“Hubo un hombre de vida venerable, bendito por gracia y por nombre Benito, que desde su más tierna infancia tuvo la prudencia de un anciano. Adelantándose a su edad por sus costumbres, no entregó su espíritu a ningún placer sensual, sino que en esta tierra en la que por un tiempo hubiera podido gozar libremente, despreció, como ya marchito, el mundo con sus atractivos...
... No quiero que ignores que entre tantos milagros por los que resplandeció en el mundo, el hombre de Dios (Benito) también se distinguió no poco por su palabra de doctrina. Porque escribió una Regla de monjes, notable por su discreción y clara en su lenguaje. Si alguien quiere conocer con más detalles su vida y sus costumbres, podrá encontrar en la enseñanza misma de la Regla todas las acciones del Maestro, puesto que el santo en modo alguno pudo enseñar otra cosa que lo que él mismo vivió” (del Libro II de los Diálogos de san Gregorio Magno).
Imagen: tres escenas de la Vida de san Benito. 1474: Martini, Bartolomeo y Landi