Santa Gertrudis con la Virgen y el Niño, óleo sobre tabla, anónimo, Abadía de San Salvador de Leyre, España.
Salve, María,
Reina de clemencia, olivo de misericordia,
por quien nos ha llegado el remedio de vida;
Reina de clemencia,
Virgen Madre del vástago divino,
por quien hemos recibido el Hijo de la eterna luz,
el perfumado vástago de Israel.
Ya que por tu Hijo te has convertido
en la madre verdadera de todos los hombres,
de los cuales él, tu único Hijo,
no se ha desdeñado convertirse en hermano,
así ahora, por su amor,
recíbeme, a pesar de mi indignidad,
en tu amor de madre;
ayuda a mi fe, consérvala, fortalécela.
Y actúa ahora de tal modo
como madrina de mi transformación y de mi fe,
que seas para siempre mi única y amadísima madre,
guardándome siempre afectuosa en esta vida
y recibiéndome en la plenitud de tu maternidad
a la hora de mi muerte.
Amén.
Santa Gertrudis de Helfta, Ejercicios Espirituales, I