3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito
IX. La Regla del Maestro (continuación)
Capítulo 25: Pregunta de los discípulos: Sobre el pequeño plato de migas que los semaneros deben cocinar el séptimo día. El Señor responde por el maestro:
1Las migas de pan que se recojan cotidianamente levantándolas de las mesas (y) que se conservan en un recipiente, serán retiradas por lo semaneros que salen de la semana el día séptimo de su semana, el sábado por la tarde; 2y con (esas migas) cocinarán un platillo mezclado con harina o con huevos, y a la tarde, antes que tomen la última (bebida) caliente, lo pondrán sobre la mesa del abad. 3En seguida, cuando se haya sentado el abad, al igual que toda la comunidad, los semaneros dirán juntos: 4“Por favor[1], señores, oren por nosotros, porque hemos terminado nuestra semana de humilde servicio”. 5Inmediatamente todos se levantarán con el abad, se arrodillarán en el suelo y orarán por ellos con ellos en comunidad. 6Y cuando se hayan levantado, los semaneros dirán este versículo: “Que lo vean los que nos odian y que sean confundidos, porque tú, Señor, nos ayudaste y consolaste” (Sal 85 [86],17). 7Después, cuando el abad haya concluido, le darán la paz, lo mismo que a sus prepósitos y a toda la comunidad. 8Y cuando el abad y los hermanos se hayan vuelto a sentar en las mesas, el abad trazará el signo de la cruz sobre ese platillo, tomará él mismo primero del postre bendecido con una cuchara (y) después lo servirá a los hermanos que se sientan con él a la mesa, una cucharada en la boca de cada uno. 9Y cuando haya acabado con sus convidados, llamará a los semaneros y se los pondrá a ellos en la boca. 10A continuación, los semaneros presentarán al abad tantos platillos cuantas fuesen las mesas. Colocará una cuchara por cada hermano según su número en cada mesa, y los prepósitos pondrán esa cucharada en la boca de cada uno de sus hermanos, para que todos reciban ese (postre) bendecido. 11Una vez acabado esto, tomarán el último (vaso) de bebida caliente (y) se levantarán diciendo: “Deo gratias”.
12Si por negligencia los semaneros no presentaren este platillo el séptimo día, en la siguiente semana, cada día se les quitará una ración de pan, que les será retirada por el abad, hasta que prometan enmendarse y (dar) satisfacción.
Capítulo 26: Pregunta de los discípulos: Sobre la tasa de la comida. El Señor responde por el maestro:
1Creemos que son suficientes para la refección cotidiana para todas las mesas, ya sea a sexta o a nona, dos platos cocidos y un tercero consistente en algún (plato) crudo con frutas. 2Medio pan, pesando una libra[2], sea suficiente a todos los hermanos para el día, según la dispensación de la divina providencia, cuando un cuervo procuraba cotidianamente a Pablo, el servidor de Dios, medio pan celestial para comer[3].
3Cuando coman a la hora de sexta, en tiempo de verano o en otras estaciones, uno de los tres trozos de ese medio pan será retirado de todas las raciones por el celerario a la despensa, y por la tarde se pondrán sobre las mesas antes de poner el alimento crudo. 4Y si dijimos que fuesen retirados antes a la despensa esos trozos de todas las raciones, es porque si se pusiesen sobre las mesas las raciones enteras, 5podría quizás llegar un hermano novicio, ignorante todavía de la medida de la regla (y) pensar que se le pondría de nuevo en la cena, terminando todo en el almuerzo, y por la tarde no tendría nada para (comer) con las frutas; 6o bien que un hermano que ama comer mucho, aún conociendo la medida de la regla, quiera satisfacer las exigencias de la gula y prefiera comer todo en ese momento, pensando que a la tarde estará satisfecho. 7Todos esos pedazos reservados en la despensa, cuando a la tarde sean sacados, 8colocados sobre la mesa del abad y por él bendecidos, como lo indica la costumbre, primero él tomará (uno) para sí y para su mesa, 9y los restantes (pedazos) serán llevados por el celerario en el cesto (y) puestos en las distintas mesas para que los tomen, 10de modo que esos solos pedazos con un plato crudo cualquiera mezclado con frutas, y lo eventualmente que haya quedado del almuerzo[4], será suficiente para la cena de los hermanos.
11Pero el domingo y los otros días de fiesta, o por causa de personas extranjeras que llegasen en cualquier otro día, el abad, en calidad de superior, está autorizado a añadir a la comida lo que quiera, 12o algunos dulces, conforme al testimonio que se lee en las Vidas de los Padres, donde pidieron al Señor un alimento exquisito para los días de fiesta, y apareció un ángel con miel[5]. 13Sólo deberá velar por la moderación y huir el abuso excesivo.
14Para los menores de doce años, será suficiente menos de una libra de pan por día.
[1] Iube.
[2] 454 gramos.
[3] Cf. Jerónimo, Vida de Pablo 10.
[4] Vel si quid de pulmentariis prandii remanserit.
[5] Cf. Historia monachorum 7; PL 21,416 BC.