Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (56)

3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 47: Pregunta de los discípulos: Sobre la manera[1] de salmodiar. El Señor responde por el maestro:

1Tanta debe ser la gravedad de la reverencia y la disciplina de la salmodia que se goce más el Señor en escucharnos que nosotros en decir, 2como dice la Escritura: “Te deleitarás de lo que sale a la mañana y a la tarde” (Sal 64 [65],9), y también: 3Salmodien bien para Él, con júbilo, porque la palabra del Señor es recta” (Sal 32 [33],3-4), 4y también: “Exulten ante Él con temor” (Sal 2,11), 5y también: “Salmodien para el Señor sabiamente” (Sal 46 [47],8). 6Por tanto, si ordena que salmodiemos sabiamente y con temor, es preciso que el que salmodie esté con el cuerpo inmóvil, con la cabeza inclinada y que cante al Señor las alabanzas moderadamente, 7puesto que cumple su ministerio ante la divinidad, 8según lo que enseña el profeta, cuando dice: “En presencia de los ángeles salmodiaré para ti” (Sal 137 [138],1).

9Por lo demás, el que canta ha de estar siempre atento para que su espíritu no divague por parte alguna, 10no sea que si nuestro espíritu vagabundea en otro pensamiento, Dios diga sobre nosotros: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt 15,8; cf. Is 29,13), 11y también se diga sobre nosotros: “Con su boca bendicen y con su corazón maldicen” (Sal 61 [62],5). 12Y cuando alabamos a Dios sólo con la lengua, (es como si) le admitiéramos solamente a la puerta de nuestra boca, introduciendo e instalando al diablo dentro de la morada de nuestro corazón. 13Porque ciertamente, al introducir (a alguien), se juzga más digno al que se hace entrar dentro, que al que espera fuera. 14Por tanto, para un oficio tan elevado y tan (digno) conviene que el corazón junto con la lengua, ofrezcan al Señor con temor la deuda cotidiana. 15Y el que salmodia estará atento en su corazón a lo que dice cada uno de todos los testimonios, porque si está atento a cada versículo, le aprovecharán para la salvación de su alma, 16y en ellos se encuentra todo lo que se busca, porque el “salmo dice todo lo que edifica” (1 Co 14,3. 26), 17(según) lo que dice el profeta: “Salmodiaré y entenderé en el camino inmaculado; ¿cuándo vendrás a mí?” (Sal 100 [101],1-2). 18Lo que suena en la voz, eso mismo debe estar también en la mente del que salmodia. 19Por tanto, salmodiemos al mismo tiempo con la boca y la mente, (según) lo que dice el apóstol: “Salmodiaré con el espíritu, y con la mente” (1 Co 14,15). No solamente con (nuestras) voces (debemos) gritar a Dios, sino también con el corazón.

21Y por tanto cuanto se salmodia han de evitarse las toses frecuentes, la abundancia de jadeos prolongados o la asidua expulsión de saliva; 22evitará también el que salmodia arrojar ante sí las inmundicias sacadas de la nariz, sino que el hermano debe arrojarlas detrás de sí, 23porque que se nos ha enseñado que los ángeles están ante los que salmodian, cuando el profeta dice: “En presencia de los ángeles, te alabaré” (Sal 137 [138],1). 24Por tanto, cuando fueren presentados[2] por el diablo todos estos impedimentos al cantar, inmediatamente el que salmodia signe su boca con la señal de la cruz.

 

Capítulo 48: Pregunta de los discípulos: Sobre la reverencia en la oración. El Señor responde por el maestro:

1Si a los hombres carnales cuando se les suplica, no se lo hace sino con humildad, 2cuánto más conviene que, a causa de nuestros pecados y crímenes, roguemos a Cristo suplicando con todas nuestras fuerzas. 3Por tanto, en la oración no debe haber ninguna doblez. 4Que no se encuentre una (persona) en la boca y otra en el corazón[3]. 5La oración no se debe extender con muchas palabras, así lo hacen los hipócritas, como dice el santo evangelio (Mt 6,5-7; 23,14).

6Nada de toses frecuentes, de asiduas expectoraciones, de jadeos constantes, porque todo esto lo suscita el diablo para impedir las oraciones y los salmos. 7Pero también habrá que cuidarse en las oraciones, como lo dijimos más arriba[4], para que el que ora, si quiere salivar o expeler las inmundicias de la nariz, no las arroje hacia delante sino hacia atrás, a causa los ángeles que están delante, 8como lo muestra el profeta diciendo: “Salmodiaré para ti en presencia de los ángeles y (te) adoraré en tu templo santo” (Sal 137 [138],1-2). 9Por tanto, ves que se nos muestra[5] orando y salmodiando ante los ángeles.

10Pero también dijimos que la oración ha de ser breve, no sea que prolongando la oración se provoque el sueño[6], 11o que, tal vez, al permanecer mucho tiempo tendidos, el diablo les presente ante sus ojos diversas (representaciones) o les introduzca (alguna) otra cosa en el corazón[7]. 12Por tanto, es necesario orar con temor suplicante, de modo que el que ora, se vea teniendo los pies (cf. Mt 28,9) de Cristo presente[8]. 13Y debemos orar con tanto temor, que sepamos que hablamos con Dios. 14Por tanto, debemos orar con toda (nuestra) inteligencia, como dice el apóstol: “Oraré al mismo tiempo con la inteligencia y con el espíritu” (1 Co 14,15).

 

Capítulo 49: Pregunta de los discípulos: Sobre las vigilias del monasterio. El Señor responde por el maestro:

1Todos los sábados deben celebrarse las vigilias en el monasterio, desde el atardecer hasta que se oiga el gallo por segunda vez, y entonces se harán los maitines. 2Pero para justificar que se las llame de vigilias, los hermanos se abstendrán de dormir, salmodiarán y escucharán a los que leen las lecturas. 3Ya después de los maitines, descansarán en sus camas.

 


[1] Disciplina.

[2] Ministrata.

[3] Versículos 3-4: cf. Cipriano, Sobre la oración 31.

[4] RM 47,22-23.

[5] O: representa (ostendimur).

[6] Cf. Casiano, Instituciones 2,7,2-3.

[7] Versículos 6-11: cf. Casiano, Instituciones 2,10. Y para el v. 11: cf. Historia monachorum 29.

[8] Cf. Jerónimo, Epístola 39,5-6.