Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (113)

LOS APOTEGMAS DE LAS MADRES Y LOS PADRES DEL DESIERTO

Letra Tau

ABBA TITOES[1]

1. Decían acerca de abba Titoes que cuando estaba de pie para la oración, si no bajaba rápidamente las manos su espíritu se elevaba hacia lo alto. Si esto sucedía cuando los hermanos oraban con él, se preocupaba por bajar inmediatamente las manos para que su mente no se extasiara y se demorase en la oración.

2. Dijo abba Titoes: “Es peregrinación[2] si el hombre domina su boca”.

3. Interrogó un hermano a abba Titoes: “¿Cómo he de guardar mi corazón?”. El anciano le respondió: “¿Cómo guardaremos nuestro corazón, si tenemos abiertos la boca y el vientre?”.

4. Abba Matoes dijo acerca de abba Titoes: “No puede encontrarse un hombre que abra su boca para acusarlo en cualquier cosa que sea. Porque abba Titoes es como oro puro en la balanza”.

5. Cuando se encontraba abba Titoes en Clysma, pensando y reflexionando dijo a su discípulo: “Echa agua a las palmeras, hijo”. Respondió él: “Estamos en Clysma, abba”. El anciano le dijo: “¿Qué estoy haciendo en Clysma? Llévame de nuevo a la montaña”.

6. Un día que abba Titoes estaba sentado, se encontraba junto a él un hermano. No lo vio y suspiró, y no advirtió que un hermano se hallaba a su lado, porque estaba en éxtasis. Haciendo una metanía le dijo después: “Perdóname, hermano, porque todavía no soy monje, puesto que he suspirado en tu presencia”.

7. Preguntó un hermano a abba Titoes diciendo: “¿Cuál es el camino que lleva a la humildad?”. Le respondió el anciano: “La vía de la humildad es esta: la abstinencia, la oración, y ponerse a sí mismo por debajo de toda creatura”.

 

ABBA TIMOTEO[3]

1. Abba Timoteo el presbítero interrogó a abba Pastor: “Hay en Egipto una mujer que comete el pecado de la fornicación, y con el dinero que obtiene hace limosnas”. Dijo abba Pastor: “No permanecerá en la fornicación; el fruto de la fe se manifiesta en ella”. Sucedió que la madre del presbítero Timoteo fue a visitar a éste, y él le preguntó: “¿Aquélla mujer persiste en la fornicación?”. Ella le respondió: “Sí, y ha aumentado el número de sus amantes, pero todo lo da en limosnas”. Lo anunció abba Timoteo a abba Pastor, y este dijo: “No permanecerá en la fornicación”. Otra vez fue a visitarlo la madre de abba Timoteo, y le dijo: “¿Sabes que esa pecadora quería venir conmigo para pedirte que ruegues por ella?”. Al oírlo se lo dijo a abba Pastor, quien respondió: “Ve tú, más bien, a encontrarla a ella”. Cuando lo vio, después de oír de él la Palabra de Dios, se arrepintió y lloró, y le dijo: “A partir de este día me adhiero a Dios, y no volveré a fornicar”. Y se retiró en seguida a un monasterio, y agradó a Dios.

 

Letra Ypsilón

ABBA HIPEREQUIO[4]

1. Dijo abba Hiperequio: “Así como el león es temible para los onagros (Si 13,19), así es el monje probado para los pensamientos del deseo”[5].

2. Dijo también: “El ayuno es para el monje un freno contra el pecado. El que lo deja, es como un caballo en celo (Jr 5,8)”[6].

3. Dijo también: “El que no domine su lengua en el momento de la ira, tampoco podrá dominar las pasiones”[7].

4. Dijo también: “Es mejor comer carne y beber vino, que comer la carne del hermano por la calumnia”[8].

5. Dijo también: “La serpiente expulsó a Eva del paraíso con sus susurros (Gn 3,1). El que habla mal del prójimo es como ella, porque pierde el alma del oyente y no conserva la propia”[9].

6. Dijo también: “El tesoro del monje es la pobreza voluntaria. Reunan el tesoro en el cielo, hermanos, puesto que los siglos de ese descanso son eternos”[10].

7. Dijo también: “Que tu pensamiento esté siempre en el reino de los cielos, y a la brevedad lo recibirás en herencia”[11].

8. Dijo también: “La obediencia es el adorno del monje. Quien lo posea será escuchado por Dios, y se encontrará confiado junto al Crucificado. Porque el Señor fue crucificado, hecho obediente hasta la muerte (Flp 2,8)”[12].

 

Letra Fi

ABBA FOCAS[13]

1. Abba Focas, el del cenobio de abba Teognio el jerosolimitano, dijo: «Cuando yo vivía en Escete, cierto abba Santiago, hombre joven que vivía en las Celdas, tenía a su padre carnal como padre espiritual. En las Celdas había dos iglesias, una de ortodoxos, en la cual comulgaban ellos, y otra de cismáticos (monofisitas). Como abba Santiago tenía el don de la humildad era amado por todos, tanto ortodoxos como cismáticos. Le decían los ortodoxos: “Mira, abba Santiago, no te vayan a engañar los cismáticos y te atraigan a su comunión”. Igualmente los cismáticos le decían: “Debes saber, abba Santiago, que si comulgas con los difisitas perderás tu alma. Ellos son nestorianos y disfrazan la verdad”. Abba Santiago, que era un hombre simple, dudando entre lo que de ambas partes le decían, angustiado suplicó al Señor. Por eso se escondió en una celda apartada fuera de la laura, vestido con el hábito de su sepultura como quien está por morir. Porque es costumbre entre los Padres de Egipto que la túnica con que recibieron el santo hábito y el capuchón los conserven hasta la muerte, con ellos son sepultados, y solamente los usan los domingos para la santa comunión, quitándoselos después. Cuando se encontró en la mencionada celda rogaba a Dios, insistiendo en el ayuno y postrado por tierra. Decía después que tuvo que sufrir mucho durante esos días, a causa de los demonios, especialmente en su pensamiento. Pasados cuarenta días vio a un niño que entraba donde él estaba con aspecto alegre, y le dijo: “Abba Santiago, ¿qué haces aquí?”. Iluminado de repente y sacando fuerzas de lo que veía, dijo: “Señor, tu conoces lo que me sucede. Unos me dicen: ‘No abandones la Iglesia’; otros me dicen: ‘Te engañan los difisitas’, y yo, en la duda y sin saber que hacer, he llegado a este punto. El Señor le respondió: “Donde estás, estás bien”. Y apenas hubo oído esta palabra se encontró ante las puertas de la santa iglesia de los ortodoxos partidarios del Concilio (de Calcedonia)».

2. Dijo también abba Focas: «Iba una vez abba Santiago a Escete cuando fue atacado fuertemente por el demonio de la fornicación. Se encontraba próximo a caer, pero vino a mí, me contó lo que le pasaba y me dijo: “Mañana iré a cierta caverna; te ruego por el Señor que no lo digas a nadie, ni siquiera a mi padre, sino cuenta cuarenta días y, cuando se hayan cumplido, haz la caridad de venir hasta mí trayendo la santa comunión. Si me encuentras muerto, entiérrame; si estoy todavía vivo, dame la santa comunión”. Oí todo esto, y cuando se hubieron cumplido los cuarenta días tomé la santa comunión, llevé también pan común puro con un poco de vino, y fui hacia donde él estaba. Cuando me acercaba a la caverna, percibí un fuerte olor que salía de su boca. Dije para mí: “Murió este bienaventurado”. Pero al entrar lo encontré semivivo. Él, apenas me vio, moviendo la mano derecha un poco, cuanto podía, me indicó por el movimiento de la mano la santa comunión. “La tengo”, le dije. Quiso abrir la boca, pero estaba cerrada; pensando qué debía hacer salí al desierto, y encontré una rama de árbol. Con ella, tras mucho esfuerzo, pude abrir apenas su boca un poco. Eché del cuerpo y sangre preciosos lo que podía recibir. Recobró él las fuerzas con la recepción de la santa comunión. Poco después, empapando algunas migas de pan ordinario se las ofrecí, y después de un rato hice otra vez lo mismo, tanto cuanto podía él tomar. De esta manera, por la gracia de Dios, después de un día regresó conmigo y fue a su celda, liberado con la ayuda de Dios de la pasión dañina de la fornicación».

 

ABBA FÉLIX[14]

1. Unos hermanos, acompañados por algunos seglares, visitaron a abba Félix y le rogaron que les dijera una palabra. El anciano, empero, callaba. Después que le suplicaran mucho, les dijo: “¿Quieren oír una palabra?”. Le respondieron: “Sí, abba”. Entonces el anciano les dijo: “Ya no hay palabra. Cuando los hermanos interrogaban a los ancianos y ponían en práctica lo que les decían, Dios concedía cómo hablar. Pero ahora que preguntan y no hacen lo que oyen, retiró Dios la gracia a los ancianos y ya no encuentran nada que decir, puesto que no hay quien la ponga por obra”. Al oír esto, los hermanos gimieron diciendo: “Ruega por nosotros, abba”.

 

ABBA FILAGRIO[15]

1. Uno de los santos, de nombre Filagrio, habitaba en el desierto de Jerusalén y trabajaba duramente para ganar su pan. Estaba una vez en la plaza para vender su mercadería, cuando alguien dejó caer un bolso con mil monedas. El anciano lo encontró y permaneció en el lugar diciendo: “El que lo perdió, debe volver”. Y este llegó, llorando. El anciano lo llamó aparte y le devolvió la bolsa. El otro lo detuvo y quiso darle una parte, pero el anciano no aceptó. Comenzó el otro a gritar: “¡Vengan a ver lo que hizo el hombre de Dios!”. Pero el anciano huyó secretamente de la ciudad, para no ser ensalzado.

 

ABBA FORTAS[16]

1. Dijo abba Fortas: “Si Dios quiere que yo viva, Él sabe cómo proveerme de lo necesario, pero si Él no lo quiere, ¿de qué me sirve vivir?”. Estaba en el lecho, pero de nadie aceptaba cosa alguna, y decía: “Si alguien me trae una cosa, y no lo hace por Dios, yo no tengo nada para darle y tampoco recibirá el premio de Dios, puesto que no lo trajo por Él, y así él sufrirá una injusticia. Es preciso, en efecto, que los consagrados a Dios miren solamente hacia Él, y estén de tal manera dispuestos que no consideren que se les hace una injuria, aunque tengan que sufrir mil perjuicios”.

 

Letra Ji[17]

ABBA CHOMAÍ[18]

1. Contaban acerca de abba Chomaí que, estando próximo a la muerte, dijo a sus hijos: “No vivan con herejes, no frecuenten gente principal, no estén sus manos extendidas para recoger sino más bien para dar”.

 

ABBA CHEREMÓN[19]

1. Decían acerca de abba Queremón de Escete que su caverna distaba cuarenta millas[20] de la iglesia y diez millas[21] del pantano y del agua. Y llevaba su trabajo manual a la caverna y además dos recipientes, uno frente al otro, y permanecía allí en la hesiquía.

 

Letra Psi

ABBA PSENTAISIO[22]

1. Abba Psentaisio, abba Suros (o: Souros: Soyros) y abba Psoios decían: «Cuando oíamos las palabras de nuestro Padre, abba Pacomio, teníamos una gran ayuda, estimulando el celo por las buenas obras. Viendo que, aun cuando permanecía en silencio, hacía de sus actos un discurso, nos admirábamos y nos decíamos los unos a los otros: “Pensábamos que todos los santos fueron hechos por Dios perfectos e inmutables desde el seno de su madre y no por su propio poder, y que los pecadores no pueden vivir piadosamente porque fueron hechos de esa manera. Pero ahora hemos visto la bondad de Dios manifestada en nuestro Padre, el cual, de origen pagano, se volvió tan piadoso y se ha revestido de todos los mandamientos de Dios. De este modo, también nosotros todos podemos seguirlo, igual que los santos a quienes él mismo siguió. En verdad está escrito: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo les daré el descanso’ (Mt 11,28). Muramos, por tanto, y vivamos con este hombre, porque él nos lleva rectamente hacia Dios”».

 

Letra Omega

ABBA OR[23]

1. Decían acerca de abba Or y de abba Teodoro que estaban construyendo con barro una celda, y se dijeron el uno al otro: “Si Dios nos visitase ahora qué haríamos?”. Y llorando, dejaron el barro y se retiraron cada uno a su celda.

2. Decían acerca de abba Or que nunca mintió ni juró ni injurió a hombre alguno, ni habló sin tener necesidad.

3. Abba Or dijo a su discípulo Pablo: “Mira, no permitas que se introduzca en esta celda una palabra extraña”.

4. Fue una vez Pablo, el discípulo de abba Or, a comprar unos mimbres, y vio que otros se habían adelantado y habían dejado una seña. Abba Or, en efecto, jamás daba seña para lo que fuese, sino que en el momento establecido enviaba el precio y compraba. Su discípulo fue entonces a otro sitio para buscar ramas de palmera y el jardinero le dijo: “No sé quien me ha dejado una seña y no ha venido; toma tú las ramas”. Las tomó y fue adonde estaba el anciano, y le relató lo sucedido. Cuando el anciano lo oyó, golpeó las manos y dijo: “Or no trabaja este año”. Y no permitió que quedaran adentro las palmas hasta que se las llevaron de vuelta a su lugar de origen.

5. Dijo abba Or: “Si ves que tengo un pensamiento contra alguien, sabe que también él tiene el mismo pensamiento contra mí.

6. Donde vivía abba Or había un aldeano llamado Longino, el cual hacía muchas limosnas. Llegó cierta vez un Padre, y el hombre le pidió que lo llevase a ver a abba Or. El monje llegó adonde estaba el anciano y elogió al aldeano diciendo que era bueno y hacía muchas limosnas. El anciano reflexionó y dijo: “Sí, es bueno”. Comenzó entonces el monje a suplicarle: “Permítele que venga, abba, y te vea”. Y el anciano respondió: “Ciertamente no cruzará esta hondonada para verme”.

7. Abba Sisoes preguntó a abba Or diciendo: “Dime una palabra”. Y le respondió: “¿Tienes confianza en mí?”. Él respondió: “Sí”. Le dijo: “Ve, y haz lo que me has visto hacer”. Le preguntó: “¿Qué veo en ti, padre?”. El anciano le contestó: “Mi pensamiento está por debajo de todos los hombres”.

8. Decían acerca de abba Or y de abba Teodoro que pusieron buenos cimientos y siempre daban gracias a Dios.

9. Dijo abba Or: “La corona del monje es la humildad”.

10. Dijo también: “El que es honrado y alabado por encima de su mérito es muy perjudicado; pero el que no es honrado por los hombres recibirá la gloria de lo alto”.

11. Dijo también: “Cuando llega a ti el pensamiento de orgullo y de soberbia, escruta tu conciencia para ver si guardas todos los mandamientos, si amas a tus enemigos (Mt 5,44) y te entristeces por su infortunio; considérate a ti mismo como un servidor inútil (Lc 17,10) y el más pecador de todos. Y después de esto no vayas a enaltecerte como si hubieras obrado bien: sabe que por este pensamiento se destruye todo”.

12. Dijo también: “En cualquier tentación no te quejes de hombre alguno, sino solamente de ti, diciendo: Esto me ha sucedido a causa de mis pecados”.

13. Dijo también: «No digas en tu corazón contra tu hermano: “Soy más austero y ascético”; más bien sométete a la gracia de Cristo en espíritu de pobreza y de amor sincero para no caer en el espíritu de vanagloria y pierdas tus trabajos. Está escrito en efecto: “Quien cree estar de pie, vea que no caiga” (1 Co 10,12). Sé como si el Señor te hubiese preparado con sal (Col 4,6)».

14. Dijo también: “Huye de los hombres o engaña al mundo y a los hombres haciéndote necio en muchas cosas”.

15. Dijo también: «Si has hablado mal de tu hermano y tu conciencia te molesta, ve, haz una metanía y di: “Hablé mal de ti”, y asegúrale que no lo volverás a hacer. La difamación es muerte para el alma».

Fin de la colección alfabética



[1] “Las diferentes versiones de estos apotegmas muestran que Titoes (o Titóes) es una deformación de Sisoes… Aparte del n. 5, que designa explícitamente a Sisoes de Clysma, los otros apotegmas pueden atribuirse a uno u otro de los Sisoes - Titoes” (Sentences, p. 313).

[2] Xeneteía: condición o estado de extranjero.

[3] “Este Timoteo sacerdote sin duda es diferente del hermano de Pablo que era peluquero (cosmeta) en Escete (Pablo el cosmeta 1 y 2), y del anacoreta del mismo nombre que vivía en un monasterio de cenobitas (Pastor 70)” (Sentences, p. 314).

[4] “El abad Hiperequio (Yperéchios) es un ilustre desconocido del siglo V que compuso una célebre recopilación de sentencias, de la cual son tomados los apotegmas siguientes… Para cada apotegma se indica, en nota, el número de la sentencia en la recopilación” (Sentences, p. 316).

[5] 66.

[6] 80a.

[7] 97.

[8] 144.

[9] 153.

[10] 40-41.

[11] 23b.

[12] 59, 139.

[13] “Vivió en la segunda mitad del siglo V, primero en Escete, después en el monasterio de Teognio (Theogníos) en Jerusalén. Su primer apotegma evoca las divisiones que se produjeron entre los monjes después del Concilio de Calcedonia, en 451” (Sentences, p. 318).

[14] “Nada sabemos de este abba Félix, pero explicando por qué no quería pronunciar una sentencia, este anciano nos ha dejado algunas de las palabras más memorables de los Padres del desierto” (Sentences, p. 320).

[15] “Este monje que vivía en la soledad no lejos de Jerusalén en el siglo V, sólo nos es conocido por la anécdota que sigue. Esta pieza, como algunos otros relatos concernientes a los monjes palestinos, pudo haber sido introducida en una de las colecciones de apotegmas procedentes de Egipto, que circularon muy pronto en los medios monásticos del sur de Palestina” (Sentences, p. 320).

[16] “El inicio del apotegma recuerda una palabra bastante semejante del abad Daniel (n. 1), y expresa bien el abandono total en Dios que era la disposición fundamental de los Padres del desierto, disposición totalmente evangélica de fe y confianza filial” (Sentences, p. 321).

[17] Que se transcribe en castellano: ch.

[18] Chomái (Jomaí) o Chamé (Jamé), fue, tal vez, discípulo de abba Anter (cf. Sentences, p. 322).

[19] “Casiano conoció a un abad Cherémon (o: Jeremón, Queremón), del cual conserva tres conferencias (Conferencias XI-XIII); pero este anciano habitaba en el desierto de Panephysis. Sin embargo, como era más que centenario, podría haber vivido en Escete siendo más joven” (Sentences, p. 322).

[20] Más de 64 kms.

[21] Algo más de 10 kms.

[22] “… Esta pieza pacomiana está tomada de la Primera Vida griega (§ 25) del fundador del cenobitismo egipcio…” (Sentences, p. 323).

[23] “Este era un nombre bastante común. Hay un abba Or en Nitria, al que Melania pudo ver en 374 (Historia Lausíaca, cap. 9); otro en la Tebaida, hacia 395, que de ermitaño pasó a superior cenobita (Historia monachorum in Aegypto, cap. 2; Sozomeno, Historia Eclesiástica, VI,2); y otro, eunuco, en el monasterio de Pbau, a mediados del siglo IV (Epístola de Ammonas, 26). La existencia de un abad Or en Escete, en vida de Sisoes, está bien atestiguada (Sisoes 28), sin que se pueda saber si los quince apotegmas que se le atribuyen, o cuántos de ellos, le pertenecen realmente” (SCh 387, p. 52).