Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (60)

3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 54: Pregunta de los discípulos: Cuando llega la hora del Oficio Divino, en seguida los hermanos se apresurarán hacia el oratorio. El Señor responde por el maestro:

1Cuando la señal dada en el oratorio indique que ha llegado la hora divina, en seguida los trabajadores abandonarán (su) obra, los artistas dejarán sus herramientas y los copistas no acabarán la letra (comenzada). 2La mano de todos los hermanos dejará lo que hacía. De inmediato el pie se apresurará con gravedad hacia el oratorio, el espíritu hacia Dios, para que en seguida se reúnan para la primera oración. 3y como las abejas hacia la miel, el enjambre de los hermanos rebullirá a la entrada del oratorio, 4de manera que el lugar del oratorio que estaba en silencio, se llene de repente con el clamor de los salmos, y el silencio del lugar santo emigre hacia los talleres y las tareas abandonadas.

5Pero siempre que suene la señal en el oratorio, en seguida todos los que la oigan, antes de correr, háganse la señal de la cruz en la frente, respondiendo: “Demos gracias a Dios”.

 

Capítulo 55: Pregunta de los discípulos: ¿Desde cuántos pasos un hermano, abandonando el trabajo, debe correr hacia el oratorio? El Señor responde por el maestro:

1Cuando suene la señal, dada por el abad, el hermano que trabaje solo o con otros, dejando inmediatamente las herramientas, determinará rápidamente a simple vista si  debe apresurarse hacia el oratorio o no, 2y esto elija: debe apresurarse al oratorio, con gravedad, cuando se encuentre a cincuenta pasos de la entrada del monasterio. 3Pero si el lugar estuviera a una distancia superior a este número, ya no irán; 4pero dejando allí la herramienta que (tenían) en la mano, inclinando su cuello, como lo hacen las rodillas en el oratorio, dirán la obra de Dios en voz baja y para sí.

5Ahora bien, si el hermano ha de hacer algún trabajo urgente, (rezará) los salmos para sí[1], de tres en tres, sin omitir sus Gloria, 6porque los Gloria, que se dicen entre ellos, equivalen a las oraciones; pero estos Gloria el que salmodia los dirá siempre con la cabeza inclinada, 7mas diciendo los salmos de modo directo[2] a causa de la urgencia del trabajo, como ya dijimos más arriba. 8Una vez acabados éstos con el versículo y la oración, concluirá él mismo, retomando inmediatamente lo que estaba haciendo.

9Porque si ya hemos dicho que cuando el hermano se hallare trabajando a una distancia de más de cincuenta pasos no vaya al oratorio, 10es para evitar que los hermanos corriendo desde lejos con excesiva celeridad y rivalizando entre sí en velocidad en la carrera, corran sin gravedad y con lascivia[3]; 11y cansados del largo camino, cuando lleguen tarde al oratorio, palpitante el estómago tras el camino, no puedan pronunciar las palabras del salmo; 12y cuando alguno llegare de lejos cansado, encontrará la obra de Dios ya terminada por los hermanos que estaban presentes. 13Y entonces, el hermano espiritual caería en desesperación en perjuicio suyo, gravemente contristado por no haber podido cumplir[4] la obra de Dios, ni en el campo ni en el oratorio; 14y la distancia sería para él un perjuicio de la hora canónica[5].

15Por otra parte, los que dentro del monasterio estén ocupados por necesidades urgentes de utilidad común, 16en alta voz, cuando se acabe el salmo y se postren para la oración, pedirán que se acuerden de ellos en el oratorio; 17y sin embargo, en ese mismo lugar en que están ocupados, cumplirán en voz baja para sí mismos la obra de Dios, siguiendo la recitación del oratorio. 18Por otra parte también cada vez que se acabe un salmo, en el mismo lugar en que estén de pie o sentados, se arrodillarán para las oraciones.

 


[1] O: privadamente.

[2] Directaneos: modo directo o sin antífona (cf. RM 43,3).

[3] Otras traducciones posibles para cum lascivia: divirtiéndose; frívolamente.

[4] Meruerit.

[5] Constitutae horae.