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3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

 

Capítulo 16: Pregunta de los discípulos: Sobre le celerario del monasterio: ¿cómo debe ser? El Señor responde por el maestro:

1Hermanos, todo trabajo tiene un precio, porque se le debe el salario al asalariado que lo merece (cf. Lc 10,7; 1 Tm 5,18)), y no se le debe poner bozal al buey que trilla (Dt 25,4; 1 Co 9,9; 1 Tm 5,18). 2Pero también: Las labores fructuosas hacen feliz al que come de ellas (cf. Sal 127 [128],2), 3porque al hombre creado el Señor sometió todo bajo sus pies (Sal 8,7), porque para él creó todo[1]. 4Por tanto, si los injustos y enemigos de Dios, es decir, los paganos y herejes no creyentes, y los diversos pecadores (tienen) sometidas a su servicio a variadas criaturas para alimentarse, y todo el universo está a disposición de toda clase de hombres, 5cuanto más es justo y digno que a quienes creen en Dios y le sirven bien, el Señor les entregue para la subsistencia las diversas criaturas que Él creó (cf. Gn 1,29-30). 6Y suministrando como un anticipo de la futura promesa, en este tiempo presente, todas las cosas necesarias para la vida, 7el Señor no abandonará a quienes le buscan (Sal 9,11), 8porque los ricos sufrieron necesidad y sed, pero a quienes buscan al Señor no les faltó ningún (Sal 33 [34],11), 9y el Señor colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide vacíos (Lc 1,53), 10y (somos) como quienes no tienen nada y lo poseen todo (2 Co 6,10).

11Por tanto, el celerario del monasterio no es sino el dispensador de los bienes[2] divinos. 12En tanto que divinos, (es que) el Señor ha prometido en el evangelio a sus servidores fieles, diciendo: “No se preocupen qué comerán o qué beberán o con qué se vestirán” (Mt 6,25). 13Igualmente también amonesta que nadie debe estar preocupado por el mañana (cf. Mt 6,34), 14sino que advierte sobre esto diciendo: “Busquen el reino de Dios y su justicia, y todo eso se les dará” (Mt 6,33). 15Porque el Padre de ustedes, que está en el cielo, saben que necesitan de todo eso” (Mt 6,32). 16Por ende, si el Señor concede lo necesario para la vida a los servidores de Dios, y si el Señor, nuestro Padre celestial, sabe lo que necesitamos y nos lo procura, 17ves entonces que también nuestros alimentos son dones del Señor, que Él mismo nos los procura. 18Porque al igual que el servidor de un señor carnal, aunque éste sea un hombre, sólo está solícito por ofrecerle su servicio, 19porque está seguro que su señor proveerá a sus necesidades de alimento, ropa y calzado, 20cuánto más nuestro Señor celestial justamente nos manda no pensar en las cosas necesarias para nuestra vida; 21puesto que si un hombre que sirve a un hombre lo considera idóneo para procurarle lo que necesita, 22cuánto más a nosotros que creemos y servimos a Dios, que ha creado todas las cosas y puede hacer todo lo que quiere, podrá poner todas las cosas a nuestro servicio. 23Porque era joven y llegue a viejo, y no he visto a un justo abandonado, ni a su linaje necesitado de pan (Sal 36 [37],25), 24sino que más aún todos los días daba limosna y prestaba (Sal 36 [37],26). 25Por tanto, cuando sólo de nuestro servicio fuéramos solícitos, buscando su reino y su justicia (Mt 6,33-34), 26creamos que el Señor nos dará todas las cosas, puesto que prometió, por propia iniciativa, darnos todas las cosas necesarias.

27Por tanto, todos los víveres del monasterio, que el Señor distribuye como una ración ofrecida a sus operarios, 28si mala y deshonestamente son distribuidos por le celerario y se pierden, 29sepa el antedicho celerario que en el día del juicio deberá dar cuentas ante el tribunal divino de su administración, 30cuando el Señor vea desperdiciada por negligencia la ración de sus servidores; 31porque lo que el Señor concede justamente a los (que son) dignos, no soporta que sea desperdiciado indignamente por los destructores[3].

32El celerario, sin orden del abad, nada dé o distribuya o gaste, 33ni ofrezca algo al enfermo en presencia (del abad) sin autorización. 34El celerario dará limosna con autorización del abad, en presencia suya. 35En su ausencia podrá dar limosna a un pobre que la pida, 36por causa del precepto del Señor que dice: “A todo el que te pida, dale” (Lc 6,30), 37y también: “Da, no sea que a quien no des sea Cristo mismo” (cf. Mt 25,35-36).

38Cada día el celerario con los semaneros comulgará ante el abad el abad en el oratorio con la comunidad[4]. 39A los semaneros que inician la semana él mismo les entregará los utensilios de cocina. 40Terminada la semana los recibirá limpios de los que salen, entregándolos a los que entran. 41Si alguno por negligencia rompiera esos utensilios, 42quien los rompió no podrá acceder a la mesa sin antes no hace penitencia y satisface (ante) el abad inclinándose de rodillas humildemente. 43Una vez que hayan salido todas las cosas necesarias de la despensa, el celerario se sentará a la mesa en silencio y comerá con la comunidad. 44Si el celerario se levanta pata traer algo, hasta tanto vuelva, todos los de la mesa en que él se sentaba lo esperarán para comer.

45El celerario reciba algún trabajo manual, para hacer en esas horas en que no debe realizar alguna atención, o diligencia o dispensación (como) celerario, 46a fin de que no esté ocioso en esas horas. 47En el oratorio, al estar ausente por sus ocupaciones, 48el abad dirá por él a los hermanos que lo tengan presente[5]. 49Igualmente, también el mismo celerario, si la despensa estuviera cerca del oratorio, pida con su voz que lo recuerden en las oraciones. 50Sin embargo, estando ocupado en el trabajo, diga en silencio para sí la obra de Dios, siguiendo la palabra o el versículo del oratorio. 51Y es justo que en el interior del oratorio todos deban recordarlo, porque se preocupa por el bien de todos; 52de forma que cuando uno procura por todos el bien para todos, así uno solo tenga parte en la oración de todos[6].

53En cuanto a la custodia de sus vicios de la boca y del cuerpo, será el mismo abad quien lo vigilará, 54porque el celerario no pertenece a ninguna decanía, ni (está) bajo un prepósito, 55no suceda que, del mismo modo que la carne ama sus intereses (cf. 1 Co 13,1; Flp 2,21), por algún apetito o una satisfacción de la gula, (el prepósito) deje a un lado la causa de Dios, 56y en vez de ser aplicada, la excomunión sea cambiada carnalmente por una comida o una bebida[7].

57Recibirá (el celerario) todos los utensilios del monasterio, numerándolos y consignándolos a los diversos (hermanos). 58Sobre todas las cosas que están en el monasterio nadie, excepto el abad, podrá tratar alguna como si fuera suya, 59ya sea algo aportado o encontrado o fabricado o adquirido, 60nadie podrá vindicar o defender ninguna cosa como suya, 61porque la sentencia de la regla es esta: los bienes del monasterio son de todos y de nadie[8].

62Sea nombrado celerario un hermano que el abad haya reconocido como fiel y temperante[9], que nunca haya sido vencido por algún deseo de la gula[10], 63y que no ame comer o beber mucho, 64para no dar mayor ocasión al diablo (Ef 4,27), 65como dice la Escritura: “No den ocasión a los que buscan una ocasión” (2 Co 11,12; cf. 1 Tm 5,14), 66y para que no parezca que la glotonería de la gula de los hermanos voraces y glotones es más favorecida que refrenada.

 


[1] Cf. Passio Sebastiani 14.

[2] El latín dice: rerum.

[3] Tal el sentido literal de eversor (el que destruye o asola). Otras traducciones: dilapidadores o disipadores.

[4] ¿Recibían la comunión de manos del abad?

[5] In mente.

[6] Cf. Juliano Pomerio, Sobre la vida contemplativa II,16,1. 4.

[7] “Esta sospecha respecto de los prepósitos es algo único en la RM” (SCh 106, p. 82, nota a los vv. 55-56).

[8] Cf. RM 2,48.

[9] Abstinens.

[10] Cf. Regla de los IV Padres 12.