), agradeció esta demostración de confianza y comunicó la confirmación del P. Agustín Roberts en el cargo de Secretario General, que ocupa desde la reunión de 1969.
Idéntica demostración de confianza recibió la dirección de “Cuadernos Monásticos”, en nombre de la cual la directora M. María Cándida Cymbalista había dado el respectivo informe. Se aprobó la moción de la directora de recibir una Secretaria de Redacción en la persona de la Hna. María Ignacia Porcile de Santa Escolástica.
Quedó también constituida una comisión litúrgica tripartita, con la función de difundir entre los monasterios melodías y textos de diferente procedencia y de servir para toda clase de intercambios y consultas. Quedaron encargados de este servicio el P. Pablo Sáenz, la Hna. Ana María Santangelo y el P. Roberto Chiogna de Los Toldos, asistidos por dos suplentes, el P. Bernardo García de San Benito, y el P. Agustín Roberts de Azul.
Una significativa novedad la constituyó también el hecho de que las diferentes comunidades rindieran cuenta de la forma cómo habían tratado de poner en práctica los diversos postulados de la reunión anterior de Niño Dios, sobre la posición de los monasterios en el problema de la pobreza y del subdesarrollo. Se consideró que esta especie de examen de conciencia comunitario de reunión en reunión implicaba ya un compromiso mayor en el común esfuerzo de aportar algo a la Iglesia de nuestros países. La resolución final sobre la oración, cuyo texto se publica en estos cuadernos se redactó como para que pudiese servir de cierta pauta para los monasterios hasta la próxima reunión de Azul.
En el deseo de tener una visión general del camino recorrido desde 1966 se hizo finalmente un intercambio de recuerdos a partir de la primera reunión de Los Toldos. Se hizo notar que la idea de tomar contacto entre las diversas comunidades fue un fruto inmediato del Concilio y que el primer promotor de dicha idea había sido el P. Santiago Veronesi, entonces Prior del Siambón. Se constató la participación creciente de las comunidades en estas reuniones, que al principio sólo habían sido de superiores; el acercamiento notable de los distintos monasterios, que antes del Concilio habían llevado vidas paralelas, el robustecimiento de la auto-confianza en las comunidades, la posibilidad de resolver algunos problemas, la mayor difusión de la espiritualidad monástica por la revista común, etc. Por otro lado se lamentó la inasistencia de los trapenses de La Dehesa, Chile y de las benedictinas de Mater Unitatis de Santiago del Estero.
Entre los datos negativos hubo que enumerar también la clausura definitiva de dos monasterios benedictinos: el de Puente Alto, en Chile y la fundación norteamericana de Santiago del Estero. Ambos son signos que añaden un matiz de gravedad al esfuerzo de los monasterios del Cono Sur por superar la crisis de los tiempos presentes.
Mauro Matthei, osb
Crónica publicada en Cuadernos Monásticos n. 120 (1972), pp. 225-232