Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (45)

 

3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 18: Pregunta de los discípulos: Sobre los semaneros de la cocina. El Señor responde por el maestro

1Más arriba[1] dijimos que diez hermanos estén bajo el cuidado de dos prepósitos. 2Esos diez hermanos, combinados de dos en dos, cumplirán cada uno siete días el servicio de la cocina. 3Y cuando una decena haya cumplido el servicio según ese orden de sucesión, el celerario entregará todos los utensilios a otra decanía, que les sucederá en la tarea. Una vez que ésta haya terminado se sucederán una a una cada semana. 4Pero los dos prepósitos harán la cocina uno después del otro, con la ayuda de un hermano, el que ellos quieran. 5Y también si decimos que los prepósitos han de cocinar uno después de otro en dos semanas diferentes, con la ayuda de cualquier hermano, es para que no estando ambos ocupados simultáneamente en el servicio de la cocina, uno permanezca afuera con los hermanos de la decanía, para custodiar en ellos las diversas faltas o vicios. 6Y si algunos hermanos son destinados a otro trabajo, que se destinen los que más puedan temer la presencia de Dios, 7y ocupado un prepósito en la cocina, el prepósito que queda disponible permanecerá con los más negligentes. 8Así tendrán alternativamente el honor de corregir y ejercerán a su vez la humildad de servir. 9Por tanto, en todas las decanías acabarán así y volverán a empezar.

10Pero cada decanía cumplirá los siete días en este orden: cada semana los prepósitos designarán a dos hermanos para el servicio de la cocina. 11El celerario les entregará todos los utensilios de la cocina a los que comienzan, 12y (deben ser) dos hermanos para que se ayuden mutuamente. 13La entrada en función semanal se debe hacer de la siguiente forma:

 

Capítulo 19: Pregunta de los discípulos: ¿Cómo deben entrar los hermanos en su semana de cocina? El Señor responde por el maestro:

1Los hermanos que van entrar en la semana, después de haber dicho Prima en el oratorio serán conducidos por sus prepósitos ante el abad, y solicitarán la atención del superior diciendo: 2“Quiera, señor abad, llamar a toda la comunidad y orar por estos hermanos que ingresarán en la semana de cocina, 3para que obtengan[2], encomendados a sus oraciones, no temer los impedimentos del diablo (cf. 1 Ts 2,18) y sin falta cumplir todo para la comunidad de Dios”. 4Después de estas palabras póstrense esos dos hermanos ante el abad para la oración, lo cual toda la comunidad debe hacer con el abad, (quedando éste) detrás. 5Y después que todos se hayan levantado ellos dos dirán este versículo: “Guárdanos, Señor, como a las pupilas de tus ojos, a la sombra de tus alas protégenos” (Sal 16 [17],8). 6Luego que todos hayan orado por ellos, se levantarán los dos predichos hermanos, besarán las rodillas del abad y darán la paz a sus prepósitos y a toda la comunidad. 7Después de dada la paz, sus prepósitos dirán: «Vayan, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, entren en la semana 8y pidan la bendición para hacer todas las cosas[3], diciendo para realizar cada cosa: “Bendíceme”, para que todo lo que hagan sea bendecido, y allí el maldito diablo no tendrá ningún poder para obstaculizarlos».

9Después, cotidianamente desde ese día, si los hermanos deben comer a sexta, cuando los semaneros, una vez dicha Tercia, salen del oratorio con la comunidad, (junto) con el celerario pondrán los ojos en el abad preguntándole qué quiere que preparen para la refección de la comunidad. 10De modo que comenzando la cocina en seguida de Tercia, todo estará preparado para que dicha Sexta (se pueda ir) directamente a la mesa. 11Pero si la refección debe estar preparada para la hora de nona, los semaneros y el celerario interrogarán al abad a la salida de Sexta, 12e inmediatamente después de Sexta comenzarán a encender el fuego, para que una vez dicha Nona todos (se sienten) a la mesa.

13Si sucediera que los semaneros se atrasaren, recibirán el castigo de la excomunión, porque por su pereza han hecho sufrir a la comunidad cansada por una doble labor, esto es: por el ayuno y el trabajo. 14Esta será la sentencia de excomunión: para sexta, siete; para nona, diez; 15esto es: si los semaneros hicieran esperar la refección de la hora sexta, fallando y atrasándose, perderán una porción de pan en cada una de la siete comidas siguientes; 16si hicieran esperar a la de nona, se les sustraerá también una porción en las diez siguientes refecciones. 17Esta sentencia de excomunión reduciendo la porción de pan permanecerá para los excomulgados hasta que, al día siguiente, la promesa de satisfacción haya dado una prueba de reparación.

18Pero si la comunidad fuera grande, o algunos extranjeros llegasen en gran número, se les agregarán hermanos que les ayuden, y empezarán a cocinar, preguntado al abad sobre la comida, después de decir Prima, para que puedan acudir a la refección a la hora fijada.

19En esa misma semana prestarán servicio a las mesas de todos y proveerán a todo en el monasterio[4]. 20Esos mismos hermanos en esa semana les quitarán el calzado a todos los hermanos, con el agregado de la ayuda de los hermanos de su decanía, 21(junto) con los cuales les quitarán los calzados, los limpiarán[5] y a la mañana, ya limpios, estando los hermanos sentados por orden, se los devolverán. 22Igualmente en esa misma semana efectuarán la limpieza del monasterio, lavarán los retretes, cortarán la leña, 23traerán el agua para (lavarse) la cara, echarán agua sobre las manos de los hermanos cuando entran para la comunión, lavarán, en aquellas horas en las que no cocinan, los manteles, los paños de cocina, las toallas y las cosas sucias de los hermanos. 24La lámpara del monasterio, preparada por el celerario, ellos mismos la encenderán y vigilarán cotidianamente.

25En seguida (que hayan entrado) en la semana, como dijimos, el primer día después de haberse dicho Prima, la primera acción de su servicio será la limpieza del oratorio y volverán a poner las esteras sobre el piso del oratorio. Lo cual, en los siete día de su semana, será la primera obra de su servicio, (limpiar) el oratorio después de dichos los Maitines.

27Cuando estén en su semana de cocina, los hermanos que entraron, inmediatamente pedirán que recen por ellos y con ellos[6].

 

Capítulo 20: Pregunta de los discípulos: ¿Cómo se deben recordar en el oratorio a los ausentes? El Señor responde por el maestro:

1Cuando los semaneros (están) afuera, solícitos por toda la comunidad, ocupados en el servicio de la cocina, 2o el celerario está ocupado en la despensa o el encargado de las herramientas o de los bienes del monasterio en su tarea, 3dentro, en el oratorio, sus prepósitos digan a toda la comunidad: “Acuérdense ante el Señor y recen por aquellos que están afuera”.

4Pero si los que faltan en el oratorio estuvieran ocupados por causa del monasterio o viajando por el camino, el abad dirá a toda la comunidad que hagan memoria de los ausentes en la oración, 5como se lee en los Hechos de los Apóstoles que se oraba por el ausente, esto es, cuando estaba Pedro en la cárcel, se oraba por él en todas las iglesias (Hch 12,5; cf. 2 Co 11,28). 6Por tanto, si no se recuerda en el oratorio a los que están ocupados, recibirán la entera gran recompensa aquellos de afuera y los de dentro saldrán vacíos, 7puesto que si los de dentro (pueden) dedicarse a la oración, (es porque) aquellos de fuera les aseguran las cosas necesarias para la vida. 8Y es con razón que todos los de dentro deben recordar al ausente en las oraciones, porque se ocupa del bien de todos, 9de modo que así como uno procura la utilidad común para todos, así uno solo participará en la oración de todos[7].

10Pero también el que está fuera, ocupado en el bien del monasterio, debe observar esto: cuando en el interior del monasterio se prosternan para la oración al final de los salmos, 11debe pedir con voz clara que se acuerden de él en el oratorio, pero diciendo él mismo la obra de Dios en ese lugar en el que se encuentra ocupado.

12En cuanto a los enfermos, el abad amonestará a todos a recordarlos en cada oración. 13Por otra parte, si un hermano forastero deja el monasterio, en la siguiente obra de Dios el abad dirá que se acuerden (de él), 14porque al partir ese hermano pidió a todos: “Ustedes tienen al Señor, oren por mí y acuérdense de mí por mediación del ángel de ustedes”.

 

Capítulo 21: Pregunta de los discípulos: ¿Cómo deben comulgar los semaneros de cocina y el celerario? El Señor responde por el maestro:

1Cuando están el oratorio delante del abad para comulgar, una vez que todos hayan recibido la paz y el abad haya comulgado, después de él nadie debe comulgar, sino que inmediatamente los prepósitos de esos hermanos semaneros deben pedir (permiso para) salir fuera, a fin de hacer venir a sus semaneros al oratorio para la comunión, haciendo (el trabajo) en su lugar en el exterior. 3Estos prepósitos que han salido, uno atenderá la cocina, el otro pondrá los cubiertos.

4Una vez que hayan salido, ingresen de inmediato los semaneros, (luego) de lavarse las manos, oren brevemente y después de la oración le darán la paz sólo al abad; 5a él solo, no sea que dándola a todos, retrasen la hora de la refección de la comunidad, 6y que, por haber salido tarde y no haber preparado las cosas necesarias, hagan caer en el vicio de la ira al abad, cuando salga con la comunidad, por no tener aún preparado lo que correspondía. 7Por tanto, después de una breve oración en seguida comulgarán y beberán del cáliz[8], y luego de haber orado nuevamente un poco, dirán el versículo en voz baja y el abad concluirá para que salgan y hagan reentrar a sus prepósitos en el oratorio. 8Al salir el abad les dirá: “Cuidado hermanos, no presuman tomar algo de comida o de bebida, por persuasión del diablo, antes de la oración común de la mesa, 9porque aunque nosotros que estamos dentro no los vemos afuera, sin embargo, Dios, que está presente en todo lugar, que todo lo ve y nada le está oculto (Mt 10,26; cf. Gn 31,50), Él los ve; 10no sea que viendo la presunción de ustedes (de comer antes) entregue su pensamiento a la reprobación (Rm 1,28), y que sus robos se consignen en el juicio para castigo de ustedes”.

11Por tanto, después de esa amonestación salgan con el celerario; uno volverá a la cocina, el otro terminará los servicios que no acabó su prepósito, 12es decir, preparar las mesas, disponer los bancos, poner los cubiertos, limpiar[9] las copas, para que cuando salga el abad con la comunidad encuentre todo preparado. 13Igualmente, las raciones de pan para todos, puestas en el canasto suspendido sobre la mesa del abad, 14para que, cuando salga el abad, encuentre todo preparado, y que no haya lugar para la ira ni ocasión de cólera y gritos, sino que el monasterio sea un lugar de silencio y paz.

 

Capítulo 22: Pregunta de los discípulos: Después de la salida de todos los semaneros, ¿en qué orden deben comulgar, después del abad, los que permanecen en el oratorio? El Señor responde por el maestro:

1Después de la comunión del abad, comulgará el prepósito al que por su turno le corresponde estar junto al abad, y le seguirá su decanía, uno a uno. 2Cuando hayan acabado, comulgará el otro prepósito, a quien también le seguirá su decanía, uno a uno. 3También si, con la ayuda del Señor, la comunidad fuera más numerosa, harán lo mismo los restantes. 4Así deben estar en el oratorio, según se les ha ordenado, y comulgar.

5El hermano que se enorgulleciera ante la comunión y no quiera comulgar, que se le permita abstenerse. 6Pero después cuando quiera (comulgar), no se le permitirá comulgar por igual tiempo. El mismo tiempo en que se enorgulleció sin causa, mientras que el abad y el prepósito estén airados contra él con causa.

7Del mismo modo, aquel que se enorgulleciere y no quiera ir a la mesa, que se le permita, pero en la siguiente refección no se le permitirá comer, sino que se le hará levantar de la mesa cuando se siente; 8porque cuando el abad quiso, él no quiso; y ahora que él quiere, con razón el abad no quiere.

9En el lugar junto al abad estén en el oratorio cada día, por turnos, los prepósitos y los otros hermanos, para que siempre permanezca indeterminado el rango de segundo[10]; para que nadie se sienta seguro ni se engría de su rango, haciendo desesperar a los demás, 11sino que todos se esforzarán por complacer con sus buenas acciones, y rivalizarán por llegar al honor esperado, por sus méritos no sólo nominalmente. 12Volveremos a hablar sobre esta cuestión, bajo el dictado del Señor.

13De la misma manera, después del abad y por orden suya, los prepósitos de uno y otro coro recitarán siempre las antífonas. 14Cuando éstas hayan acabado, igualmente bajo la orden del abad, los hermanos menores de los dos coros, bajo una orden nominal, las recitarán uno a uno, es decir primero los de este coro, después los del otro.

 


[1] Cf. RM 11,4 y 11,20-36.

[2] Mereantur (merezcan).

[3] El latín dice: et petita benedictione omnia facite.

[4] Lit.: “Esos mismos realizarán toda diligencia en el monasterio” (omniam diligentiam monasterii ipsi execeant).

[5] Calciaria faciant.

[6] Versículo oscuro de difícil traducción. Otra versión, a mi entender bastante amplia y no más clara, es la siguiente: “Y cuando están, durante su semana, en la cocina, a los hermanos que se acercan a ellos pídanles que se unan a su oración por ellos mismos”.

[7] Cf. Juliano Pomerio, Sobre la vida contemplativa II,16,1. 4.

[8] Confirment: significa “comulgar bajo la especie de vino” (Ordo Romanus XV,57. 58. 60). Cf. SCh 106, p. 104, nota 7.

[9] Defrico: limpiar restregando.

[10] Ut confusus secundarii habeatur gradus.